Caterina Simonsen, estudiante veterinaria y vegetariana, publicó el 21 de diciembre en su perfil de Facebook un mensaje: «Yo, Caterina S., de 25 años, doy las gracias a la verdadera investigación, que incluye la experimentación animal; sin la investigación, habría muerto con nueve años».
Varias horas después de la publicación de este mensaje, ya había recibido 500 insultos y 30 personas, que se describieron como defensoras de la causa animal, le habían deseado la muerte.
«Podrías morirte mañana que no sacrificaría a mi pez rojo» o «Puede que debieras morir: un ser humano menos y más animales en este planeta» son ejemplos de los mensajes que poco a poco se fueron multiplicando.
«Mi único ‘error» es haber querido haceros ver cómo se vive con mis enfermedades» y «sin haber matado a nadie directamente para tratarme», lamentó antes de publicar dos vídeos.
También se registraron mensajes de apoyo a la joven, como el del nuevo secretario del Partido Democrático (PD, izquierda) y alcalde de Florencia, Matteo Renzi.
«Vi su vídeo y quiero decirles con todas mis fuerzas que estoy con Caterina», escribió en Twitter.
El diario La Stampa en un editorial titulado «Caterina está viva» denunció esta «lapidación virtual». «No acepto que para defender a los animales, nos volvamos inhumanos», escribió Massimiliano Gramellini.
Michela Kuan, bióloga y militante de la Liga antivivisección, afirmó en La Repubblica que «la experimentación animal (es) un gran error de método: es cruel pero también inútil y a veces peligroso para los seres humanos».
En Il Corriere della Sera, el filósofo Felice Cimatti escribió que «es inútil preocuparse por los pollos criados en batería si no somos capaces de mostrar empatía por una mujer joven que vive gracias a una máquina». AFP