La decisión del alcalde de Bogotá es una respuesta de los sectores conservadores colombianos a la amenaza que significa el surgimiento de líderes de izquierda para seguir el rumbo fijado por Chávez
Fernando Ochoa Antich
La polémica que ha surgido alrededor de la destitución de Gustavo Petro, alcalde de Bogotá, por el Procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez, es un tema que sobrepasa el problema político interno de Colombia para transformarse en una discusión que influye directamente en el devenir de la América Latina. No hay duda, que la decisión tomada cumple con los aspectos formales establecidos en la constitución y leyes de Colombia, aunque todavía no es una decisión firme por haber apelado los abogados de Gustavo Petro, primero ante el propio Procurador y posteriormente, estamos seguros, lo harán ante la Corte Constitucional, la cual ha dado claras demostraciones, a diferencia de nuestro Tribunal Supremo de Justicia, de independencia en sus decisiones.
Mi anterior afirmación no surge a la ligera. Ella se origina en el convencimiento que tengo de que la decisión tomada por Alejandro Ordóñez, de destituir a Gustavo Petro e inhabilitarlo políticamente por quince años, es una respuesta de los sectores conservadores colombianos a la permanente amenaza que se ha producido, en estos últimos años, en nuestros países al copiarse muchos líderes de izquierda el procedimiento aplicado exitosamente por Hugo Chávez en Venezuela: ganar unas elecciones democráticas, mediante un marco constitucional, para después modificar totalmente el Estado de Derecho a través de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente y de esta manera controlar totalmente todos los órganos del Estado e imponer un sistema totalitario.
Gustavo Petro había logrado, de una manera realmente sorprendente, ganar las elecciones para alcalde de Bogotá, al obtener 723. 157 votos (32%) al captar una importante simpatía entre los bogotanos, como consecuencia a su firme rechazo a los robos y todo tipo de tracalerías del anterior alcalde, Samuel Moreno Rojas, su compañero de partido en el Polo Democrático Alternativo y su renuncia a esa organización política después de ser su candidato presidencial. En este momento, su figura política puede transformarse en una alternativa electoral presidencial ante la delicada división entre los seguidores del presidente Santos y del ex presidente Uribe.
La pregunta a responder es si esa decisión terminará siendo un error o un acierto político. Gustavo Petro se ha transformado en la figura más representativa de la izquierda colombiana. Si la FARC acepta, de manera definitiva el camino de la paz, tendrá en él el complemento necesario para transformarse en un partido político con una importante capacidad electoral. Gustavo Petro, es víctima de una maniobra política. Ese tipo de acciones genera importantes dividendos electorales. Si la FARC conduce con inteligencia las negociaciones de paz y lo respalda en sus aspiraciones presidenciales se transformará en una importante alternativa política en Colombia. Cerrarle el paso puede ser la razón de su inhabilitación política… En definitiva, a mi criterio, un grave error histórico.
@FOchoaAntich.
fochoaantich@gmail.com