«Ha hecho bien The Economist en declarar a Uruguay el país del año y en calificar de admirables las dos reformas liberales más radicales tomadas en 2013 por el Gobierno del presidente José Mujica: el matrimonio gay y la legalización y regulación de la producción, la venta y el consumo de la marihuana», dice Vargas Llosa en su artículo.
El escritor recalca que el actual presidente uruguayo José Mujica, quien fue guerrillero tupamaro en su juventud, «ha respetado escrupulosamente las instituciones democráticas», y ha dado a Uruguay «una imagen de país estable, moderno, libre y seguro, lo que le ha permitido crecer económicamente y avanzar en la justicia social».
El célebre autor de «La ciudad y los perros», resalta que gracias a ese «perfil democrático y liberal», Uruguay se ha convertido «en el primer país del mundo en cambiar radicalmente su política frente al problema de la droga».
Vargas Llosa recuerda que «todavía prevalece en el mundo la idea de que la represión es la mejor manera de enfrentar el problema», y dice que el experimento uruguayo de «legalizar la producción y el consumo de la marihuana» sería más exitoso «si la medida no quedara confinada en un solo país (…) sino comprendiera un acuerdo internacional del que participaran tanto los países productores como consumidores».
«Lo importante es que la legalización vaya acompañada de campañas educativas –como las que combaten el tabaco o explican los efectos dañinos del alcohol– y de rehabilitación, de modo que quienes fuman marihuana lo hagan con perfecta conciencia de lo que hacen, al igual que ocurre hoy día con quienes fuman tabaco o beben alcohol», añade.
«La libertad tiene sus riesgos y quienes creen en ella deben estar dispuestos a correrlos en todos los dominios, no sólo en el cultural, el religioso y el político. Así lo ha entendido el Gobierno uruguayo y hay que aplaudirlo por ello. Ojalá otros aprendan la lección y sigan su ejemplo», destaca.
En cuanto al matrimonio entre personas del mismo sexo, Vargas Llosa señala que «tiende a combatir un prejuicio estúpido y a reparar una injusticia por la que millones de personas han padecido (y siguen padeciendo en la actualidad) arbitrariedades y discriminación sistemática, desde la hoguera inquisitorial hasta la cárcel, el acoso, marginación social y atropellos de todo orden»,
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