El día 31 de diciembre, antes de las 12 de la noche, llevaron a la morgue de Bello Monte el cuerpo del adolescente Alvaro Adonay Medina, de 15 años, procedente del barrio El Manguito, San Agustín del Sur, y le correspondió el último número (565).
Norelys Medina dijo que su hijo salió con sus hermanos y varios amigos a compartir y visitar el último día del año, pero el grupo se dispersó y Alvaro tomó otro rumbo. A las 7:40 de la noche le avisaron que estaba herido de bala, lo llevaron al CDI y fue ingresado sin vida. Había recibido un disparo en la nariz.
-Aquí no hay seguridad. Que yo sepa mi hijo no tenía enemigos, pero uno sale a trabajar y no sabe qué hacen los hijos, expresó la señora.
De enero a diciembre de 2013 fueron ingresados 5.722 cadáveres a la morgue, 35 más que en 2012, cuando registraron 5.687, y 83 más que 2011, año que cerró con 5.639 cuerpos. Aunque estas cifras incluyen accidentes de tránsito y algunos casos naturales denominados «causas a determinar», porque existen dudas sobre el origen del deceso, los homicidios ocupan el mayor porcentaje y predomina el uso de armas de fuego.
Diciembre de 2013 fue el más violento, seguido por octubre que registró 503 ingresos. Los demás meses oscilaron entre 410 y 498 cuerpos.
Para robarle el blackberry mataron al mototaxista Kleiver Daniel Sayago (18), frente a su casa en la quebrada de Catuche, Puente Guanábano, adyacente a la avenida Baralt, centro de Caracas.
Sayago vivía con su esposa y su hijo de un año. El 31 a las 2 de la madrugada salió a la calle a fumarse un cigarrillo, lo asaltaron y le dieron tres tiros; relató su madre Nereida Mendoza.
De martes a miércoles ingresaron diez cadáveres a la morgue, pero ayer otros 20 cuerpos estaban todavía en hospitales del este y oeste de la ciudad.
Tres cadáveres permanecían ayer tendidos en la calle. Uno al final de la avenida Fuerzas Armadas, frente al Metrocable, y dos en San Martín (uno a un costado del edificio del Bloque De Armas y el otro en la parte posterior de la sede de ese grupo editorial). Estos últimos tenían aspecto de indigentes y los vecinos los calificaron de «piedreros».
Ningún familiar estaba presente y comisiones de la PNB resguardaban el sitio a la espera del Cicpc para hacer el levantamiento.