Jahi McMath, de 13 años, se sometió el pasado 9 de diciembre a una operación rutinaria de extracción de las amígdalas en el Hospital Infantil de la localidad de Oakland, en el norte de California. Tres días más tarde, debido a complicaciones surgidas tras la intervención, la pequeña fue declarada en estado de muerte cerebral.
Su caso ha desatado una batalla legal entre sus familiares, que han recurrido a la justicia para que no la desconecten de las máquinas que mantienen su cuerpo con vida, y los médicos que la están tratando, que aseguran que la pequeña ha fallecido y su condición es irreversible.
Evelio Grillo, uno de los jueces que examinó el caso, dio la razón a los facultativos y les autorizó a que desconectaran a Jahi el pasado 31 de diciembre, aunque finalmente extendió el plazo hasta el próximo 7 de enero.
Los familiares de la pequeña no se rinden y aseguran que han encontrado un centro médico en Nueva York que aceptó hacerse cargo de ella.
Christopher Dolan, el abogado que representa a Latasha «Nailah» Winkfield, la madre de Jahi, acusó al hospital de Oakland de estar «decidido a toda costa» a terminar con la vida de la niña.
Desde el centro hospitalario negaron las acusaciones y aseguraron que la familia no cuenta con un médico que esté dispuesto a realizarle los procedimientos necesarios a Jahi para que pueda respirar y ser alimentada antes de ser trasladada. Además, recuerdan que no tienen ninguna obligación de intervenir a un paciente que ha sido declarado muerto legalmente.
En medio de esta batalla, varias organizaciones han mostrado su apoyo a los familiares de Jahi, pese a que la opinión de los médicos que han examinado el caso es que, como establecen los tratados médicos y jurídicos, cuando alguien es declarado en estado de muerte cerebral, esa persona ha fallecido y no hay posibilidad de que se recupere.
Convicciones religiosas
Jahi McMath se sometió a una amigdalectomía para tratar la apnea del sueño que padecía y que hacía que tuviera dificultades para respirar mientras dormía. Poco después de la intervención, mientras se encontraba en la sala de postoperatorio, por causas que aún se desconocen, empezó a sangrar profusamente por la boca y sufrió un paro cardíaco.
Tres días más tarde, el 12 de diciembre, los médicos la declararon en estado de muerte cerebral. Pese a ello, la familia de la pequeña cree que Jahi todavía está viva y se escudan en sus convicciones religiosas para no permitir que la desconecten de las máquinas que mantienen la actividad de sus pulmones y su corazón.
«Tenemos nuestras fuertes convicciones religiosas y nuestras creencias y consideramos que en este país un padre tiene el derecho a tomar decisiones sobre la existencia de su hijo, no un doctor… Y menos aún un doctor que causó la muerte cerebral en primer lugar», aseguró en un comunicado la familia de Jahi el pasado fin de semana.
Mientras, Latasha «Nailah» Winkfield recibió el apoyo de la Red Vida y Esperanza, creada en 2005 por los familiares de Terri Schiavo, una mujer de Florida que murió en 2005 después de que los médicos le quitaran la sonda de alimentación que la mantuvo con vida durante 15 años y que se convirtió en el foco de la batalla por el derecho a morir en EE.UU.
Expertos consultados por BBC Mundo expresaron su preocupación por que este caso cree confusión entre el público, ya que el consenso médico establece que la muerte cerebral es irreversible y, a diferencia del estado vegetativo, no hay posibilidad de mejora.
«Jahi está muerta»
«Seis neurólogos independientes de tres instituciones diferentes han declarado que Jahi se encuentra en estado de muerte cerebral. En la comunidad científica se entiende con ello que está muerta. La propia ley de California establece que cuando hay muerte cerebral la persona ha fallecido», aseguró David Magnus, director del Centro para la Ética Biomédica de la Universidad de Stanford.
«Es trágico pero Jahi murió hace semanas. Desde un punto de vista legal y ético no deben mantenerse cuerpos sin vida conectados a respiradores durante mucho tiempo utilizando recursos valiosos que podrían invertirse en pacientes vivos», señaló Magnus en declaraciones a BBC Mundo.
«La familia tiene que aceptar la situación y reconocer que Jahi ha muerto. Aunque la mantengan conectada, antes o después su corazón dejará de funcionar», aseguró el especialista. «La definición de muerte cerebral es muy clara y cualquier médico que diga que puede revivir a un paciente con muerte cerebral no está en su sano juicio».
Por su parte, el doctor J. Randall Curtis, profesor de la Universidad de Washington y experto en cuidados intensivos, coincidió con Magnus en que el criterio para declarar la muerte cerebral no deja lugar a dudas. «La muerte cerebral se definió a fines de los años ’60 y principios de los ’70 y se basa en un examen que determina que el paciente no tiene ningún tipo de actividad cerebral, incluido el tronco del encéfalo», le explicó Curtis a BBC Mundo.
«Cuando me enfrento a casos como este le explico a la familia que el paciente está muerto, que el cerebro ha resultado dañado hasta el punto de que no puede volver a la vida. El corazón puede seguir funcionando un tiempo pero la parte del cerebro que nos hace personas ha muerto», apuntó el experto.
«Como mucho mantenemos funcionando los cuerpos de personas con muerte cerebral uno o dos días para que la familia se pueda despedir».
A falta de que el próximo 7 de enero se cumpla el plazo fijado para que se desconecte a la pequeña Jahi, habrá que ver qué frutos da la reunión convocada para este viernes por un juez federal para intentar que las partes lleguen a un acuerdo y evitar así que el caso se prolongue.
BBC