Lo que parecía ser auspicioso, la supuesta “disposición al diálogo” del gobierno con esa otra mitad del país que no le sigue ni le ríe las gracias, no fue más, los hechos lo confirman, que una charada dirigida a tratar de ganarle a Maduro algo de legitimidad de desempeño. Sólo buscaba mejorar un poco la percepción que los opositores tienen de él. Nada más. Maduro había jugado cartas duras, sentando las bases para lo que vendrá: la más grave crisis económica de los últimos tiempos, y necesitaba mostrarse, que no “demostrarse”, como un hombre abierto y amplio que había entendido que si quería reconocimiento y un cierto margen de gobernabilidad debía dar el primer paso y tender, más allá de lo simbólico, la mano a quienes se le oponen.
Muchas veces uno se sitúa en los zapatos de quienes hoy nos gobiernan y hace un esfuerzo por comprender cuál es el sentido, y cuáles son los objetivos finales, de lo que hacen. La mejor manera de comprender al adversario es identificarse con él, pues eso te permite ver si sus actos son altruistas o generosos (es decir, si implican algún sacrificio de las propias aspiraciones en pro del bien común) o si por el contrario no esconden más que intenciones sesgadas y egoístas. En ningún caso he hallado, por mucha ingenuidad o buena fe que me empeñe en usar a estos efectos, motivación alguna que al final del día conduzca a logros que le hagan bien al país en general. Sólo veo un irreductible ánimo de consolidación hegemónica, a trancas y barrancas, y las más de las veces contra lo que la Constitución Bolivariana dispone, de una única visión en detrimento de los anhelos y de las visiones de “los otros”, los mismos que, declaraciones teatreras aparte, son vistos siempre como “enemigos” o sencillamente no son valorados como ciudadanos sino como simples cosas, como meras herramientas para el logro de fines puntuales contra las que “todo vale”.
Los hechos que corroboran mis conclusiones anteriores son los siguientes: En primer lugar, el único preso político que obtuvo su libertad este diciembre que pasó fue Milton Revilla. Todos los demás se quedaron esperando por un gesto valiente de buena voluntad desde el poder que sigue sin aparecer.
La mejor demostración de que “Maduro no es Chávez” la dio Miraflores, pues Maduro no tuvo el coraje de plantarle cara a sus radicales, como se lo exigía más de la mitad de la nación. Chávez sí lo hizo en 2007 al decretar en ese momento una amnistía, y antes de eso hasta se había atrevido a sugerir para algunos presos políticos emblemáticos, como el General Francisco Usón, un indulto. Chávez, para bien o para mal, no se sometía más que a sí mismo, pero Maduro demostró y demuestra debilidad, no ante quienes le somos opuestos, que tenemos muy claro que este gobierno tiene más de “colectivo” que de personalista, sino ante sus propios adláteres. No se engañen, amigos oficialistas, la negativa de Maduro a la amnistía, a los indultos o al cese por cualquier vía legal y constitucional de la persecución por motivos políticos no implica “guáramo”, como mentamos al coraje acá en Venezuela, sino todo lo contrario. Implica sumisión a intereses ajenos, divorciados de la realidad de la nación, y un muy escaso margen de maniobra independiente, lo cual, en una persona que está ejerciendo la presidencia con la ventaja de no estar sujeto al control institucional de los demás Poderes Públicos, es muy grave.
Maduro, en segundo lugar, aún siendo civil sigue sometido a los militares, con todo lo que ello implica. No asume que el lenguaje y los modos castrenses son distintos de los de la civilidad. Los primeros se manejan desde la verticalidad y la subordinación, los segundos desde la horizontalidad y el diálogo. Esto no sólo lo demuestran sus melosos discursos ante la FAN, en los que a falta de caudal personal no hace más que recurrir a la memoria del occiso para generar empatía, sino también su reciente prodigalidad con el sector armado, al que no duda en acomodarles las quincenas y los beneficios para adecuarlos, esos sí, a la dura realidad económica que padecemos, mientras que a otros factores, incluso en el mismo sector público, les recorta los ingresos y les limita los recursos. Sumémosle a esto que además recientemente y contra lo que pauta el Art. 330 de la bolivariana, reincorporó al servicio activo, y ascendió, a personajes, que él lo sabe, se mueven en uniforme mucho mejor que él. Bobo no es, sabe que las armas son un fiel de la balanza, que sumado al descontento general que ya se va acumulando, puede marcar la diferencia entre que permanezca o no en el poder a mediano plazo. No es que los militares, como todos los ciudadanos, no merezcan mejores condiciones de vida, lo que genera suspicacia es que el poder se afane tanto en ellos, dejando de lado a todos los demás ciudadanos, funcionarios públicos inclusive, cuando es un hecho que la crisis que sufrimos nos afecta a todos, sin distinciones.
Por último, para ponerle la guinda al helado, la Ministra de Información trae de nuevo a la vida el oscuro y nada tolerante empeño de sacar “listas” de ciudadanos, en este caso de dirigentes opositores, para mostrarle al país que algunos de ellos, como si eso fuese delito o pecado, salieron de país en el pasado asueto navideño. Me imagino que más de uno en el oficialismo debe andar chorreado, esperando que no se hagan públicas sus fotos navideñas en lujosos y foráneos destinos. Busca, por supuesto, estigmatizar, haciendo lo que en su momento hicieron Tascón y otros: Mostrando como negativo o hasta criminal lo que la Constitución dice, porque lo dice, que es nuestro derecho. Lo hace violando no sólo los artículos 21, 50 y 61 de nuestra Carta Magna, como bien lo ha destacado Rocío San Miguel, sino usurpando funciones de otros poderes, puesto que la obtención de los datos migratorios de los ciudadanos en Venezuela, por parte de los cuerpos de seguridad (y el MINCI no es uno de ellos) está sujeta a una autorización judicial, previa la existencia, por cierto, de una investigación en la que puedan hacerse este tipo de solicitudes ¿De dónde entonces obtuvo la Ministra esos datos? ¿Con permiso de quién, siendo que se trata de información privada y confidencial, los divulga? Lo más grave es que aunque ahora esté tratando de recoger las piedras que lanzó, no sólo ha ido contra la supuesta “disposición al diálogo” que tanto cacarea el gobierno, sino además que de “retruque”, como decimos acá, ha estigmatizado como “apátridas” a todo el que haya osado pasar las fiestas fuera del país, prominentes oficialistas incluidos. Olvidó, convenientemente, que el mismo Maduro pasó varios días de estas fiestas en Cuba, y que muchos boliburgueses se cuentan entre esos más de 200.000 pasajeros que sólo por Maiquetía salieron en estos días al “imperio” o a otros destinos mucho más costosos, sin rendirle cuentas a nadie
Malo eso de olvidar que, como diría Esopo: “Las palabras que no van seguidas de hechos, no valen nada”.
CONTRAVOZ
Por Gonzalo Himiob Santomé