Para los venezolanos, la inseguridad acabó con las salidas de noche, las prendas costosas exhibidas e incluso con las llamadas telefónicas en lugares públicos, mucho antes de que se conociera la noticia del asesinato con saña de la exreina de belleza Mónica Spear y su pareja.
Con los ojos llenos de lágrimas por el suceso, la reconocida actriz venezolana Elba Escobar ha preferido resguardarse en su casa: «Ya ni salgo», dice. «Cuando tengo actividades nocturnas, prefiero acordar con dos o tres amigos irnos en un solo carro», cuenta desde la plaza Alfredo Sadel, escenario este miércoles de una protesta convocada por artistas en contra de la inseguridad.
«Las mamás ya ni dormimos. Pasamos la noche esperando a que nuestros hijos lleguen a casa», agrega la actriz mientras observa los globos blancos que la multitud, estimada en unos cientos de personas, deja ir al cielo en homenaje a Spear. «Es que ya ni me pongo anillos o zarcillos (pendientes). Eso se acabó», concluye.
María Gabriela Arteaga, una madre de 41 años, cuenta que incluso ha dejado de visitar a sus padres por la frecuencia de los robos en la zona en que viven.
Cuando de sus hijos se trata, al llegar a un lugar la orden es la misma, aunque se la conozcan de memoria: «Bájate rápido (del carro), móntate rápido. Mi hija de 12 años ya está frustrada, porque no la dejo ni salir del miedo. (…) Tengo miedo de ir al banco, al restaurante, de salir de mi casa».
En muchas zonas de Caracas, las calles quedan abandonadas y a oscuras al caer la noche y el patrullaje policial es escaso, con algunas excepciones como en el acomodado municipio Chacao. Muchos conductores optan incluso por pasar sin detenerse en las luces rojas de los semáforos.
Los altos niveles de inseguridad incluso han incrementado el uso de cámaras en edificios y viviendas, la contratación de escoltas privados y vigilantes en urbanizaciones, el blindaje de carros y los cursos de formación en técnicas de seguridad y defensa personal.
Los asesinatos en Venezuela van de 39 anuales cada 100.000 habitantes, según el gobierno, a 79 de acuerdo con organizaciones no gubernamentales. Sólo en 2012, se registraron 16.000 homicidios, la mayoría con armas de fuego y víctimas y victimarios mayormente jóvenes.
Jonathan Sabina, un estudiante de Administración con 21 años, asegura que «desde hace tiempo» solo se ve con sus familiares más cercanos. «Ya no me atrevo ni a salir con los compañeros de clase, porque uno nunca termina de conocer a la gente», cuenta.
Para el joven, tampoco es una opción atender llamadas telefónicas en la calle. «¡Cero celular!», exclama, «no quiero que me roben».
Mientras tanto, desde la pequeña tarima de la plaza, el actor venezolano Luis Gerónimo Abreu, al micrófono, dirigió sus palabras al gobierno del presidente Nicolás Maduro: «No estoy aquí para proponer soluciones. Reclamo mi derecho de poder vivir en paz en mi país. Le pido, coño, al gobierno, que le eche bolas (que trabaje) a cuidarnos la vida», gritó en medio de los aplausos del público.
La mañana del miércoles, a Mónica la despidieron sus ex compañeros de televisión y la población en general, con un minuto de aplausos y no de silencio, entre lágrimas. Una joven vestida de negro y con los ojos mojados aseguró con gran tristeza en su voz: «Ya no quiero ni opinar».