Colombia atraviesa por una serie de problemáticas que nos tienen hoy más que nunca frente al riesgo de caer en manos del populismo
Saúl Hernández Bolívar/El Tiempo
Siendo esta fecha tan propicia a los balances del año que termina y a las promesas para el que viene, pretendía hacer una serie de reflexiones sobre lo que cada uno podría aportar para la construcción de un mejor país, pero estamos en un momento álgido de nuestra historia y se hace perentorio señalar el peligro ante el que nos hallamos.
En efecto, Colombia atraviesa por una serie de problemáticas que nos tienen hoy más que nunca frente al riesgo de caer en manos del populismo, ese mal del que otras naciones de la región están siendo presas sin que se vislumbre aún una salida. Y es que los males abundan ante el descontento de todos, con lo que se pierde la perspectiva de lograr soluciones estructuradas y se prefieren las fórmulas mágicas. Mencionemos algunos, a vuelapluma.
En materia de atención en salud, la insatisfacción es general. Los usuarios no solo esperan que se eliminen los cobros abusivos de algunas drogas que se venden a precios estrambóticos, sino que se produzcan cambios reales. La gente necesita atención oportuna y sin disculpas: que el POS se cumpla sin darle largas, que den las citas, que se aprueben tratamientos y cirugías, que se acaben las filas, que no se cometan arbitrariedades inconcebibles como la de querer enviar a una anciana infartada en Bogotá a un hospital de Honda, como ocurrió hace poco.
En educación, las pruebas Pisa nos mandaron casi al sótano de entre 65 países que se someten a esa evaluación. Los muchachos apenas tienen nivel de principiante en matemáticas, ciencias y lectoescritura. Como agravante, las chicas están en peor situación y somos uno de los países del mundo con mayor brecha académica entre hombres y mujeres. En el nivel universitario no estamos mejor. No debe ser una casualidad que se descubran casos de compra de certificados de inglés y de alteración de notas, o que una encuesta revele que lo único que leen los universitarios son sus propios apuntes de clase.
La administración de justicia es uno de los aspectos que más inquietan a los colombianos. Las altas cortes se convirtieron en cuevas de Alí Babá, a las que llegan personajes cuyo comportamiento deja mucho que desear. A sus altos salarios se suman el turismo judicial, el ‘carrusel’ de las pensiones, las roscas y la corrupción rampante. La ineficacia de la Rama es descomunal; abundan los falsos testigos, los fallos insólitos a favor de criminales… No es nada raro que tenga tanto desprestigio entre los colombianos.
El plano institucional no pasa por su mejor momento por los frecuentes choques de trenes. Hay roces entre expresidentes, entre la Contralora y el Fiscal, entre el Fiscal y el Procurador. De hecho, el fiscal Montealegre se viene arrogando el derecho de interpretar la Constitución y la Ley a su amaño, reclamando impunidad para las Farc y una visión “heterodoxa” de la destitución de Petro. Sería de suma gravedad que se atreviera a anular ese fallo disciplinario, violando la Constitución.
El alto Gobierno también hace agua soportado en una coalición de ‘unidad nacional’ pegada con mermelada. Eso ya se sabía, pero, con los datos del computador de palacio, allegados al Centro Democrático, quedó expósito lo que Uribe ha bautizado como el ‘carrusel de la reelección’. Reelección que tiene como único fin continuar la farsa de la paz con las Farc, que terminarán por conseguir su anhelada constituyente y ganar con ello la partida.
¿Tanto descontento llevará a los colombianos a escuchar esos cantos de sirena? El embeleco será la constituyente como fórmula mágica de la paz, y la paz como fórmula mágica de todo lo demás. Abramos los ojos ahora para no llorar después. Feliz año para todos.