Ángel Rafael Lombardi Boscán
Director del Centro de Estudios
Historicos en Luz
eljuegodeloscaballos2009@gmail.com
L
a más reciente “Pastoral” de los Arzobispos y Obispos de Venezuela del 10 de enero del 2014, es un llamado de atención a los responsables gubernamentales, “dueños” de las principales instituciones del país y empeñados en imponer “su proyecto”.
La Iglesia y su jerarquía se desmarca del Gobierno de una forma, ahora sí, un tanto explicita y radical. Entiende que éste Gobierno actúa al margen de la Constitución y sus leyes. Que la naturaleza del régimen es abiertamente anti democrática y sesgada en la defensa de un “Socialismo” o “Plan de la Patria” que riñe contra los postulados más esenciales de la Constitución vigente.
Para los líderes de la Iglesia, todos los venezolanos somos hoy “responsables en la construcción del bien común”, nadie puede refugiarse en la indiferencia cómoda y el disimulo cómplice. Hoy, la patria luce amenazada y descompuesta, y el camino es la paz.
El principal legado de la era chavista ha sido el empobrecimiento de la nación en todos sus ámbitos, y de manera muy especial, la instalación del odio. Hoy nuestro país está al borde de una fractura social e histórica de pronóstico reservado y la Iglesia alerta sobre ésta casi inevitable tragedia.
El énfasis de éste valiente y pertinente documento se encuentra en la parte en que se señala: “…la primera necesidad de nuestra patria es el re-encuentro de todos sus hijos, mediante el diálogo y la reconciliación nacional. La inmensa mayoría de nuestro pueblo anhela vivir en una sociedad en la que impere una convivencia fraterna basada en el respeto y aprecio mutuos, el efectivo reconocimiento del pluralismo político-ideológico, cultural y religioso y la correspondiente tolerancia hacia los demás, superando así el clima de tensión y confrontación permanentes que reduce las posibilidades de enfrentar adecuadamente los grandes desafíos de la nación. En esto nos jugamos el futuro de Venezuela”.
Obviamente, para que exista un ambiente de “convivencia fraterna” debe existir el diálogo y el pluralismo político, la tolerancia y el reconocimiento, y sobre todo, el respeto al marco legal y constitucional donde subyace el pacto de país. El país es de todos los venezolanos, y no de una parcialidad política con ínfulas hegemónicas y excluyentes.
Hoy, el principal imperativo en la agenda del país es la reconciliación sincera y sin subterfugios. Volver a creer en una Venezuela donde todas las partes tengan cabida y se juegue limpio erradicando la mentira. “Para esto es preciso que todos los sectores del país rechacen la exclusión y segregación política, y sanen en su corazón la desconfianza, el resentimiento”.
La Iglesia, finalmente, cierra filas alrededor de los principios de una sociedad abierta, plural, moderna y pro democrática afincada en los valores de justicia y solidaridad. “Todo lo que vaya contra la libertad, la justicia, los derechos humanos, sociales, civiles y políticos de los venezolanos es moralmente inaceptable”.