“Barrios por la Paz”, una iniciativa ciudadana que señala un camino para romper el vidrio de la resignación y el miedo ante el hampa y sus alcahuetes
El miércoles 15 de enero el señor Nicolás Maduro Moros -presidente de la república proclamado por el CNE- admitió en su discurso de “Memoria y Cuenta” el fracaso del Ejecutivo “en el desarrollo de una política de seguridad” y ofreció convocar sobre el tema un “diálogo nacional”; el jueves 16 unos cien líderes comunitarios de toda Caracas salieron a la calle, tomando simultáneamente varios espacios en el marco de una jornada denominada “Barrios por la Paz”.
El “diálogo” con los “perritos de taxista”…
Ambas cosas son noticia porque, recordemos, “noticia es todo aquello que está por encima o por debajo del horizonte normal de los acontecimientos”. En consecuencia, que en esa ocasión Maduro haya omitido hechos importantes (como el repunte brutal del dengue y la malaria); que haya rehuido su responsabilidad (al calificar a la inflación acumulada durante 2013 como “inducida” sin reconocer que quien la “indujo” fue él) y que incluso le haya faltado el respeto a la inteligencia del venezolano, al condenar la existencia de una “villana” que en una telenovela mata gente, pero se abstiene de condenar con la misma vehemencia a los verdaderos asesinos que en la vida real acabaron con la existencia de casi 25 mil venezolanos en 2013, eso en realidad no es “noticia” porque, desgraciadamente, es lo habitual en la relación del Poder con el pueblo.
Así que concentrémonos en lo novedoso, lo noticioso: ¿Es posible un diálogo nacional sobre seguridad? ¿Será eso “diálogo” de verdad, no monólogo de burócratas? ¿Tendrán cabida en ese “diálogo” gente que –como Liliana Ortega, como Rocío San Miguel, como Humberto Prado, como tantos y tantos otros voceros y representantes de la sociedad civil organizada- tienen mucho que decir y que aportar, o será un espacio reservado únicamente para quienes rellenan sillas en los actos oficiales y asienten con la cabeza “como perrito de taxista” ante cualquier ocurrencia de una burocracia que lo único que sabe es inventar nuevos “planes” para enfrentar los males que nunca resuelve? Nosotros, honestamente, creemos que NO.
De la suplica a la exigencia
Un diálogo así útil, sincero, en materia de seguridad no es posible en estos momentos. Lo dificulta la prepotencia del Poder y la fragmentada respuesta de los afectados, que va de la desesperación a la resignación sin pasar por la acción. En consecuencia, hay que crear las condiciones para que ese diálogo necesario se produzca y sirva para colocar al Estado en su misión constitucional de cumplir y hacer cumplir la ley, en vez de andar rehuyendo responsabilidades e inventando falsos culpables, como las “telenovelas”, y enfrente a los culpables verdaderos: el binomio drogas-armas, que ha terminado por convertirse en un auténtico anti-poder bajo el ala protectora y alcahueta… del Poder!
El “diálogo” entendido así no como estrategia para “ganar tiempo”, no como cortina de humo para desgastar la indignación social, sino como mecanismo de construcción del consenso necesario para la definición, ejecución y evaluación permanente de una estrategia de seguridad que comprometa al Estado y a la Sociedad en un esfuerzo de largo aliento contra el crimen, sólo será resultado de la presión social. Eso implica, para nosotros el pueblo, pasar de la queja a la acción. Eso significa convertir el dolor privado, el duelo familiar, en energía colectiva de denuncia y cambio: Cada persona agredida por el hampa, cada familia que hoy llora a una víctima, cada comunidad agredida por la delincuencia siempre minoritaria pero armada hasta los dientes, debe comunicar al prójimo su circunstancia, su dolor, su tragedia, y EXIGIR (no “pedir”, no “rogar”, no “suplicar”) sino EXIGIR al gobierno que haga su trabajo, que consiste en valorar la vida y la seguridad de TODOS los venezolanos con el mismo celo, con la misma preocupación y la misma eficiencia con la que protege la seguridad y la vida del Sr. Maduro y sus compañeros de la cúpula burocrática oficial.
¿Cómo, dónde, cuándo?
¿Cómo se hace esto? Con valor, actuando pacíficamente pero con contundencia, siempre en el marco de la Ley y la Constitución, esta misma Constitución que consagra la manifestación pública como un derecho y no como una “concesión” de los provisionales dueños del poder. ¿Dónde se hace esto? ¡En la calle, sin duda alguna! Y “calle” no son solamente los espacios que algún sector político suela usar para sus concentraciones o marchas. ¡Las calles que hay que movilizar son las del pueblo!: Los sitios donde el hampa abate a ciudadanos inocentes; las escuelas donde estudiaban niños asesinados, como los apuñalados en La Sierra de Margarita; las canchas donde hacían deporte los jóvenes asesinados, como los seis muchachos masacrados en Súcuta, Municipio Tomas Lander, Valles del Tuy; Los alrededores de las sedes de los comandos de los cuerpos policiales o militares donde laboren los servidores públicos abatidos por criminales, como los cuatro sargentos de la Guardia Nacional Bolivariana asesinados en el Barrio El Cafetal de El Junquito, para testimoniar la solidaridad social con esos servidores públicos que también son pueblo y también son víctimas del hampa alcahueteada. Todos esos sitios, todos esos espacios, escenarios de la violencia del hampa contra la gente, deben convertirse ahora en escenarios de la protesta de la gente contra el hampa. ¿Cuándo se hace esto? ¡Cada vez que haga falta, cada vez que la solidaridad humana lo determine, cada vez que el grito de una madre despojada de su hijo o que el llanto de un niño al que le arrebataron a su padre obligue a los vecinos a dar su pésame ya no con palmadas en el hombro, sino con pancartas en la calle. No hace falta que “líder” alguno convoque.
¡Barrios por la paz!
Cuando esa presión social haga posible tener en nuestro país un diálogo verdadero sobre el tema de la seguridad haremos al respecto proposiciones que hasta ahora han sido ignorados por el gobierno y escuchados -cortésmente pero desatendidos en la práctica…- por la oposición: insistiremos en la necesidad de adoptar un enfoque epidemiológico en el combate al crimen, para combatir a la epidemia delincuencial allí donde esta se manifiesta con mayor virulencia, detectando sus focos y destruyendo al vector que la transmite; insistiremos en la necesidad de habilitar los barrios, para quitarle al hampa esa inmensa guarida de 170 mil hectáreas de que hoy dispone; insistiremos en la necesidad de que TODOS los gobiernos (Ejecutivo Nacional, gobiernos regionales, gobiernos municipales) enfoquen sus políticas de seguridad en los barrios no para reprimir a la mayoría decente que allí vive, sino para proteger a esa mayoría honesta y trabajadora de los desmanes del hampa, minoritaria pero fuertemente armada.
Eso lo haremos cuando el diálogo no sea payasada. Para lograrlo seguiremos ejerciendo esa legítima presión popular que encontró en las calles nombre y eco: “¡Barrios por la Paz!”