En los últimos siete meses la presión del dólar sobre el valor de las monedas de América Latina se ha disparado. El fenómeno es regional, pero ha afectado a dos países de manera particular: Argentina y Venezuela.
El jueves de la semana pasada el peso argentino (a tasa oficial) cayó más del 11% en un solo día y se convirtió en uno de los disparadores de una crisis de las monedas de los mercados emergentes (países en desarrollo), desde Brasil hasta Turquía, India, Indonesia y Rusia. La depreciación del peso argentino fue de 24,23% en 2013.
La misma semana el gobierno de Venezuela introdujo ajustes al sistema de control de cambios que rige desde hace más de una década y anunció un sistema de cotización por bandas que, en la práctica, implica una «-devaluación del Bolívar Fuerte en casi en un 100%», para muchos productos y servicios.
Otras monedas latinoamericanas también sufrieron en 2013: el real brasileño se depreció 12,96%; el peso de Chile cayó 8,97% y el de Colombia bajó 8,63%; y el sol en Perú perdió 9,21%. Esta tendencia se acentuó este mes de enero. Sin embargo, los casos venezolano y argentino son especiales.
Según el economista mexicano Oscar Ugarteche, autor de «La arquitectura financiera internacional» y coordinador del Observatorio Latinoamericano, la mayor presión sobre Argentina y Venezuela se debe a la inflación.
«La presión sobre las monedas latinoamericanas ahora es global por los cambios que está registrando la política monetaria estadounidense. Pero a este panorama internacional difícil se añade la alta inflación en Argentina y Venezuela. Cuando hay inflación alta los agentes económicos suelen buscar refugio en lo que pueden. En muchos países de la región el refugio tradicional es el dólar», indicó a BBC Mundo.
La liebre inflacionaria
La inflación en Venezuela ha superado los 20 puntos porcentuales en los últimos cinco años: en 2011 alcanzó un 29%, en 2012 un 20%, en 2013 un 58%.
En Argentina varía entre el desacreditado índice oficial que registró un aumento de los precios del 10,9% el año pasado y un no menos incierto de distintas consultoras económicas que lo ubicaron en promedio en torno al 28%.
El camino que tiene la mayoría para mantener o mejorar su poder adquisitivo es conseguir aumentos salariales.
A pesar del aumento de la inflación en los últimos siete años, en Argentina el poder adquisitivo de la mayoría se ha mantenido mediante las negociaciones salariales y aumentos financiada por el Estado para los sectores más vulnerables.
Esto no parece haber desbarrancado la economía. Según la CEPAL el crecimiento del PIB fue de un 4,5% el año pasado.
En Venezuela la carrera de ingresos versus precios en el marco del dólar ha tomado además la tangente de un creciente desabastecimiento de productos básicos e importados.
«El tema son los agentes económicos de peso. ¿Qué hacen ante la inflación? El dólar no es el único refugio. La leche, productos básicos o cualquier bien del hogar (electrodomésticos, por ejemplo) pueden servir para esa función de guardar el valor. Por eso hay grandes niveles de escasez en Venezuela. Los agentes se pasan del mercado monetario al de bienes. Se compran partidas enteras de objetos transables y se espera a que suba el precio con el objetivo de guardar el valor frente a la inflación. Esto termina distorsionando la economía», señala Ugarteche.
Si en Venezuela esto se traduce en desbastecimiento de productos básicos, en Argentina el fenómeno está vinculado a la liquidez de dólares.
Según estimaciones privadas, los poderosos exportadores de soja tienen cerca de US$4.000 millones de soja sin vender (más de 8 millones de toneladas) porque los productores esperan a que haya un tipo de cambio más favorable.
Estos valores ingresarían al fisco casi US$1.400 millones, algo que aliviaría la actual presión alcista de la moneda estadounidense.
Cazar la liebre
La fuga de capitales y la búsqueda de refugio en el dólar es un fenómeno regional. La diferencia es que Argentina y Venezuela intentaron combatirla con medidas de control de divisas.
El 5 de febrero de 2003, el entonces presidente Hugo Chávez planteó la creación de la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi) para detener la fuga de capitales, evitar la depreciación de la moneda y limitar la disminución de reservas.
Argentina siguió un camino similar a fines de 2011, poco después de la reelección de Cristina Fernández de Kirchner, imponiendo crecientes restricciones a la adquicisión de divisas extranjeras por parte de particulares y empresas.
En ambos casos, el control terminó en un mercado desdoblado, con dólar oficial y mercado negro. En Argentina la diferencia ha sido casi de 100%, mientras que en Venezuela hoy en día el valor de la divisa no oficial es siete veces mayor.
El control de cambios no ha impedido la fuga de capitales en Venezuela y Argentina.
«Para ejercer el control se necesita una estructura administrativa e institucional muy grande. Si la moneda está sobrevaluada, la única manera es devaluar para que resulte más beneficioso liquidar los dólares en el país», indicó a BBC Mundo el profesor de Economía Política de la Universidad de Crento, Italia, Giorgio Fodor.
En un primer momento el control puede funcionar.
En Venezuela inicialmente se detuvo la salida de dólares -estimada en ese entonces en US$5.100 millones en 2003-, y la medida se tomó en un momento en que la industria petrolera estaba paralizada por una huelga. Pero para 2011 la salida de capitales superaba los US$20.000 millones.