El pasado viernes Caracas amaneció rara. Yo, por mi parte, había decidido trabajar desde mi casa. De todos modos tuve que salir brevemente y me sorprendió ver que a tempranas horas de la mañana, cuando normalmente el tráfico es muy denso y difícil, especialmente siendo viernes y quincena, las vías estaban despejadas y relativamente libres. La mayoría de las personas habían decidido limitarse y evitar la calle ¿La razón? Los motorizados habían anunciado que “tomarían la ciudad” y que protestarían en masa ante diferentes instancias gubernamentales ¿Los motivos de la protesta? Básicamente dos: No están de acuerdo con que se les impongan horarios que les restrinjan la circulación en dos ruedas, y se sienten grave y directamente afectados por la inseguridad que a todos nos atribula.
Comienzo por destacar que no soy de los que cree que todos los motorizados sean delincuentes. Yo mismo usé una moto, por muchos años, para desplazarme en nuestra cada vez más congestionada Caracas. Conozco entonces de primera mano qué hacemos y qué no hacemos los que alguna vez nos hemos servido, y los que ahora se sirven, de una moto para movernos de un lugar a otro. En este sentido, por antipático que suene, a mí “el gremio” no me puede venir con “muela” alguna. La verdad, incuestionable, es que desde hace mucho tiempo (y eso no es sólo ahora) los motorizados han mostrado una resistencia casi proverbial a respetar cualquier regla que de alguna manera condicione su tránsito por las vías de nuestra nación, incluso las que se disponen para su propio beneficio y seguridad.
Alegan que es inconstitucional que el poder les imponga restricciones horarias, que se trata de una limitación de su derecho al libre tránsito. Esto no es verdad. En primer lugar, nadie (salvo el hampa, digo) está impidiéndole a la ciudadanía que se desplace por nuestras vías, respetando las normas eso sí, a la hora que lo desee, lo que se propone es que la circulación en moto se limite al cumplimiento de ciertos horarios. En cualquier Estado serio el interés colectivo priva sobre el interés individual, y es perfectamente válido que la autoridad decida que cierto tipo de vehículos debe tener limitadas las vías y las horas en las que pueden ser utilizados. Si no es así, ¿por qué sí es válido entonces que al tránsito pesado se les condicionen sus modalidades y vías de circulación? ¿Por qué sí se prohíbe a los peatones que caminen en las autopistas? Desplazarse, de la manera que sea, en Venezuela y en cualquier otro país, siempre ha sido una actividad sujeta a normas específicas, normalmente dirigidas al resguardo de la seguridad común ¿Por qué algunos deben acatarlas y otros no?
A las cosas hay que llamarlas por su nombre. El populismo, la demagogia, la falta de autoridad y la anomia que todos padecemos son las que han permitido que al día de hoy, “satanizaciones” aparte, los motorizados sean percibidos, y constituyan de hecho, más un problema vial que una solución. La responsabilidad está primero en el gobierno, que aunque reprime con vehemencia y a veces hasta con franca violencia a quienes se le oponen, tiembla de miedo cuando le toca plantar la cara a quienes, en su maniquea percepción, son “más pueblo” que los demás. Basta revisar las normas contenidas en la Gaceta Oficial 39.771 del 04/10/2011 sobre el uso y circulación de motocicletas para que nos demos cuenta de que acá, si con algún gremio se ha sido permisivo y “mano blanda”, ha sido con el de los motorizados.
¿Sabía usted, estimado lector, que los motorizados deben ceder el paso a todo peatón que en uso de sus derechos esté cruzando una vía pública? ¿Sabía usted que tienen prohibido adelantar a cualquier vehículo que se haya detenido para ceder el paso a un peatón? ¿Sabía usted que deben circular por la derecha, a una distancia mínima de un metro de la acera y que tienen prohibido utilizar las vías exclusivas del transporte público? ¿Había escuchado usted que todos los motorizados y sus pasajeros están obligados a usar un casco con la placa identificadora de la moto, lentes transparentes, y un chaleco reflectivo con un código alfanumérico visible que lo identifique y que indique qué tipo de moto usa y qué tipo de servicio presta? ¿Sabía usted que los motorizados tienen prohibido adelantar a otros vehículos por la derecha o desplazarse entre los vehículos que circulan por sus respectivos canales? ¿Sabía usted que en las autopistas, hasta que el gobierno no cree canales especiales para ellos, los motorizados están obligados a circular exclusivamente por el hombrillo y “uno detrás de otro”? ¿Sabía usted que tienen prohibido usar auriculares o cualquier otro equipo receptor o reproductor de sonidos, salvo el celular en “manos libres”? ¿Sabía usted que tienen prohibido circular paralelamente a otro vehículo en movimiento? ¿Había escuchado usted que los motorizados tienen prohibido circular cambiando frecuentemente de canal o pasando continuamente al centro, a la izquierda o a la derecha de la vía? ¿Sabía usted que los motorizados no pueden transitar o estacionar en las aceras o en otros sitios prohibidos? ¿Había oído usted que está prohibido que en una moto se monten y circulen más de dos personas, que en ningún caso pueden transportarse niños menores de diez años, mujeres embarazadas, ni adultos mayores de sesenta años, y que en ningún caso el pasajero puede ir adelante del conductor? Es más, ¿sabía usted que las motos no pueden tener lo que se llama “escape libre”, y más allá, que está expresamente prohibido que se utilicen motos en los cortejos fúnebres?
Todo eso está en Gaceta Oficial, aunque probablemente muchos de quienes me leen, de cara a lo que vemos todos los días en la calle, ni se imaginaban que era así. De lo que sí podemos dar fe, y he aquí mi crítica a la protesta, es de que absolutamente nada de lo anterior se cumple. Por el contrario, esas normas son violadas sistemáticamente, incluso a veces por las propias autoridades cuando circulan en moto. Entonces, ¿de qué estamos hablando?
Para exigir respeto a nuestros derechos hay que tener también la disposición a cumplir con las obligaciones y cargas que el ejercicio de todo derecho siempre acarrea. Lo demás es gamelote. Los derechos de uno terminan donde comienzan los derechos de los demás, y quien no ha querido respetar las normas no puede cuestionar que se le limiten los excesos. Deliberadamente, para no estigmatizar ni satanizar, no he tocado el tema del impacto que en la inseguridad tiene el desempeño de los criminales, los muchos o pocos que haya, que sí los hay, que usan su moto para delinquir; pero este tema, de importantes implicaciones colectivas, también debe ser tomado en cuenta. Que haya diálogo, puntos medios y negociaciones, pero con la vista puesta en lo que conviene a las mayorías por encima de la demagogia y de los intereses sesgados de algunos, que lamentable es aceptarlo pero es así, no están ni han estado dispuestos a respetar a los demás.
CONTRAVOZ //// Por Gonzalo Himiob Santomé