Mientras su pueblo se muere de hambre, el dictador pone en marcha un ambicioso proyecto para captar turistas
Los Alpes suizos, Chamonix en el Mont Blanc francés, Aspen en Colorado, Cortina en Italia y, ahora, el Paso de Masik en Corea del Norte. Con su habitual espíritu megalómano, el hermético régimen estalinista de Pyongyang aspira a colar su primera estación de esquí entre las más famosas, o al menos exóticas, del mundo. Una auténtica excentricidad para uno de los países más pobres, represivos y aislados del planeta, pero que sin duda atraerá a esos «frikis» de los deportes de alta montaña que presumen de haber esquiado en lugares tan improbables como el «resort» de Oukaimeden en el Atlas marroquí o la pista cubierta levantada en medio del desierto en Dubái.
Construido en solo diez meses por miles de soldados que trabajaban sin apenas maquinaria y cargando piedras sobre sus espaldas, a principios de año abrió esta estación de esquí cerca de la ciudad costera de Wonsan, al este del país. Con nueve pistas – la más larga de cinco kilómetros – y más de un centenar de habitaciones repartidas en dos hoteles de ocho plantas con sauna y jacuzzi – uno para extranjeros y otro para norcoreanos –, se trata del último capricho que se ha dado su joven dictador, Kim Jong-un, tras ejecutar recientemente a su tío, Jang Song-thaek.
Educado bajo un nombre falso en un elitista colegio de Suiza, donde al parecer practicó el esquí, el obeso tirano no ha dudado en gastarse una fortuna en construir esta estación, cuyo coste se calcula en 260 millones de euros. Mientras tanto, la mayoría de los 24 millones de norcoreanos subsiste a base de gachas de maíz y acarreando por las carreteras fardos de leña para calentarse por falta de electricidad, como comprobó este corresponsal en su última visita a Pyongyang el año pasado. Debido a las sanciones internacionales por sus ensayos nucleares y violaciones de los derechos humanos, el proyecto ha sido tan controvertido que Suiza prohibió a una de sus compañías venderle a Corea del Norte los telesillas y otros equipamientos del «resort», que finalmente parecen haber entrado de contrabando desde la frontera con China.
Según anuncia en su página «web» la agencia turística Koryo, que ofrece viajes a Corea del Norte por entre 1.500 y 3.000 euros, el «resort» de Masik ya está operativo. A tenor de la propaganda del régimen, tiene capacidad para acoger 5.000 esquiadores – todos los que se calcula que hay en el país –, pero el día que lo visitó Simon Cockerell, representante de Koryo, no había más de 200. Eso sí, entre ellos destacaban la exestrella de la NBA Dennis Rodman, que acude con frecuencia a Corea del Norte para ver a su amigo Kim Jong-un, y la Orquesta Moranbong, el grupo de música más popular del país.
Anclado en un comunismo trasnochado que ha hundido la economía, el anacrónico régimen de Pyongyang pretende captar turistas extranjeros con este «resort», pero los expertos dudan de que se convierta en una importante fuente de divisas. Más probable parece que se trate de un mero instrumento propagandístico y un centro de entrenamiento para competir en los Juegos Olímpicos de invierno que se celebrarán en Corea del Sur en 2018. Conociendo la rivalidad histórica entre ambos países, nada agradaría más a Kim Jong-un que ganar la primera medalla de oro del esquí norcoreano en suelo enemigo. Y nada más apropiado que el esquí para librar esta nueva batalla de la «Guerra Fría».
Agencias