La “Revolución Bolivariana” presenta entre sus activos el haber propiciado una de las más grandes regresiones históricas que país alguno haya padecido sin haber tenido una guerra. La política de “tierra arrasada” es consustancial al proyecto hegemónico chavista
Ángel Rafael Lombardi Boscán
El chavismo sin Chávez sigue obcecado en su entendimiento primitivo de la política. “Fue un 2 de febrero de 1999 cuando Hugo Chávez tomó posesión de su primer mandato presidencial, con el que dio inicio a su proyecto político, al que llamó la Revolución Bolivariana”. La nota de prensa es inapelable: “su proyecto político”.
La “Revolución Bolivariana” presenta entre sus activos el haber propiciado una de las más grandes regresiones históricas que país alguno haya padecido sin haber tenido una guerra. La política de “tierra arrasada” es consustancial al proyecto hegemónico chavista. Desmantelar la institucionalidad democrática y hacer de las elecciones un simulacro de civilidad son dos caras de una misma moneda.
El Teniente Coronel Hugo Chávez Frías nunca mostró disimulo sobre su aspiración personalista de perpetuarse en el poder a la vieja usanza de caudillos nuestros como Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez o Marcos Pérez Jiménez. A través de un Golpe de Estado en 1992 se hizo pública su figura de derrotado romántico cuyo manifiesto político no era otro que salvar la patria a través del más rancio nacionalismo. Una vez más se hacía presente en nuestra historia el caudillo providencial y vengador para atajar el desvarío.
Otra vez el genial Franz Kafka volvía a quedar superado por sus mejores discípulos: los venezolanos, ya que trastocábamos un fracaso en una trepidante victoria. El golpista violento pasaba a convertirse en el nuevo padre de la democracia en Venezuela con Asamblea Constituyente incluida. Luego, y muy pronto, nos enteramos que todo formaba parte de un ardid cuyo más inmediato acto fue la apropiación del monopolio petrolero, fuente de la riqueza del Estado, y la criminalización de los opositores.
El proyecto chavista es pre-moderno y se fundamenta en prácticas totalitarias que se inspiran en nuestra particular idiosincrasia tropical. El chavismo logró avanzar políticamente luego de apropiarse de PDVSA y quebrar el paro petrolero del año 2002-2003. Más de treinta mil trabajadores, directos o indirectos, fueron despedidos sin que se les haya reconocido sus derechos laborales. Las sucesivas contiendas electorales monitoreadas por un CNE volcado a favorecer al oficialismo sin ningún tipo de vergüenza, terminó por minimizar hasta el ridículo a unos opositores desconcertados por la audacia del Teniente Coronel Hugo Chávez en dictar las pautas en la consolidación de “su proyecto político”.
El legado del Teniente Coronel se resume en una Venezuela fracturada y en conflicto permanente entre dos mitades políticamente incompatibles, en una Sociedad aplastada por su propio Gobierno, y finalmente, en la destrucción del aparato productivo del país. Democracia como tal no hay, es sólo un eufemismo.
Hoy, luego de 15 años de estos bárbaros en el Poder, no hay nada que celebrar, por el contrario, Venezuela se encuentra de luto y se vive en el más profundo desconcierto a la espera de un desenlace promisorio que permita algún tipo de regeneración. La ciudadanía activa inspirada por valores humanistas y pro democráticos deberá jugar un rol protagónico en ésta inaplazable aspiración.
* Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ