El teatrero Luigi Sciamanna recrea en “400 sacos de arena” cómo salvaron a “La última cena” de Da Vinci durante la Segunda Guerra Mundial
¿Cuáles textos se deben producir y exhibir ante los venezolanos para que disfruten las temporadas de espectáculos teatrales? Impera el libre albedrio, aunque empresarios y artistas miran con codicia a las carteleras foráneas y descaradamente copian; algunos pagan los sacrosantos derechos de autor; otros miran con piedad a los desvalidos dramaturgos nacionales y los convocan. Pero nadie, por no decir muy pocos, ni los entes oficiales, hacen públicas sus razones sobre por qué exhiben tal pieza.
Los espectadores, en última instancia, tienen que digerir lo que les muestren y algunos optan por aquellos montajes que son más contemporáneos o que aluden en algo a una de las problemáticas de este país. De ahí el éxito de cierto teatro comercial que muestra al venezolano desde el escenario.
En fin, entremos en materia y para eso hemos entrevistado al autor-director-productor Luigi Sciamanna, quien tiene en el Teatro Chacao su espectáculo “400 sacos de arena”.
Historia contada
por mujeres
-¿Por qué insistir tanto con una dramaturgia usando temas y/o argumentos europeos, sin que mi pregunta pretenda ser xenófoba?
-Esa es mi doble condición. Soy venezolano y europeo. Sin embargo, sólo en la medida en que el espectador de «La novia del gigante» o «El gigante de mármol» no haya sentido como propias alguna de las situaciones que allí se exponen, podríamos hablar de una dramaturgia ajena. En 2015 me gustaría poder presentar el díptico teatral sobre el asesinato del Mariscal Sucre y esas dos piezas, oh ironía, tampoco ocurren en Venezuela.
-¿”400 sacos de arena” está basada en hechos reales?
-Está basada en acontecimientos históricos. Aunque, en eso que llamamos «la vida real», quien cubrió la pared con sacos fue un grupo de religiosos y no de religiosas, tal como ocurre en la ficción. Pero el contexto es histórico, las fechas, la ciudad, los bombardeos aliados y, por supuesto, la supervivencia de la obra. Los personajes todos pertenecen a la ficción. No me preguntes el por qué. Pero desde que descubrí esta historia, supe, sentí, que la tenía que contar con mujeres.
-¿Cómo será la temporada?
-¿Quién puede saberlo? (risas) Lo que sí te puedo decir es que serán sólo tres fines de semana. Del 31 de enero hasta el 16 de febrero. Los viernes a las ocho de la noche; sábados y domingos a las cinco de la tarde. La duración aproximada de la obra es de dos horas con diez minutos.
-¿Cuándo una pieza con situaciones venezolanas?
-Cuando llegue el momento. Como te dije, me encantaría que fuese con el mariscal Sucre como sujeto central del drama.
Elenco de lujo
El director-autor Sciamanna explica que “la pieza tiene la dificultad de reunir a 13 personas sobre el escenario, pero, además, 13 personas que están prácticamente juntas a tiempo completo. Imagina compaginar un horario para 12 actrices que son a la vez artistas, madres, hijas, amas de casa, esposas, novias. No es fácil. Por otra parte, no sé cuántas veces en este oficio, haces una lista de artistas ideales con los que quieres trabajar en un proyecto y logres reunirlos. Disfruto verlas llegar con sus respectivos rituales e historias y más me extasía oírlas cantar. Me desespero cuando el cuadro no está completo. Ocurre a menudo. Repito, es mucha gente. Para nuestro teatro, es mucha gente. Pero poco a poco hemos ido levantando el edificio. Me encontré a Elba Escobar hace más de un año en un café, me le acerqué para decirle que estaba escribiendo cosas y que la tenía muy presente. No sé si Elba lo recuerda. Pero este es el fruto, el primero, de aquellas palabras en ese café. Espero poder concretar el segundo proyecto que tengo pensado con ella. Pondría a Mariaca Semprún en todo, pero no siempre se puede. Me gusta mucho su energía y desde la bella experiencia de Hannah Arendt-Martín Heidegger y “Cartas de Amor”, no habíamos podido inventar nada nuevo. A Sara Catarine, con su maleta siempre a cuestas, Zaira Castro, con su melena a lo Mina, y Elizabeth Quintanales, siempre acontecida, artista y gerente, las conozco y respeto por su experiencia y trabajo lírico que he disfrutado como espectador en más de una ocasión. Andrea Imaginario me resulta una curiosidad con su mezcla de actividad laica y artística. Su disco, que acaba de salir, con fados inspirados en textos de Pessoa es muy hermoso. Níobys Delgado forma parte del cuadro joven del elenco. A Mariana Marval la conozco desde la experiencia del musical «Los Productores»; estuvo formándose en Londres, y ahora compartimos en ese interesante proyecto docente que se llama «La Escuela» y del que han salido para este montaje tres jóvenes talentos: Constanza García, Alicia Vivas y Sara Alvarado. Después está el caso de Isabel Palacios. «La Palacios” está aquí en el doble rol de actriz y directora musical. Tras muchos años intentando trabajar juntos, por fin las puertas se abrieron y el agua parece entrar ahora a raudales. Tiene la entrega e ilusión de quien comienza una carrera y la experiencia y severidad de su fructífera y apasionada trayectoria. Es un elenco de actrices que cantan y de cantantes que actúan. Por ejemplo, ver a Elba Escobar estudiándose los cantos gregorianos o a Isabel Palacios memorizar sus líneas sin apoyo de una partitura, es toda una aventura. También es maravilloso ver como cada una, desde lo personal e íntimo, tiene una relación con el texto. Bendito entre todas las mujeres está Martín Peyrou. No sabía de Martín y me fui a ver «Cónyuges» y «Los chicos del 69» para conocer su trabajo. Conversamos y aceptó. Martín es una trompeta en medio de una orquesta de cuerdas. Es interesante su sonido dentro del cuadro vocal femenino. Tiene una mezcla interesantísima de rudeza y fragilidad. Virilidad y dulzura.
Bombas en Milán
En agosto de 1943, durante la Segunda Guerra Mundial, los Aliados descargaron sobre Milán, Italia, un bombardeo con el fin de debilitar el régimen fascista de Mussolini. Un grupo de religiosas se dio a la tarea de recolectar un número de sacos de arena para cubrir la pared del convento de Santa María de las Gracias, donde se encuentra la mundialmente famosa representación que Da Vinci hizo de la cena de Jesucristo con los apóstoles, en la que el Mesías les anunciaría que sería entregado. Gracias a los sacos, la obra resistió el bombardeo. La acción transcurre en el convento, durante las últimas 24 horas antes de que se realice el bombardeo. Mientras las hermanas de clausura rezan, guardan silencio, comen y cargan sacos, cantarán en vivo una selección de los más hermosos cantos gregorianos. Pero al convento ha logrado entrar un hombre, un soldado, que fijará su atención en una de las hermanas. Este soldado es Martín Peyrou
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E.A. Moreno-Uribe
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