Hasta tanto no se ataquen los dos grandes males de este momento: corrupción e impunidad, la paz no sólo será insuficiente, sino que será más utópica que nunca
Los niveles de violencia, reconocidos desde los entes gubernamentales, están sobrepasando el límite de lo tolerable. La inseguridad no sólo es un problema ciudadano, sino que se convierte en un problema de Estado que confronta a las autoridades con sus obligaciones y sus competencias, sin olvidar el mandato constitucional sobre la corresponsabilidad del ciudadano en la seguridad ciudadana.
Si hay algo que golpea, aliena, inmoviliza, produce migración y nos conecta con los instintos animales básicos es el miedo y la violencia. Ninguna sociedad sometida a altos y constantes índices delictivos, en un espacio favorecido para la corrupción y la impunidad, puede considerarse sana.
Síndrome ciudadano peligroso
Ya las excepciones han ido desapareciendo, pocos son los que pueden asegurar se han salvado de ser víctimas de un delito. Consultar en nuestro entorno será la muestra perfecta para medir el impacto de la inseguridad, tomando en cuenta que en cada familia hay personas que han sido víctimas en más de dos oportunidades, con lo cual el miedo, y la sensación de inseguridad será cada vez peor.
Leer que los cines, teatros, restaurantes, centros comerciales y otros espacios para recreación y esparcimiento están cerrando en horas tempranas, es un indicador de el quiebre real ante lo ya intolerable. Pensar que cada vez más personas se encierran en su casa temprano, no aceptan invitaciones e incluyen en su discurso constante el miedo y la paranoia, produce un síndrome ciudadano peligroso, cuyos resultados nunca serán pacíficos, a menos que se tomen medidas drásticas, urgentes y se inicie un camino real hacia la PAZ como derecho ciudadano, pero también como deber del Estado, en todas las formas de gobierno que se manifieste.
Una necesidad
urgente de paz
La respuesta violenta como salida al conflicto se ha empoderado de muchos espacios alejando la posibilidad de hacer la paz. La muerte, lamentable como todas las muertes, de Mónica Spear, provocó elevar el discurso colocándole nombre y apellido a esa desgracia que vivimos a diario, cualquier día y hora del día. Los ciudadanos no sólo queremos paz, sino que la necesitamos con urgencia para poder vivir en un estado de normalidad en el desarrollo de nuestras actividades.
Violencia juvenil en alza
La delincuencia siente que tiene el control de la violencia, a pesar de anuncios, que no compartimos desde lo profesional, como el incremento de muertes en enfrentamientos contra la autoridad, los delincuentes saben y reconocen que la guerra se ha declarado, pero también están conscientes que ellos tienen cómo enfrentar esa guerra y probablemente ganarla, con alto costo para la vida y los sueños de los ciudadanos de bien.
Edades cada vez más tempranas en los delincuentes, mayor nivel de agresividad y violencia, venganza, consumo de droga, porte de armas de alto calibre, ya no sólo de fuego, sino de guerra, son parte de los procesos complicados para la paz.
Imprescindible ataque a
la corrupción e impunidad
Es valioso el hecho que se hayan abierto algunas puertas para el diálogo entre los responsables, los ciudadanos del medio estamos agotados del peloteo de las culpas, necesitamos no sólo alternativas, sino seriedad en el trato de fondo del conflicto. Es valiosa la consulta nacional que se efectuó para conocer las opiniones de los ciudadanos y todo aquello que se haga para asumir no solo el compromiso, sino las medidas necesarias para avanzar. Las medidas nunca serán a través de la violación de los derechos humanos y hasta tanto no se ataquen los dos grandes males de este momento: corrupción e impunidad, la paz no sólo será insuficiente, sino que será más utópica que nunca.
La salud mental de una sociedad y las posibilidades de avance sólo serán posible en la medida que se logre bienestar, que sólo se alcanzará en un ambiente de no violencia y generador de la paz. El homicidio, secuestro, el tráfico de drogas, la legitimación de capitales y la corrupción son delitos que irrumpen con violencia en cualquier propuesta que invite a la paz. Sin acabar con estos males delictivos, todo quedará en una excelente disposición, en discursos necesarios, pero inútiles, que no modifican realidades. La paz hay que sembrarla y sus frutos se recogen entre 15 y 20 años después, sobre todo si la hacemos parte de la vida de niños y adolescentes. Acuerdos políticos reales, pactos sinceros para mantener la Democracia y lograr espacios de gobernabilidad, educación en prevención, conciliación y mediación es la forma, el fondo implica acción de largo plazo y un real juzgamiento de autoridades de alto nivel implicadas en la corrupción, control de redes de narcotráfico y delincuencia organizada. Hasta que no se logre hace justicia no se podrá hacer la paz.
Paz y vida
Los anuncios y las campañas son útiles e importantes, las acciones obligatorias e impostergables. Vendrán próximos anuncios sobre incremento de penas, reforma de LOPNNA, del Código Penal, del Código Orgánico Procesal Penal, militarización de instituciones vinculadas con la seguridad, nombramiento de militares para dirigir policías municipales y regionales. Estos anuncios sólo servirán para comprobar que la institucionalidad se quebró y que se quiere buscar un culpable: la ley. Sin darnos cuenta vamos generando ambientes de conflictividad que llevan a la violencia, por ejemplo en las colas de los supermercados, para conseguir los alimentos básicos de cada hogar ha provocado reacciones insospechadas en cierto tipo de personas.
La paz debe ser entendida dentro un proceso integral y para lograrla las condiciones deben darse en todos los asuntos de la vida nacional: seguridad, salud, alimentación, identidad, sistema de justicia, gobernabilidad, educación, pero también en todos los espacios entre ellos: gobierno y oposición.
Los ciudadanos no sólo merecemos paz, sino que la exigimos como única alternativa para seguir vivos. Hacer la PAZ, es hacer la VIDA.
Dos aspectos claves
La paz conlleva no sólo el anuncio de medidas y de campañas publicitarias, sino que incluye dos aspectos vitales para alcanzarla:
1. Comporta un proceso de internalización real sobre su contenido, que pasa por un diálogo conciliador, por el reconocimiento del otro como sujeto de derechos, por la utilización de un discurso que invite al respeto y por eliminar cualquier mención que genere un efecto contrario.
2. Impone la necesidad de sembrar una cultura jurídica de mediación y conciliación, sin disminución de derechos, ni la humillación del adversario sea cual sea su posición. En Venezuela, la contienda política polarizante ha sido un obstáculo real para la paz. Las agresiones mutuas, la distinción entre los buenos y los malos, la imposibilidad de sentarse a discutir los problemas comunes, son muestras palpables del distanciamiento con la paz
Para que te defiendas //// Mónica Fernández //// Twitter: @monifernandez