Jamás lucharé desde la violencia, lucharé desde la igualdad, desde los Derechos Humanos, conquistando a los que quieren adversarme y amando a quienes desde lo más pequeñito hacen que vivamos una Venezuela posible
Estoy convencida de que juntos hacemos Venezuela y me duele infinitamente vernos enfrentados, confrontados. Me duelen los muertos, los heridos. Me duelen los bienes públicos y privados dañados por aquellos que pretenden convertir la protesta en violencia.
Me duelen aquellos que son usados como carne de cañón para defender posiciones que quizá ni siquiera comprenden. Me preocupa que pretendamos cambiar desde la violencia usando como única estrategia la muerte y la agresión.
La realidad nos abruma
No se justifica que un país como este transite por un camino peligroso a lo primitivo. Un país que tiene todo: mar, cielo, montaña, selva, naturaleza, caza, pesca, que cuenta con personas maravillosas, cuyo gentilicio era la envidia del mundo, hoy está ahogado en una guerra permanente entre iguales.
Me duelen también las colas para comprar. El necesitar una medicina y no tenerla. No se trata de ponernos en el eterno e indefinido tema quien es la culpa, cada uno tiene su versión, pero la realidad abruma. Se trata del hecho objetivo y real que nos ocurre.
Me duele la inseguridad porque llevo sus huellas en mi espalda y en mi alma. Me duele pensar que la gente quiere irse a otro lado sobre la premisa de que aquí no se puede seguir viviendo, porque la vida vale poco.
El país del medio sufre la peor parte
Lamentablemente, muchos se acordaron hace poco que hay un país por el que luchar y que amar. Hay quienes exigen y no dan, hay quienes que pretendan que se hagan cosas heroicas, como dejar de trabajar para confrontarse con el poder. Otros pretenden elevarse como líderes sólo a través de la violencia. Son días difíciles para todos y es el momento de amar más que nunca a este país cansado de odio, de venganza, de confrontación, de sangre, de lágrimas entre hermanos.
Tengo maravillosos amigos a quienes quiero y respeto en ambos bandos políticos. Con todos converso, discuto, analizo. Cada uno tiene una visión de país, que coincide en mucho y difiere solo en formas. Pero hay un país del medio que es el que sufre la peor parte, porque teniendo todo absolutamente todo para ser los mejores nos estamos acabando en una guerra política que nos hace algo que nunca hemos sido.
A pesar de todo, sigo creyendo en el diálogo
Protestar es un derecho, pero la violencia es un delito. Quienes manifiestan dicen no ser violentos, pero no hay duda que en el medio de ellos hay quienes han abusado de su derecho y han convertido la protesta en más dolor, en más sangre para un país que merece risas, sueños, libertades y prosperidad.
Compararse con otros países y otras historias es una torpeza. A pesar de todo lo que he vivido sigo creyendo en el diálogo y en las exigencias desde los derechos y no desde la guerra. Pensar en los días venideros resulta una incertidumbre.
Es difícil leer a quienes insultan y ofenden a los trabajadores de los medios sin pensar en su personal y sus familiares. Hay decisiones que no toman los trabajadores. Hay quienes tienen cargas económicas, profesionales y emocionales que no pueden estar en juego por una euforia colectiva, con razón o sin ella, pero la cordura debe privar ante cualquier acto que ponga en riesgo la integridad física y hasta la estabilidad.
Con destrucción no se construye un país
Juzgar desde las redes sociales, o desde el exterior, puede resultar más sencillo que tratar de construir país desde abajo, día a día, haciendo bien lo que nos toca como rol. La construcción de un país jamás se podrá hacer desde la destrucción.
La cultura de la corrupción, el amiguismo, el formar parte de la anarquía y el caos, del dame papá Estado, la flojera, por citar solo alguno de nuestros males no depende de un gobierno o de un Mesías, depende de cada quien.
Jamás lucharé desde la violencia
Yo amo infinitamente esta tierra donde crecí, donde me forme como profesional, este país al que le he dado todo, hasta arriesgando mi propia vida. Este país que me ha enseñado tantas cosas y que también me ha golpeado severamente. He tenido mil razones para huir, pero han sido muchas más las que me invitan a quedarme.
Jamás lucharé desde la violencia, lucharé desde la igualdad, desde los Derechos Humanos, conquistando a los que quieren adversarme y amando a quienes desde lo más pequeñito hacen que vivamos una Venezuela posible.
Que nada ni nadie nos divida más
Los cambios no sólo son necesarios sino imprescindibles e imposibles de frenar, pero son los cambios culturales, los cambios interiorizados los que hacen los países prósperos.
Quiero para Venezuela mares de alegría, mares de medallas deportivas, mares de niños exitosos, mares de abundancia, mares de seguridad, pero jamás mares de sangre y de lágrimas de ningún venezolano, sea cual sea su corazón político.
Sigo dando todo sin juzgar, trabajando por lo que sueño, dando lo que exijo. Quienes amamos a Venezuela sabemos que el verdadero poder es el del ciudadano que no hace de sus derechos una herramienta para delinquir.
Paz y cordura son claves para el futuro. Cada quien es responsable de sus actos y de la consecuencia de los mismos.
Que nada ni nadie nos divida más, porque el dolor ya es suficiente. Te amo Venezuela y como me dueles por ti seguiré luchando desde mi espacio.
Mónica Fernández |@monifernandez