López apareció entre una multitud opositora de la Plaza Brión y desde lo alto de un monumento al prócer cubano José Martí anunció que se entregaría.
«Me presento ante la justicia injusta, ante una justicia corrupta», lanzó López, vestido de blanco y tocado con un crucifijo.
Llevaba una flor blanca en la mano izquierda y la bandera venezolana en la derecha mientras la multitud gritaba «¡Libertad, libertad!» y «¡Va a caer, y va a caer, este gobierno por corrupto va a caer!».
Con gritos, consignas y aplausos le pedían que no se entregara a la Guardia Nacional, que desde temprano se habia instalado en esa plaza situada en el distrito Libertador, un feudo chavista.
«Si mi encarcelamiento vale para el despertar de un pueblo (…) valdrá la pena mi encarcelamiento infame», les dijo López, quien abiertamente promueve la «salida» del gobierno de Nicolás Maduro.
López se bajó de la estatua, abrazó a su esposa y con el rostro tranquilo se dirigió, entre un enjambre de simpatizantes y cámaras de los medios , hacia los guardias nacionales, que lo introdujeron en un camión con rejas y pequeñas ventanillas.
El vehículo, rodeado por un cordón de guardias, arrancó pero su andar fue tortuoso, lento, errático, ante los cientos de simpatizantes que no se resignaban a ver a López detenido.
«¡Libérenlo!», «¡Suéltenlo, cobardes¡» gritaban y bloqueaban el paso del vehículo por las estrechas calles de Chacaito.
«Hermanos, soy Leopoldo, estoy bien, permítannos avanzar sin violencia. Les doy las gracias pero les pido de corazón que nos dejen pasar, les pido que no caiga en la tentación de la violencia», dijo a través de un megáfono desde el interior del vehículo.
Pero fue inútil: el camión no conseguía avanzar. Una camioneta negra, con vidrios polarizados, llegó al lugar y López fue introducido en ella.
El trayecto fue el mismo, con un andar improvisado, que en ocasiones sólo conseguía dar vueltas por una misma zona obstaculizada por pelotones de manifestantes y con el eco de las cacerolas que golpeaban vecinos de la zona. Las protestas eran por su detención pero también por la elevada inflación y la falta de productos básicos.
AFP