La gente humilde de nuestros barrios puede que no se haya sumado activamente a las protestas, por ahora,pero tampoco “han bajado”, a darle el espaldarazo a Maduro. Esto corrobora dos cosas: Los dislates en materia económica de Maduro, y su evidente incapacidad como gobernante, que nos afectan a todos por igual, le están pasando factura
Son estos tiempos muy difíciles. Pese al inmenso despliegue mediático montado desde el poder para tratar de hacer creer al mundo que acá “no pasa nada”, la realidad el que el país completo está protestando. Originalmente se protestaba contra la inseguridad, la escasez, la corrupción y otros males que, por cierto, en todos estos días no han hecho más que crecer. Ahora a la protesta se suman otros motivos. La lucha ahora no es sólo contra la franca ineficiencia de este gobierno, sino además contra el abuso, las violaciones a los DDHH, las detenciones, arrestos y “retenciones” ilegales de al menos (al momento de redactar esta columna) 506 personas a nivel nacional por el simple hecho de protestar; los tratos crueles, inhumanos y degradantes a los que son sometidos no sólo los manifestantes, sino además quienes son privados de su libertad y además, por si fuera poco, por el asesinato confirmado de al menos 5 personas en las diferentes manifestaciones de protesta que se han dado a nivel nacional.
Es el tiempo del empeño, de la determinación y de la valentía, pero también el del ánimo sosegado y sereno. Por encima de todo, y a los líderes políticos me dirijo en este momento, es el tiempo de asumir la verdad.
Protesta ¿excluyente?
He visto con mucha preocupación que algunos líderes nacionales, dentro de los cuales, pese a que muchos les duela, he de incluir a Henrique Capriles, se han dirigido a nuestra nación con discursos que, con todo respeto lo planteo, por una parte están separados de la realidad que cualquiera que salga a la calle en estos días puede percibir, y por la otra, sugieren un escenario irreal en el que los actos de violencia que se han visto todos estos días han sido promovidos y alentados no sólo por el gobierno, sino además por los manifestantes opositores. Nada más alejado de la verdad.
Se ha insinuado, por ejemplo, que la lucha de los estudiantes es una lucha sectaria, que no incluye a “los pobres” y que en consecuencia, aunque no se diga expresamente, es “excluyente”. Esto no es cierto, y lo demuestran dos hechos fundamentales: En primer lugar, las protestas en todo el país no han estado limitadas a las zonas pudientes u “oligarcas” (así las llamaría Maduro) de cada región. Por el contrario, si hablamos de Caracas, sólo por poner un ejemplo, vemos que las protestas se han extendido desde el este de la ciudad hasta el oeste en casi todas las urbanizaciones. Hablamos de Catia, de Petare, de Coche, de Montalbán, de Altamira, de La Tahona, de Santa Cruz del Este en Baruta, de El Cafetal, de La Candelaria y no pare usted de contar.
En segundo lugar, alguien podría oponerme que estas zonas no son “barrios”, y que la gente más humilde, a su decir, no se ha sumado a las protestas. Con respecto a esto cabe decir, por una parte, que en las concentraciones y manifestaciones públicas se ve gente de todo tipo, o mejor dicho, se ven miles venezolanos que no responden a un patrón socioeconómico limitado y excluyente, sino que representan a toda la sociedad venezolana; y por la otra, y he aquí lo más importante, si se dice que “los barrios no han bajado” a apoyar las expresiones y manifestaciones de la oposición, también hay que aceptar que tampoco “han bajado” para apoyar a Maduro y a su gobierno. Si no me lo creen, vean y analicen lo que ha sido la asistencia de oficialistas a las diferentes convocatorias recientes del gobierno.
Maduro sin respaldo popular
En ningún caso ha contado Maduro con el respaldo inequívoco, emocional y masivo, del pueblo humilde, y esto le ha forzado a traer continuamente, la mayoría obligados además, a los funcionarios públicos de todo el país para que le hagan bulto, lo cual por cierto no le ha resultado tan exitoso como se pretendía.
En definitiva, contra la supuesta “exclusión” de los pobres de las protestas, cabe alegar que no es tal, dado que además de la manifestación militante y pública, existe una forma soterrada y silente de expresar descontentos, que es igual de contundente y debe ser leída con mucha atención, que se muestra en el hecho incontestable de que en la calle a Maduro no se le apoya. La gente humilde de nuestros barrios puede que no se haya sumado activamente a las protestas, por ahora, pero tampoco “han bajado”, a darle el espaldarazo a Maduro. Esto corrobora dos cosas: Los dislates en materia económica de Maduro, y su evidente incapacidad como gobernante, que nos afectan a todos por igual, le están pasando factura; y además, que el “líder” actual, por “ungido” que se crea, no tiene con las masas la misma conexión emocional que Chávez sí tenía. Con Chávez, antes, “con hambre y sin empleo” había “resteo”, con Maduro no.
No justifico ni justificaré jamás la violencia
Lo otro que algunos han dicho, y mucho, montados sobre un pedestal de aparente “ponderación” y objetividad, es que deben cesar las “confrontaciones” y las supuestas agresiones “de lado y lado”. Esto es muy peligroso, sobre todo cuando estas expresiones van en boca de dirigentes opositores nacionales ¿Por qué? Porque el lenguaje es delicado y su uso indebido acarrea consecuencias. En nuestro país, al menos en los días recientes, no han existido “confrontaciones”, al menos no en el sentido literal del término. Acá no han existido dos bandos de igual poderío que mutuamente se acometen, que mutuamente se agreden o se atacan, acá lo que se ha visto es que contra grupos de manifestantes en todo el país, otros grupos, hechos de militares, policías y de civiles armados hasta los dientes que actúan con la anuencia del poder, han ejecutado contra el pueblo agresiones de todo nivel que han incluido desde golpes y uso de sustancias tóxicas contra ciudadanos hasta el asesinato a balazos de personas.
No es verdad, y es hasta irrespetuoso, tratar de poner en el mismo nivel de agresividad y de violencia a muchachos que trancan una calle, o a los que protestan con piedras y barricadas, a los colectivos motorizados que portan armas automáticas y las disparan a mansalva contra otros ciudadanos. No justifico ni justificaré jamás la violencia, pero comparar e igualar a unos muchachos, por “tirapiedra” que sean, con los miembros asesinos de los colectivos armados que actúan de la mano con militares y policías disfrazados de “robocop”, y que incluso entran a la fuerza en las casas de las personas para hacer destrozos, lesionar gente y amedrentar es, por decir lo menos, una estupidez.
Y es una estupidez peligrosa, pues permite a quienes ahora tienen el poder legitimar el recurso a la violencia y además estigmatizar, con la ayuda inadvertida o dolosa de algunos opositores, como criminales a quienes promueven las manifestaciones o participan en las protestas. Una cosa es deslindarse de la violencia y otra, muy diferente, es hacerlo poniéndola sobre los hombros de quien no es violento. Espero que eso no sea para “sacar de juego” a los otros liderazgos que han leído la realidad de una manera distinta y han optado por hacer por el país, dentro de los cánones constitucionales, algo más que esperar hasta que llegue el 2019.
CONTRAVOZ
Gonzalo Himiob Santomé
Twitter: @himiobsantome