Mónica Fernández: La ira de los irracionales

Construir un país en ruina económica puede resultar posible, pero rescatarlo de la ruina social y humana puede resultar casi imposible
Construir un país en ruina económica puede resultar posible, pero rescatarlo de la ruina social y humana puede resultar casi imposible

 

Las fórmulas violentas para salir de la violencia sólo nos convierten en sujetos idénticos a aquellos que pretendemos juzgar. Me tocó vivir en carne propia insultos de vecinos que impedían el paso de aquellos que ejercíamos nuestro derecho al trabajo, según ellos nos mostrábamos indiferentes a la realidad del país

 

 

 

Dos grupos violentos 

que insultan por igual

 

La responsabilidad es un acto de madurez, pero sobre todo un acto de valentía en la Venezuela polarizada poseída por la ira de los irracionales. Pareciera que la sensatez y el sentido común también abandonaron nuestra tierra junto con la seguridad, el abastecimiento, el diálogo, la cordura y la paz. Decir algo que no responda a las pasiones borrascosas de dos grupos violentos enfrentados, nos hace víctimas de ofensas e insultos. Creo que cada vez que recibo insultos por llamar a la paz me siento más convencida que tenemos lo que merecemos, o lo que buscamos. No puedo repetir aquí las ofensas porque ensuciaría mi columna, pero sí quiero mencionar la ira que ellas contienen, porque no hay nada más peligroso para un país que la ira desatada de sus ciudadanos, cuando no hay nada ni nadie que la canalice.

 

 

 

 

Hay gente poseída 

por el odio

 

No soy la única que la ha sufrido, he visto como atacan a personas públicas como César Miguel Rondón o Arturo De los Ríos, por mencionar solo dos buenos amigos, simplemente por rechazar aquello contra lo cual se debe siempre luchar: la muerte, la violencia y la destrucción. Las ofensas más allá de demostrar irrespeto e ignorancia del contenido del llamado a la paz de quienes creemos en ella, demuestran el lado más oscuro, pero más superficial de sujetos poseídos por el odio que perdieron la capacidad de leer, de entender, de oír pero sobre todo de luchar de una manera digna.

El ejemplo más sencillo que puedo usar es aquel que vi en una autopista mexicana, cuando desde el PNUD tratábamos de hacer una campaña contra la violencia. Ese mensaje decía: “Contra los homicidios y la violencia, PENA DE MUERTE YA. Firma grupo ecologista”. Es decir, rechazando la muerte hacemos de ella una herramienta para salir del problema. Exactamente igual que todos los que enfrentando problemas reales de violación de derechos humanos, violan derechos de sus iguales.

Las fórmulas violentas para salir de la violencia sólo nos convierten en sujetos idénticos a aquellos que pretendemos juzgar. Me tocó vivir en carne propia insultos de vecinos que impedían el paso de aquellos que ejercíamos nuestro derecho al trabajo, según ellos nos mostrábamos indiferentes a la realidad del país. Gritos, ofensas, difamación y un sinfín de hechos tristes de recordar encabezaron esa manifestación por derechos que nadie vio, que nadie escuchó y que lamentablemente no transformó una cruda y dura realidad, que por el contrario hizo de las suyas horas más tarde cuando los más irracionales aún, aquellos que consideran que las vías y la vida de otros les pertenecen, arremetieron contra vehículos, edificios, apartamentos, y personas que manifestaban, también con violencia, en la vía pública.

 

 

 

La ira es como fuego 

sobre gasolina…

Es triste no entender que para ser la solución no se puede ser parte del mismo problema. Nunca serás tan idéntico a quien criticas como cuando el extremismo irracional te lleva a ser igual a él. Manifestar siempre será un derecho, pero la violencia no podrá dejar de ser delito con el cual se contribuye a que los arbitrarios terminen por apoderarse de los derechos ajenos. El contenido de odio que lleva la agresión verbal y la no admisión de posiciones distintas nos convierte en unos radicales. Pensar distinto sobre formas no quiere decir que en el fondo no pretendamos lo mismo. El que piensa distinto a mi, o quien no apoya mis métodos, de manera automática se convierte en un enemigo, no en un humano, sino en un objeto al que puedo golpear, agredir, insultar, ofender y calificar.

La ira es algo muy peligroso porque es el fuego que se posa sobre una gasolina que ya está echada hace tiempo. Los grupos armados desatados aprovechan la falsa valentía de muchos y termina agrediendo a todos.

 

 

Agotada de los radicales

La complicidad de autoridades policiales y cuerpos militares con quienes a traición agreden es imperdonable, se constituye en violación clara de Derechos Humanos y cuidado sino en crímenes de lesa humanidad, también el tiempo y las pruebas lo dirán. No por no apoyar la violencia y las manifestaciones que queman, destruyen, obstaculizan y generan miedo quiere decir que convalidemos violaciones de Derechos Humanos y cosas graves de fondo que siguen sucediendo. No soy quién para dar lecciones de historia, menos aún de democracia, ni de métodos de lucha. Tampoco soy “líder” de un bando o de otro para decir cómo se conducen los destinos de un país o qué es lo que hay que hacer. Yo hago lo que debo y tengo que hacer, de manera responsable, respetando a todos por igual, y reclamando mis derechos ante quien sea, como lo he hecho durante toda la vida, o quizá hay muchos que se olvidan de quien es quien en esta triste historia.

Simplemente soy una ciudadana que está agotada de los radicales, de los irracionales, de las ofensas, de los insultos entre unos y otros, pero sobre todo que está asombrada, no con candidez, de los caminos que está tomando la lucha desviada por los derechos, y la omisión terrible del cumplimiento de los deberes.

 

 

Opinar es un derecho, 

ofender es un delito

 

Cuando todo esto acabe, el saldo habrá que evaluarlo con mucho cuidado, porque construir un país en ruina económica puede resultar posible, pero rescatarlo de la ruina social y humana caracterizada por el odio, la rabia, la ira, la venganza, el dolor, la alienación psicológica, puede resultar casi imposible.

La peor lesión de una guerra no es la ocasionada a los bienes de los Estados, sino aquella que se causa a las almas, los cerebros y la conciencia de sus ciudadanos. Mi método es la paz sin ceder mis derechos, confrontando al poder que sea abusivo con pruebas y acciones que generen país no que lo destruyan. Tendría mil razones para odiar, pero es más grande mi razón de amar a Venezuela. Quienes no estén de acuerdo conmigo, sólo respeten. Opinar es un derecho, ofender es un delito.

Dios nos salve de la ira de todos los irracionales de cualquier bando.

No hay peor bala que aquella que escupe odio, ira y venganza.

El modelaje
de la violencia

 

Los gritos de auxilio en mi urbanización, los sonidos aterradores de disparos que sé no sólo cómo suenan sino cómo duelen, la imposibilidad de ir a trabajar, el miedo natural a la muerte, producen un panorama aterrador que la historia universal ya ha mostrado. Quizá para muchos sea la oportunidad de mostrar sus miedos, sus quejas y sus disconformidades de una manera que han aprendido como modelaje: la violencia. No por ello los voy a insultar ni ofender, simplemente el tiempo dirá si era o no el método adecuado, y quiénes estaban equivocados

Para que te defiendas

Mónica Fernández

Twitter: @monifernandez

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