Existe una famosa escena en la película The Matrix en la cual el personaje de Keanu Reeves, Neo, debe escoger entre una pastilla roja y una azul. La roja le abriría los ojos a una dolorosa verdad sobre el mundo en que vive, la otra lo mantendría en la ignorancia. Quizás haya llegado el punto de tomar esa decisión; no sobre el mundo exterior sino sobre el del interior del cuerpo.
En los últimos años, la tecnología ha avanzado tanto y se ha vuelto tan pequeña y barata, que se pueden utilizar aplicaciones y dispositivos para hacer cosas que hasta ahora sólo se podían hacer en hospitales con la ayuda de un doctor.
Se estima que en unos años, en todo el mundo existan unos 170 millones de dispositivos para la salud.
Y hoy en día se puede saber en cuestión de segundos la presión arterial, los niveles de glucosa, la saturación de oxígeno o la cantidad de calorías que se queman, entre muchas otras cosas.
¿Juguetes de niños?
La habilidad de monitorear nuestro cuerpo, ¿podrá mejorar la salud o esta tecnología es sólo un juguete de niños?
Hasta ahora, la mayoría de estas cosas han sido usadas principalmente por fanáticos obsesionados de los dispositivos y el ejercicio, hombres que quieren saber exactamente cuán lejos han corrido o pedaleado, o cuán elevadas han sido las pulsaciones.
No obstante, el doctor y presentador del programa Horizon de la BBC, Kevin Fong, investigó cómo la información sobre la salud de las personas se está moviendo del doctor al paciente, y lo que ello significa en el manejo de la salud.
10.000, el número mágico
A fin de averiguar cómo el supervisarse a uno mismo puede generar cambios en la persona, el científico Fong participó durante tres semanas en un pequeño experimento junto a otras tres mujeres.
Fong, quien confesó hacer mucho menos ejercicio del que debería, señaló que el llevar un podómetro tuvo un efecto inmediato en él. «Realmente no pensé que cambiaría la forma en que miraba las cosas que hacía y no hacía, pero lo hizo. Te hace ser más competitivo, incluso si sólo es contigo mismo», explicó el presentador.
La cuenta diaria recomendada de pasos para una persona que no haga mucho ejercicio es de 10.000. Una cifra que no sólo tuvo un efecto en Fong, sino en el resto de las voluntarias, que empezaron a hacer más ejercicio.
Una de ellas, Pam Brightman dijo que «no puedes parar hasta que no llegas a ese mágico 10.000. Es un poco loco». Uno de los comportamientos más sorprendentes -o quizás más competitivos- fue el de Celia Walker, quien admitió «haber terminado corriendo en el sitio mientras veía la televisión, sólo para llegar a esa cuenta de pasos».
Punto de inflexión
Pero no se trató sólo de un ejercicio inútil de contar pasos. Hubo beneficios reales. Cada participante logró el objetivo último del experimento: perder peso. Y al llevar un registro de su sueño con otro dispositivo diseñado para ello, también descubrieron qué les impedía tener un buen descanso y ahora como resultado todos duermen mejor.
El hecho es que cuanto más sepamos de nuestro cuerpo, más empoderados estaremos para hacer cosas que nos mantengan más sanos.
Esa es la razón por la cual Eric Topol, reconocido médico en Estados Unidos, está más inclinado a pedir a sus pacientes que se monitoreen con dispositivos que recetar fármacos.
De hecho, sus recetas médicas son aplicaciones. «Nombra la enfermedad que nosotros tenemos una aplicación para tu teléfono», señaló.
Topol cree que la tecnología actual ha producido un punto de inflexión en la medicina. «Esta es la mayor sacudida en la historia de la medicina. Va a cambiar todo lo que hacemos en la salud. Porque ahora toda la información va directamente al paciente, no al doctor. Y se trata de mucha más información de la que hayamos tenido».
La pregunta está en si de verdad queremos saber tanto de nuestro cuerpo y de su potencial de una forma tan detallada.
Y si decidimos abrir los ojos, no es una pastilla azul o una roja la que lo haga, lo más probable es que sea una aplicación.
BBC