Miguel Pérez Abad
A finales del año 2013 hice una reflexión del giro positivo que han tomado los procesos de paz en países como Colombia, Rusia e Irán que, aunque no se puede decir que ya se acabaron las causas que han originado distintos tipos de conflictividad en estas naciones, si se puede hablar de pasos trascendentales que van con cierta firmeza a concluir en acuerdos que mejoraran la calidad de vida y salud mental del mundo y por supuesto de los beneficiarios directos.
Mencioné el camino andando en el proceso colombiano entre el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las FARC, hasta el inesperado -pero deseado- acuerdo de Irán con el llamado Grupo 5 +1 para verificar carácter pacífico del programa nuclear iraní.
A estos dos ejemplos de la escena internacional, añadí los indultos concedido por el presidente ruso, Vladimir Putin, al empresario y opositor Mijail Jodorkovsky, a dos integrantes de la banda de punk rock Pussy Riot y los 30 activistas de Greenpeace.
Al comparar los casos anteriores con Venezuela, destaqué un hecho que hoy cobra más vigencia que nunca: “ En Venezuela, afortunadamente, no existen las heridas y la sangre que ha costado el conflicto entre Occidente e Irán. Por tanto, si ellos -con esos agravantes- se atreven a intentarlo, a nosotros nos sobran las ventajas para que la oposición y el Gobierno Revolucionario establezcan espacios para apaciguar el clima de crispación política actual. Es el mejor regalo que podemos darnos en el 2014”.
Sin embargo, 2 meses después de esa reflexión, en estos últimos días del mes de febrero, lamento advertir que de no detenerse la escalada iniciada el pasado 12 de febrero, y que hoy arroja un lamentable balance de 5 personas fallecidas, perderemos una ventaja comparativa con respecto a Colombia e Irán, porque mientras más profundas sean las heridas, más difícil es su curación, su cicatrización y el perdón.
El liderazgo político opositor debe hacer su mayor esfuerzo por asumir una forma responsable el manejo de quienes, aún siendo miniaría en la oposición, han generado hasta ahora grandes daños físicos y humanos al país, y lo peor sin ningún resultado loable, porque se entiende (y así lo ha reconocido el Gobierno Bolivariano) que hay problemas y dificultades económicas, pero la pregunta es si con acciones vandálicas van a solucionar esos problemas. Por el contrario, ya se reportan más focos de desabastecimiento por la obstrucción de vías en las principales ciudades del país, lo que impide la distribución de alimentos.