Luis Fuenmayor Toro
Oír a Maduro y a Rodríguez Torres decir que el Táchira está en manos de paramilitares colombianos me produjo una sensación indescriptible. Hace 8 años, en Últimas Noticias (10-5-2006, p 63) denuncié el control ejercido por irregulares colombianos sobre el territorio tachirense. Dije: “la presencia activa y abierta de los paramilitares colombianos y el ELN en toda la región, a través de cuyas carreteras se desplazan libremente atreviéndose incluso a montar alcabalas a voluntad, donde detienen y revisan a los vehículos particulares y de transporte circulantes, con la anuencia de la Guardia Nacional, con quienes parecen participar en negocios como el contrabando de combustible y quién sabe en qué otras fechorías adicionales”.
Más adelante afirmé: “paramilitares y elenos, grupos enfrentados en Colombia, trabajan juntos en El Táchira y recaudan dinero a través del pago de vacuna, ya no de los ganaderos de la frontera, sino de profesionales y comerciantes de la propia San Cristóbal, quienes pagan a los elenos o a los paramilitares para evitar ser agredidos por los mismos”. Preguntaba entonces: “¿Y cómo hablamos de soberanía, si no podemos garantizarla (..) contra las amenazas de grupos armados colombianos?” El Gobierno de Chávez, pues era éste el Presidente y no Maduro, ni se inmutó, entre otras razones porque consideraba amiga a la guerrilla y no le importaba el Táchira, como no le importó nunca Venezuela. Éste es su legado.
No tengo duda que una parte de los sectores más reaccionarios y realmente antinacionales trabajen en la dirección de tener una “cabeza de playa” en cualquier lugar de Venezuela, siendo sus favoritos los estados Zulia y Táchira, por ser fronterizos con Colombia, de modo tal que cualquier sublevación real atendería a estas dos regiones con cierta prioridad. Táchira además sufre las carencias y limitaciones del resto del país en forma mucho más grave, por lo existe un caldo de cultivo propicio para la protesta. Si añadimos la forma improcedente en que el Gobierno trata de controlar las protestas, los sectores desestabilizadores y golpistas tienen el mandado hecho.
Enfrentar esta realidad es muy difícil para el gobierno, cuyos prejuicios e ignorancia no le permiten ver lo que sucede ni diseñar acciones, más allá de las efectistas para ganar elecciones, y cuya soberbia le impide rodearse de gente capaz y patriota, que garantice las decisiones correctas del momento y no las vacilaciones y contradicciones vividas. La confusión del propio Maduro y su ansiedad fueron evidentes al preguntar en la Conferencia de Paz, en relación con el Táchira, si dejaba de actuar o que haría.
Presidente. No se trata de su gobierno. Se trata de acordarnos en un plan para salvar la patria, su integridad territorial, su soberanía e independencia, la unidad frente a sus enemigos reales no electorales, su Constitución, su institucionalidad, su economía, su democracia y su gente toda.