Fue acusada de cometer al menos 12 crímenes empleando el arsénico para envenenar a sus víctimas, siendo su largo proceso judicial seguido por todo el pueblo francés como si se tratase de una novela, la cual duró casi diez años y terminó de manera impredecible
Su primer marido, pero también su tía, su abuela, sus suegros, su cuñada, sus padres, dos primas y dos vecinos fallecieron. De todos, ella era la única heredera, lo que levantó sospechas sobre la vinculación de Marie Bernard con la muerte de estas personas.
Los hechos se registraron en el pueblo de Loudun, en la región francesa de Poitou-Charentes, donde su imagen había despertado desconfianza entre los vecinos, pues siempre vestía de negro riguroso, sus modales eran pésimos y su fama era la de una mujer fría, misteriosa y cruel.
Armada con arsénico
Marie Besnard nació en Francia el 15 de agosto de 1896. Esta mujer, fue acusada por 12 asesinatos con arsénico, entre ellos el de su primer marido. Empezó a levantar sospechas entre las autoridades francesas cuando heredó importantes cantidades de dinero de personas de su entorno que iban falleciendo misteriosamente en el pueblo de Loudun.
Sospechando que las muertes se habían producido de manera extraña, la policía local dio orden de que fuesen exhumados todos los cadáveres de los parientes de Marie Besnard. Así se hizo y a principios de 1950, tanto jueces como expertos presentaron las mismas conclusiones: en 12 de los cadáveres examinados se encontró suficiente arsénico para considerar la causa de muerte como envenenamiento.
A pesar de las graves acusaciones, Marie Besnard nunca se imputó las muertes y siempre se declaró inocente. Finalmente, consiguió ser absuelta gracias a su constancia y a su equipo de abogados, que aprovecharon todos los fallos del caso y sacándolos a la luz pública, lograron enfrentar a los acusadores y a los consejeros de estos.
Durante el proceso acusatorio, casi todos los testimonios estaban fundados en rumores o confidencias inciertas. Todo el pueblo de Loudun parecía conocer lo ocurrido. Había cantidad de cuchicheos, murmullos y secreteos, pero finalmente todo aquel testigo que decía saber algo, al día siguiente se retractaba de lo dicho.
Tampoco estaba muy claro el tema del arsénico. En todos los cuerpos exhumados se habían hallado cantidades de este veneno entre 18 y 60 miligramos. Sin embargo, en el momento de las muertes ningún médico había diagnosticado un solo fallecimiento por envenenamiento, sino que se habían atribuido esas muertes a diversas enfermedades.
Los psiquiatras encargados de diagnosticarla, la tratan de “mujer anormalmente normal”. Afirmaban que era hábil, fría, hipócrita y lúcida, que sus propósitos habían sido premeditados y que había consumado sus planes al matar a esas personas, ocultando y disimulando cualquier indicio que hubiese llevado a que se sospechase de ella.
Novela judicial
El caso se convirtió en un culebrón policial, mientras Marie Besnard estaba detenida en su celda de La Pierre-Levée, la prisión de Poitiers. A veces se sentía abatida y a sus pocos visitantes les confesaba: “Es horrible el soportar una prueba como esta. Menos mal que mi fe y mi creencia en Dios me sostienen. Y decir que han cortado en trocitos a mi pobre marido y a todos los demás…”.
Los acusadores esperaban en vano una confesión, pero nunca se produjo, por lo que en el juicio se presentaron los análisis de M. Béroud, toxicólogo de renombre. Las conclusiones de sus informes estaban en los periódicos locales, circulaban en los cafés y aumentaban las discusiones sobre el caso de la señora Besnard.
La policía, sin que el juez de instrucción ordenase lo contrario, optó por introducir en la celda de Marie algunas personas infiltradas con la intención de ganarse la confianza de la dama e incluso se procedió a contarle falsos testimonios de testigos inexistentes para arrancarle alguna confesión que la relacionase con la envenenadora que todos esperaban.
Sin embargo, estos métodos, lejos de inculparla, serían los medios para hacer bascular la opinión pública a su favor. Cuando comenzó el juicio, el 20 de febrero de 1952, estas irregularidades todavía no eran sabidas por la opinión pública, pero en seis días todo se supo y los actuaciones poco éticas de la policía salieron a la luz.
El examen del toxicólogo Béroud fue destrozado por una audaz defensa de la supuesta asesina, pues, al parecer, los restos que éste examinó fueron etiquetados con falta de rigurosidad absoluta. Ese día, todo el mundo empezó a pensar que se estaba abusando un poco de la pobre señora Besnard.
Finalmente, después de tres aplazamientos, termina el complicado juicio y Marie, en libertad desde 1954, fue absuelta el 12 de diciembre de 1961 por falta de pruebas. Murió el 14 de febrero de 1980 con 84 años, después de donar su cuerpo a la ciencia.
“Mis queridos
desaparecidos”
Cuando fueron expuestos a Marie Besnard los análisis científicos de los resultados, que a ojos de todos la condenaban, respondió que no entendía nada de lo que le contaban y solicitaba insistentemente que se realizaran nuevas autopsias a los cadáveres. Así, mientras, los distintos toxicólogos trataban de esclarecer la situación, ella decía que nadie mejor que ella para saber cómo habían muerto sus pobres difuntos: “Son mis queridos desaparecidos, nadie reza tanto por ellos como yo, y nadie les ha cuidado tanto como yo cuando estaban con vida. Yo no necesito ninguna herencia y nunca la he necesitado»
Edda Pujadas
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