Los meses transcurren y la relación ya cumple dos años. Ahí, el uno conoce muy bien al otro, ya no hay sorpresas ni muchas expectativas. Ya no hacen el amor con tanta frecuencia porque ceden al cansancio diario y a las preocupaciones que cada día trae
Las relaciones de pareja comienzan llenas de emociones como euforia, entusiasmo, muchas expectativas, altos niveles de adrenalina y dopamina e interés del uno por el otro, en una etapa en que el enamoramiento tiene su máxima expresión.
Lo anterior se traduce en que los deseos de estar juntos hacen que sus miembros pasen horas hablando y haciendo el amor sin que la palabra cansancio salga de alguno de sus labios mientras que los momentos en que uno está sin el otro se vuelven eternos.
La situación descrita se mantiene así hasta que pasan aproximadamente dos años de convivencia o un poco más de eso, y ahí puede uno de los miembros, o quizá los dos, cuestionarse sí, realmente, quiere permanecer con esa pareja o finalizar un vínculo que, por algunas razones, no sobrevivió al estado en que los niveles de adrenalina bajaron y las hormonas cesaron sus mensajes de apareamiento.
1. El uno hecho
para el otro
Cuando se conocieron Rita y Ricardo no pararon de hablar, de conversar acerca de sus vidas, de lo que hacían para ganarse el pan, de los pocos o muchos aciertos y desaciertos en las relaciones de pareja que habían tenido, para sentir una química que los enganchaba y les daba la sensación de que estaban flotando en las nubes.
Era un enjambre de sentimientos que los unía y les proporcionaba una sensación de que existía un mundo perfecto y que ellos tenían el privilegio de protagonizarlo por una fuerte emoción y fulminante atracción que los acercaba.
Ella tenía treinta años. Una vez pensó que no encontraría esa pareja que la haría pasar una noche despierta hablando de sí misma o escuchando a otro hablando de sí, para de esa individualidad hacer una dualidad que los convertía en dos seres excepcionales mientras albergaban esa percepción de que uno había nacido para el otro.
Él acababa de cumplir treinta y dos años. Sabía que algún día encontraría alguien que lo hiciera desistir de su soltería, pero no imaginó que Rita fuera quien lo hiciera desprenderse de su misma esencia, para dar rienda suelta a uno de los sentimientos más noble como el amor de pareja.
Los dos tenían bastante en común, la música los vinculaba, los pensamientos de justicia por un mundo mejor también y hacían una linda pareja, pero cada uno cargaba con su propia maleta de experiencias y de aprendizajes. Por ello, eran dos seres distintos, con una manera particular de percibir la realidad y de reaccionar ante ella, lo que, en definitiva, hace que la conocida frase que reza: son tan semejantes que parecen dos gotas de agua, esencialmente, sea falsa, aunque algunos piensen lo contrario.
2. La rutina, el cansancio
y el desgaste diario
A los pocos meses de haberse conocido, Rita y Ricardo deciden compartir el mismo techo y enfrentar las adversidades de la mano, tan enamorados que creían que todo lo podían vencer, hasta la rutina, el cansancio y el desgaste que trae la convivencia de cada día.
Las familias de ambos ven con buenos ojos se relación porque son dos buenas personas, aplauden que decidan hacer una vida en común con las mejores intenciones de parte y parte, pero eso no evita que empiecen las peleas que enciendan la mecha, con la única alternativa de una negociación, para llegar a acuerdos que los beneficien a los dos por igual, y así seguir unidos.
La descalificación se hace presente. Y la imagen que tiene el uno por el otro luce empañada. Las peleas aparecen cuando los celos se manifiestan y Rita le reclama a Ricardo su falta de respeto.
Por otro lado, Ricardo le recrimina a Rita que se molesta por cualquier tontería. Sin embargo, en nombre del amor que se profesan, se perdonan, el enojo cede y vuelven a creer en ese amor que se profesan y salen fortalecidos cuando vencen una a una cada batalla que en el escenario se manifiesta.
Los meses transcurren y la relación ya cumple dos años. Ahí, el uno conoce muy bien al otro, ya no hay sorpresas ni muchas expectativas. Ya no hacen el amor con tanta frecuencia porque ceden al cansancio diario y a las preocupaciones que cada día trae. Las molestias, a veces, no obedecen a lo que haga el otro sino a la fatiga del trabajo arduo mientras que la rutina se alimenta de esas pequeñeces que provocan que la vida en pareja de vez en cuando pierda ese encanto para volverse aburrida. Y es ahí justo cuando deben decidir sí siguen juntos o cada uno toma un camino diferente. Quizá, la pregunta surge, pero como el amor está presente, la idea de una separación se descarta.
3. Cuando la decisión
es seguir juntos
Si Ricardo y Rita deciden mantener la relación, sabrán que vivirán tiempos en que las turbulencias no van a faltar. Han reafirmado su relación cuando han superado que las hormonas y sustancias como la adrenalina bajen sus niveles. Saben que el uno no puede estar sin el otro, pero, por otro lado, se conocen bastante bien. Por ende, saben también qué esperar del otro, sin que existan muchas ilusiones de querer cambiar aquello que molesta tanto que, a veces, la relación pierde ese tono rosa que una vez tuvo.
Las emociones de amor se equilibran y los sentimientos desbordados se controlan, porque después de dos años cada uno sabe con exactitud quién es el otro, o por lo menos eso ellos creen saberlo, debido a que pueden predecir cómo actuará el compañero sentimental y esperar que se produzca una reacción sin que la expectativa que tiene uno del otro sea muy diferente al resultado.
Después de dos
años o un poco más
*** Las relaciones de pareja deben pasar a otra etapa en que las metas compartidas sean el ingrediente principal que nutre el vínculo, pues la pasión ha mermado un poco para dar rienda suelta al amor verdadero.
*** Por el contrario, cuando hay pocas cosas en común, cada uno mantiene del otro expectativas muy diferentes a las que había tenido al principio de la relación, un deceso de amor apasionado se traduce en la llegada del fin de esa unión, ya que no existe algo más que les permita mantenerse uno al lado del otro
La voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas