Un baño químico caliente que disuelve el cuerpo o una inmersión helada que lo desintegra.
Se llaman «resomación» y «promesión», respectivamente, y las dos promenten métodos menos contaminantes que la cremación para disponer de los restos tras la muerte.
Son los nuevos competidores más ecológicos de la incineración en hornos crematorios, que comenzó a popularizarse en el mundo en la segunda mitad del siglo XIX cuando se fue agotando el espacio en los cementerios.
«Creo que, cuando somos 7.000 millones de personas en el planeta, realmente tenemos que fijarnos en no dañar el medio ambiente con todos los cadáveres. El 1% de la población muere cada año en tiempos de paz, y debemos llegar a una solución muy sensata que también obedezca las reglas biológicas que debemos respetar», le dice a la BBC Susanne Wiigh-Mäsak, la bióloga sueca que ideó la promesión.
Por su parte, Sandy Sullivan, desarrollador escocés de la resomación, afirma que su método utiliza la octava parte de la energía que se emplea para la cremación y reduce las emisiones de carbono en un 35%.
Pero veamos en qué consisten.
Disolución química
Tal como le explica Sullivan a Tom Heap, periodista de la BBC, «en el proceso funerario no hay ninguna diferencia entre un funeral de cremación estándar y uno basado en la resomación».
Lo diferente es lo que ocurre cuando el fallecido ya está fuera de la vista. Entonces se saca el cuerpo del cajón de madera, que puede reciclarse.
«Se mete en una cápsula de resomación», detalla Sullivan, «y en lugar de fuego, utilizamos agua y una sustancia con base alcalina, es alrededor de 95% agua a alta presión y alta temperatura, y esto químicamente reduce el cuerpo a cenizas, y esa ceniza pura y blanca al final de proceso se devuelve a los familiares como se hace en la incineración».
«Usamos un proceso conocido como hidrólisis alcalina, nosotros creamos esa hidrólisis alcalina usando un químico llamado hidróxido de potasio a alta temperatura», precisa el bioquímico.
Lo interesante es que la hidrólisis alcalina forma gran parte del proceso natural de descomposición de un cuerpo, sólo que en lugar de tomar años, en este caso ocurre en pocas horas.
«Nosotros hacemos lo mismo de forma diferente y en un proceso mucho más rápido y limpio».
Además, apunta Sullivan, la resomación permite recuperar amalgamas dentales -por eso no produce emisiones de mercurio- y reciclar implantes.
Aunque aún no está regulado su uso en Reino Unido, ya hay varios estados de EE.UU. -entre los que se encuentran Florida, Colorado, Maine, Minnesota y Oregon- en los que la resomación es legal.
Un baño helado y un sacudón
Desde Suecia, la bióloga marina Susanne Wiigh-Mäsak creó otra técnica que, al igual que la resomación, busca imitar el modo en que la naturaleza se deshace de los cadáveres.
«Cuando un ser humano moría y éramos muy pocos en el planeta, quedaba en el suelo y después de algunas horas, como nuestros cuerpos son tan grandes, comienza un proceso de putrefacción, y esa señal llega a los carnívoros y animales salvajes que están allí para desmembrarlo en pedazos más pequeños y de cierta forma preparar los restos para que vuelvan a la tierra», le explica a la BBC Wiigh-Mäsak.
«Y eso es lo que yo imito. En lugar de utilizar los animales, que ya no es aceptable en nuestra sociedad, creé una solución técnica».
«Se congela el cuerpo en el hospital o en el ‘prometorio’, entonces pasa al equipo técnico que se llama ‘promesor’ y allí se separan el ataúd y el cuerpo».
El ataúd se transforma en leña, y el cuerpo es expuesto a nitrógeno líquido. Eso hace que el cuerpo se vuelva quebradizo, y con la combinación de una corta vibración muy especial, en un minuto el cuerpo cae desintegrado en pedazos».
Algo así, admite la bióloga, como lo que le ocurre a la máquina T-100 en la películaTerminator 2. Según este proceso, luego se introduce ese polvo orgánico resultante en una cámara de vacío para evaporar el agua.
Una vez seco, lo siguiente es pasar por un separador de metales para apartar cualquier resto quirúrgico o de mercurio. «Y eso será lo que se entierre», dice Wiigh-Mäsak, quien propone hacerlo en un cajón biodegradable fabricado con almidón de maíz.
Después de entre seis y 12 meses, el féretro y su contenido se convierten en tierra orgánica. «No deja ningún residuo en el aire, ninguna contaminación en el agua subterránea, ninguna emisión peligrosa en la atmósfera».
Wiigh-Mäsak espera que su idea, que está en una fase avanzada de desarrollo, sea una realidad viable en alrededor de un año.
No es extraño, pues que mientras muchos piensan cómo llevar una vida más amable con el medio ambiente, hay quienes se ocupan de desarrollar opciones más ecológicas también para la muerte.