Como se sabe, las acciones de calle conducen a un pulso frente a la opinión pública. Si el Gobierno no actúa, pierde. Si actúa con excesos, pierde todavía más. Este es el punto neurálgico. La única respuesta adecuada es el uso proporcional de la fuerza
Leopoldo Puchi
En la coyuntura actual, el diálogo es un instrumento útil para desactivar los elementos de la situación que puedan hacerla explotar. A mediano y largo plazo, puede operar en la construcción de valores y creencias compartidos, en un cuadro caracterizado por una puja visible entre intereses de clase distintos y visiones ideológicas diferentes.
La situación inmediata, que debe ser distendida y desactivada, tiene varios componentes. Uno de ellos es el severo cuadro de dificultades económicas por las que atraviesa el país, sobre el cual reposa gran parte del problema. Este fondo está allí. A lo que se le añade la incertidumbre sobre la capacidad del Gobierno para mejorar las variables económicas. El futuro se ve nublado por una porción elevada de venezolanos. El caldo de cultivo perfecto para que se produzcan estremecimientos sociales. Medidas recientes, como la disminución del cupo Cadivi, de internet y de los viajeros, afectaron directamente a los jóvenes y a las capas medias. Pero la inflación y la escasez pudieran estimular el malestar en los sectores populares, al ver sus condiciones de vida disminuidas.
A esta situación se le añaden otros ingredientes, entre los que vale destacar las incidencias de carácter geopolítico, es decir, la disposición a actuar, por parte de factores de poder internacional, para que Venezuela se reintegre al dispositivo hemisférico estadounidense, por lo que promueven una suerte de “primavera” o “revolución de colores”.
Otro factor que confluye a crear el actual cuadro, es la decisión de un sector de la oposición de impulsar la salida forzada del Presidente de Miraflores (“Maduro vete ya”). A esto se le suma la utilización de formas de lucha que incluyen no sólo manifestaciones pacíficas, sino también métodos de violencia de baja y mediana intensidad.
En medio de estas circunstancias, es necesario señalar que no ha habido una gerencia acertada de la crisis que se disparó el 12 de febrero. Los errores son numerosos y ha faltado tino. Como se sabe, las acciones de calle conducen a un pulso frente a la opinión pública. Si el Gobierno no actúa, pierde. Si actúa con excesos, pierde todavía más. Este es el punto neurálgico. La única respuesta adecuada es el uso proporcional de la fuerza. Pero no siempre éste ha sido el caso, y ha habido abusos y atropellos.
Un proceso de diálogo debe abordar la situación en su conjunto. Desbrozar las causas socioeconómicas. Neutralizar la estrategia de las “primaveras”. Acelerar los correctivos en económicos, concretar entendimientos con el sector empresarial productivo y normalizar la participación de la oposición moderada en la vida política nacional.