La adicción no siempre se puede considerar como algo malo.
Al igual que los servicios de televisión a la carta popularizaron el ver compulsivamente la televisión, los editores de libros buscan alimentar las ansias de los lectores publicando con más rapidez que nunca las entregas de las secuelas de sus queridas series de novelas.
A este fenómeno que se puede calificar de lectura compulsiva, un concepto que, hasta ahora, sólo era posible con aquellas series que ya tenían varios volúmenes en los estantes de las librerías.
Los editores saben lo que es un frenesí insaciable cuando lo ven.
Los fanáticos de las series de suspenso como «Divergente» y «Los juegos del hambre» devoraban los libros tan pronto como eran publicados, incluso habiendo esperado un año o más entre las secuelas. Lo mismo sucedió con los lectores de «Juego de tronos».
Pero esos mismos aficionados también son conocidos por quejarse de la lentitud que ha tenido el autor George R.R. Martin para terminar los dos últimos libros de la saga.
La bloguera de Book Rock Betty escribe: «A veces dudo en comprar el siguiente libro de la serie al momento de su publicación, porque sé que la espera para el próximo o para el último libro me parecerá una eternidad».
Los editores han escuchado estas quejas: el éxito en las listas de la serie de «Cincuenta sombras de Grey», de E.L. James, marcaron la irrupción de una nueva estrategia dirigida específicamente a los lectores compulsivos, la publicación compulsiva.
A diferencia de «Juego de tronos» o «Los juegos del hambre», las tres novelas de «Cincuenta sombras de Grey» fueron publicadas en un período de seis meses.
Oferta y demanda
Las publicaciones compulsivas funcionan mejor con algunas series que con otras. ¿Podría la editorial Random House haber contado con mantener el interés de la audiencia durante años con la serie de «Cincuenta sombras de Grey»?
En el caso de mi amada «Mellizas y rivales», así como un sinnúmero de series de adolescentes contemporáneas, la audiencia principal, inevitablemente superará la obsesión y seguirá adelante.
Un encuentro que experimenté demuestra el incentivo financiero de la lectura compulsiva para los editores.
Leí «El diario de Bridget Jones» un poco más tarde que el resto, en el año 2000, cuando ya tenía una segunda parte.
Fue una suerte, ya que terminé el libro en cuestión de días durante un viaje de negocios a Atlanta. Lo leí en Starbucks, en el ascensor y bajo las sábanas de la cama del hotel. De mala gana tomé un descanso al día siguiente para concretar un negocio y luego me apresuré a volver a la cama, pedí servicio a la habitación y lo terminé de leer alrededor de las diez de la noche.
De repente me sentí afligida por no tener a Bridget para que me hiciera compañía. ¿Cuántos kilos estará perdiendo ahora? ¿Todavía estará enamorada de Mark Darcy?
Medité sobre estas preguntas hasta que recordé que las respuestas estaban allí. «Bridget Jones: Al borde de la razón» estaba en las estanterías de una librería en alguna parte.
En esos días utilizábamos internet de manera diferente y estaba en una ciudad desconocida: no podía encontrar una librería abierta ni comprarlo en línea.
Tuve que esperar tres largos días hasta que regresé a Chicago, corrí a mi Barnes & Noble y abracé una vez más a mi nuevo amigo.
Apenas importaba que el segundo libro no estuviera a la altura del primero, siempre y cuando sintiera cómo Bridget todavía estaba conmigo por un rato más.
Este es el tipo de obsesión a la que los editores están apostando.
Locos por el libro
Mi encuentro con Bridget Jones destaca una de las mejores partes de la lectura compulsiva: se trata de una experiencia en la que se suspende el juicio crítico y permite que sea relevado por un auténtico gozo.
Te gusta pasar el tiempo con estos personajes, independientemente de su mérito literario que explica por qué muchos candidatos de lectura compulsiva parecen caer en la corriente principal de categorías de géneros de ficción en lugar de la de los ganadores del Premio Nobel.
Como el escritor Phil Edwards señala: «Si le preguntas a un fanático de ‘House of Cards’ lo que sucedió en la segunda temporada, en el episodio cuatro, no van a tener ni idea porque lo devoraron demasiado rápido».
«La lectura compulsiva es la misma cosa -agrega-, pero con los libros. Prácticamente, puede significar todo, desde leer rápidamente el principio y el final de los párrafos, saltándose por completo las cosas que no te gustan».
Por supuesto, ir a lo loco o demasiado rápido con la lectura compulsiva te puede hacer sentir tan horrible como lo que ocurre después de un atracón de comida o bebida: demasiado lleno, aturdido y con necesidad de la luz del sol y de ejercicio.
¿La buena noticia? Incluso la peor lectura compulsiva tiene que ser considerada como el más productivo de los comportamientos compulsivos.
Sí, es posible que se vuelva un poco obsesivo y que se sienta irracionalmente cerca de los personajes, como si realmente los conociera o que incluso haya vivido sus vidas.
Pero como alguien que escribe libros para ganarse la vida y que también ha sido lectora, les puedo decir: eso es lo que ambas partes sueñan.
Y a veces un gran libro simplemente te llega, aunque esté lejos de ser un placer culposo. Cuando leí el asombroso libro de Dave Cullen, «Columbine», una investigación profunda sobre los tiroteos en las escuelas en Littleton, Colorado en 1999, me quedé despierta varias noches leyendo hasta que no podía mantener los ojos abiertos y luego, cuando dormía, sufría de terribles sueños.
Pero el trabajo de Cullen era tan maravilloso, y tan aterrador, que, literalmente, me mantuvo despierta por las noches; francamente, se sentía como la respuesta más racional para esta historia en particular.
A veces tenemos que escapar del mundo, a veces necesitamos desesperadamente relacionarnos con él. La magia de los libros es que podemos hacer las dos cosas a través de ellos, sin calorías extras ni una resaca para demostrarlo.