Las acciones de vanguardia se articulan con un movimiento social real, afincado en las clases medias, muy extensas en Venezuela. Una porción de ellas reciente el descenso de su nivel de vida, que se expresa en escasez e inflación, y considera que es difícil un cambio político a partir del cronograma electoral que pauta elecciones legislativas para 2015, o un referendo para 2016
Leopoldo Puchi
Un sector de la oposición ha tomado la decisión de impulsar la salida de Nicolás Maduro de Miraflores por métodos distintos a los electorales y utilizando formas de lucha que contemplan acciones de violencia en las calles, de pequeña y mediana intensidad. Es una línea política distinta a la adoptada en 2006, cuando se decidió la participación en las elecciones de ese año. En ese entonces, las manifestaciones de protesta tenían como orientación evitar cualquier cierre de vías públicas, la quema de cauchos y de vehículos. Se estimaba que las marchas y concentraciones debían ser siempre pacíficas. Ahora es distinto.
Se trata de una estrategia política nueva, impulsada por el llamado sector radical de la oposición. Aunque no es mayoritario en el seno de la MUD, su política ha logrado imponerse por la vía de los hechos. Los partidos Copei, UNT, AD y PJ han manifestado su desacuerdo con esa política, pero todo indica que han sido desbordados y una parte de los miembros de sus comités nacionales se han inhibido o plegado a los lineamientos de lo que se conoce como “la salida”.
Las acciones de vanguardia se articulan con un movimiento social real, afincado en las clases medias, muy extensas en Venezuela. Una porción de ellas reciente el descenso de su nivel de vida, que se expresa en escasez e inflación, y considera que es difícil un cambio político a partir del cronograma electoral que pauta elecciones legislativas para 2015, o un referendo para 2016. A su vez, la violencia de calle es retroalimentada por los casos de respuestas excesivas o desproporcionadas del Gobierno en las acciones de control de los disturbios.
En este contexto, las dificultades para que se establezca un diálogo entre Gobierno y oposición son grandes. Las organizaciones que impulsan “la salida” no son partidarias de realizar conversaciones, pues consideran que al hacerlo contribuyen a que Maduro se mantenga en el poder y “gane tiempo”. Por su parte, los otros partidos de la MUD también muestran reticencias. Unos piensan que sería muy elevado “el costo político” para los partidos y que no se puede “deliberar con militares”. Un Nuevo tiempo ha calificado el diálogo de “mascarada”. Mientras que dirigentes de Copei le han llegado a dar un espaldarazo público a las llamadas guarimbas.
Ahora bien, no estamos frente a posiciones irreductibles de parte de los partidos. Todavía es posible avanzar en el camino del diálogo. En fin de cuentas, a AD, Copei, UNT y PJ no les interesa que el país se descarrile por el camino turbulento de una violencia permanente. Es posible llegar a ciertos entendimientos, dentro del marco institucional y en la perspectiva de los próximos procesos electorales. Para ello, debe haber concesiones, tanto del Gobierno como de la oposición.