Derek Jeter regresó al Bronx para escribir las últimas líneas de su carrera con los Yankees de Nueva York
Derek Jeter quiso aclarar algo: va a disfrutar al máximo su último año como pelotero.
«Es una percepción equivocada», declaró el torpedero y capitán de los Yankees en el marco de su último juego inaugural de temporada en el Yankee Stadium y en referencia a versiones de que la cantidad de homenajes que le esperan podrían resultar una distracción incluso molesta. «No importa la ciudad que me toque, en cada juego voy a disfrutar cada momento».
Para homenajearlo en casa, Nueva York reunió el lunes a los cuatro pilares de los equipos que conquistaron cinco campeonatos de la Serie Mundial (1996, 1998-2000 y 2009).
Jeter atrapó el primer lanzamiento ceremonial de parte de Mariano Rivera, mientras que Jorge Posada recibió otro de Andy Pettitte previo al juego que los Yankees le ganaron 4-2 a los Orioles de Baltimore.
«Derek es el último sobreviviente», dijo el panameño Rivera, el relevista con más salvamentos en la historia y que se retiró al final de la pasada campaña junto al lanzador Pettitte. El receptor Posada se despidió de las mayores tras la campaña de 2011.
«Es algo extraño, pero así son las cosas», comentó el puertorriqueño Posada. «Hay que seguir adelante, ya saldrán otros cuatro que tendrán que sacar la cara».
También hubo la oportunidad de que Jeter conversara en el camerino con Yogi Berra, quien con 88 años anda en silla de ruedas y es el símbolo viviente de los equipos que establecieron la supremacía de los Yankees durante las dos décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Jeter adelantó sus planes de retiro en febrero, indicando que su vigésima temporada sería la última de una ilustre carrera, en la que el domingo se instaló en el octavo lugar de la lista histórica de hits.
Ante 48.142 fanáticos que le ovacionaron cada jugada, cada turno y cada reflejo en el terreno, Jeter se fue de 4-1, con su hit número 3.321. También anotó una carrera y produjo otra con un rodado para doble play.
La fría tarde de primavera pudo haber alcanzado un mayor frenesí, cuando un batazo de Jeter estuvo a punto de rebasar el muro del bosque izquierdo. La pelota picó cerca de la esquina donde se anuncia la distancia de 318 pies y Jeter, quien se había quedado admirando la trayectoria en principio, debió apretar el paso para deslizarse de cabeza a la intermedia con un doble.
«Me tuve que apurar un poquito», reconoció. «Algunos se estaban riendo, pero después se dieron cuenta que el viento soplaba en contra».
Como Rivera el año pasado, Jeter será objeto de honores en cada parque que le toque visitar de aquí hasta septiembre. La tanda empezó en Houston la semana pasada, cuando los Astros le obsequiaron un sombrero y botas de vaquero, así como unos palos de golf.
El acto tomó un par de minutos, si acaso, pero Jeter lució algo incómodo por las atenciones antes del inicio del juego.
Hace un año, en la gira de despedida de Rivera, el panameño se deleitó con los homenajes y hasta organizó una serie de encuentros con fanáticos y empleados de los equipos rivales.
La diferencia es que Rivera no tenía que ponerse a trabajar sino hasta mucho después en el partido, mientras que Jeter tiene fama de estoico y de seguir rigurosamente su rutina de preparación.
Pettitte le rogó a Jeter que trate de aprovechar una situación peculiar: «Tiene que disfrutarla al máximo, ya que parpadeará, la temporada habrá terminado y no podrá ponerse el uniforme otra vez».
Jeter insistió que no se aburrirá con las ovaciones de pie en cada estadio.
«Tengo que jugar, tengo una temporada por disputar», reflexionó el torpedero de 39 años. «Decir que no lo disfruto es la manera incorrecta de plantearlo. Diría que la manera ideal es que hay que encontrar cierto equilibrio».