Las miserias del espectáculo y sus protagonistas (segunda parte)
A raíz de lo publicado el domingo pasado en esta misma columna, sobre la “amnesia conveniente” de uno de los panelistas del programa Portada’s, la cual titulé “El bozal de arepa de Pedro Padilla”, la señora Kerly Ruiz reaccionó y me respondió desde su cuenta personal, @kerlyruiz85, en la red social Twitter, el siguiente mensaje: “ay diego no estés llamando después a mis amigos pidiendo clemencia”
¿Clemencia de qué Kerly? Yo a ninguno de sus “amigos” le he pedido, ni le tengo que pedir clemencia. Clemencia solo a Dios y ni usted es Dios, ni ninguno de sus “amigos” creo que tampoco lo sea. Si usted, aparte de no tener memoria y excusar sus acciones, ahora también carece de sensatez y humildad, ese es su problema, no el mío. Pero lo que no puedo deja pasar es su “advertencia” de que por decir la verdad, tenga o se sienta usted con ese derecho (¿?) ¿Clemencia a quién? ¿A un gerente de Venevisión? ¿A su nuevo novio? ¿A quién tengo que pedirle clemencia? Si usted se siente guapa y apoyada por alguien de su canal, esa es su vida y su problema.
Yo en Venevisión no tengo que arrodillarme ante nadie. Preocúpese y ocúpese de sus actos y luego exija o reclame sus derechos, pero no espere que yo le pida “clemencia” porque yo no he hecho nada, ni he dicho nada que sea mentira o la difame. Además, esa grandeza de la cual se siente dueña y señora, la verá solo usted. Yo no la veo, ni siento que tenga que arrodillarme ante usted, ni ante nadie de su entorno a pedir semejante cosa.
Usted si no tuvo clemencia cuando difamó, vilipendió e hizo mofa con muchos artistas, los cuales ahora no recuerda “convenientemente” y se excusa con la barata y cobarde coartada de que realizaba un “personaje”.
Si yo pedí clemencia, según usted, la invito a que diga públicamente a quién fue. Sea seria y asuma sus actos y deje de culpar a los demás y subestimar la memoria y criterio de las personas.
Hace algún tiempo atrás…
En la época que usted mantenía una relación sentimental con Alberto Kauam, usted se refería a mi como “su novio”. Su cariño hacia mi era inmenso como su ego… Usted por ese gran “cariño” me dio la exclusiva de su salida de Televen. Nunca supe por qué “terminamos”… Pero usted en el fondo me conoce y sabe qué clase de persona soy. Yo todavía apuesto a su cordura y conciencia. Si usted me dejó de querer y dejé de ser “su novio” como me llamaba, ese también es su problema. Si usted me dice que volveré a pedir clemencia y se lo cree, ese también es su problema y de ese entorno que la endiosa y le hace creer ese tipo de fábulas. Yo nunca la he difamado, ni he dejado de reconocer su talento y reseñar sus logros y nunca dejaré de hacerlo, porque mi ética me lo prohíbe y eso usted en el fondo y en su conciencia también lo sabe.
La grandeza de un ser humano es su humildad y usted carece de ella. La palabra clemencia es muy grande y hermosa. Se le pide clemencia a Dios, a una madre, a la justicia, ante un hecho injusto. Se pide clemencia ante un acto de contrición. ¿Pero a usted por qué y a cuenta de qué? ¿Cuál es mi delito? ¿Decir la verdad? ¡por la verdad murió Cristo!
Reclámele a su “amigo” o “amiga” que le metió ese cuento chimbo de que yo pedí clemencia. ¡Las ganas suyas!
Y no dude nunca, que si hubiese dicho o hecho algo en contra de su dignidad, no hubiese tenido ningún problema en pedirle disculpas. Pero no lo he hecho. Por eso admiro tanto a Daniela Alvarado, Mariángel Ruiz, Leonardo Villalobos y Winston Vallenilla -por solo nombrarle a algunos- quienes demostraron una calidad y grandeza como seres humanos, al disculparla a usted, por todas sus mofas y humillaciones. Olvidarse de eso es ser malagradecida con la vida y demuestra su poca humildad y calidad humana. Si usted se siente omnipotente y no recuerda, ni reconoce ese bonito gesto de sus compañeros del gremio, ya entiendo por qué cree el cuento de que yo pedí clemencia… Si le debo algo que yo desconozco, hágamelo saber. Si le debo mi sueldo o tener el cariño y el respeto de la gente y yo lo desconozco y es gracias a usted, no dude que volveré a escribirle y a cumplirle su sueño de verme pidiéndole clemencia. Mientras tanto quédese con las ganas, porque yo a usted no le debo nada, aunque con su prepotencia y falta de humildad, sienta que le debo la vida.
Muerde aquí Express / Diego Kapeky
Twitter: @diegokapeky