Proponemos la creación de “Mesas de Convivencia” en cada barrio, en las que los vecinos de todas las tendencias políticas y los independientes se puedan reunir para trabajar juntos para mejorar las condiciones de vida
Al final de la primera sesión del proceso de diálogo iniciado entre el gobierno y la Alternativa Democrática uno de los voceros oficialistas hizo algunas preguntas, en plan amenazante: “¿Qué pasaría aquí si nosotros llamáramos a los cerros de Petare, Catia, Antímano a que bajen? ¿Qué ocurriría…?”
Preguntas retóricas, respuestas concretas…
A esa pregunta retórica tenemos una respuesta concreta: NADA. No pasaría nada, como nada ha ocurrido en estos dos meses de protesta estudiantil y ciudadana, en los que el madurismo (incapaz de movilizar en su defensa a la base popular chavista, que no se siente expresada en ese lamentable relevo) ha intentado sustituir el perdido apoyo popular obligando a marchar a los empleados públicos y haciendo uso y abuso de la represión, ejercida tanto por la Guardia Nacional y la Policía Nacional como por grupos irregulares de civiles armados, de naturaleza paramilitar o parapolicial, mal llamados “colectivos”. Esa es la verdad: el pueblo chavista, al igual que el pueblo opositor, está demasiado ocupado intentando sobrevivir en las severas condiciones que el madurismo le ha impuesto a los venezolanos.
Rezando para que el hampa no lo asesine o haciendo largas y humillantes colas para comprar los desaparecidos productos de la canasta básica, los chavistas del barrio ahora descubren que tienen que cuidarse no sólo de la inseguridad y de la escasez, sino también de un tercer enemigo, igualmente peligroso y violento: la represión madurista.
En efecto, el caso de Massiel Pacheco (una mujer humilde, de apenas 21 años, militante del PSUV como toda su familia y como buena parte de sus vecinos, habitante del barrio Villa Zoyla en la muy popular zona de la Cota 905, Caracas) lo hace evidente.
Vendedora de arepas y empanadas frente a la entrada principal del Parque del Este, Massiel encontró cerca de su lugar de trabajo un bolso abandonado lleno de objetos metálicos. Hace la denuncia ante la Milicia Bolivariana y la Guardia Nacional, cuerpos que resguardan las instalaciones del mencionado parque, y lo que logra es que se la lleven presa y la acusen nada más y nada menos que de terrorismo.
Al momento en que usted lee estas líneas, esta mujer del pueblo –madre de un niño de un año de edad, al que aún amamanta- se encuentra recluida junto con presas comunes en el INOF, acusada de un crimen rocambolesco y enfrentando la posibilidad de que la “justicia” madurista la condene a una pena más larga que el tiempo que ella tiene de vida. En estas condiciones sería interesante, por cierto, que algún vocero oficialista se acercara a la Cota 905 y llamara a que “bajen los cerros”. Seguro bajarían…
Los barrios bajaron en lucha desde hace tiempo
Porque ganas, por cierto, no han faltado: No ha hecho falta que ningún burócrata gobiernero llame a que los cerros de Antímano, Catia o Petare bajen. De hecho, muchos barrios de estas parroquias “han bajado” numerosas veces. En Antímano nuestros hermanos del Barrio La Pedrera (tanto los que aún se encuentran en zonas de riesgo como los que languidecen en refugios) bajaron a dialogar con el gobierno, cuando este fue por Antímano a hacer campaña electoral, y no fueron atendidos.
Bajaron entonces luego en consecuencia a protestar en la autopista Francisco Fajardo, y fueron reprimidos; en Catia los habitantes de Nueva Tacagua y Nuevo Horizonte bajaron a protestar porque las demoliciones de viejas estructuras agravaban la inestabilidad de los terrenos de esas barriadas ya en riesgo, y tampoco fueron escuchados. En Petare, los habitantes de los barrios Píritu, La Alcabala y La Parrilla, entre otros, bajaron a la autopista a protestar porque Hidrocapital los tiene sin agua desde hace dos meses, y la única solidaridad que recibieron fue la de sus vecinos de clase media de la urbanización Terrazas del Ávila.
En todos esos episodios, en Catia, Antímano y Petare, se movilizaron juntos vecinos chavistas, opositores, independientes, activados todos contra un adversario común: la prepotente sordera de un gobierno ineficiente y corrupto, bueno para dar excusas y para reprimir, pero muy malo para construir soluciones.
Diálogo en el barrio
Es por todo esto que para quienes vivimos y luchamos en los barrios de Venezuela el tema del diálogo tiene una lectura y un significado distinto al que se le pueda dar en otros sectores sociales.
Para nosotros el diálogo entre vecinos es la base de la convivencia, y esta a su vez es un requisito para la sobrevivencia misma. Por eso no dudamos en calificar como positivo el proceso de diálogo político iniciado en nuestro país, asumiendo que “diálogo” no significa paralización de la lucha social sino la creación de un escenario más para que esa lucha se produzca, un escenario en el que –por la presencia de veedores internacionales- las razones y argumentos no puedan ser sustituidos por los perdigones de la Guardia o las balas de los paramilitares.
Deseamos sinceramente que ese proceso de diálogo tenga éxito, y por eso instamos a la dirigencia opositora a que persista en la agenda social y económica, que es la que es capaz de convocar a los sectores populares, y en el uso de las acciones pacíficas y contundentes como formas de lucha, porque son inclusivas. Y a la dirigencia oficialista la exhortamos a retomar el contacto con sus propias bases, con los chavistas del barrio, para que dejen de depender exclusivamente del dinero y de los grupos violentos.
Mesas de convivencia, diálogo en acción…
El diálogo es positivo, y debe aterrizar en el barrio, pues aquí vive el 54% del país. Para eso proponemos la creación de “Mesas de Convivencia” en cada barrio, en las que los vecinos de todas las tendencias políticas y los independientes se puedan reunir para trabajar juntos para mejorar las condiciones de vida. Mesas de Convivencia que evalúen la verdad de las Misiones en el barrio, para preservar lo bueno que se tenga, mejorar lo malo que se encuentre y luchar para conquistar aquello que solo aparece en la propaganda pero no en la vida real. Una Mesa de Convivencia en el barrio para evaluar unidos la crisis de los servicios. Una Mesa de Convivencia para hacer propuestas que adecuen el llamado “Patrullaje Inteligente” a las condiciones específicas de nuestras comunidades.
Mesas de Convivencia que hagan propuestas para mejorar realmente el abastecimiento de alimentos en el barrio. Mesas de Convivencia donde el vecino que esté en un Consejo Comunal, o en la Asociación de Vecinos, o en la Asamblea de Ciudadanos, o que no esté en ninguna instancia, pueda participar con la certeza de que no será discriminado.
Si Nicolás Maduro y Lorenzo Mendoza pueden estar juntos en una Comisión de la Verdad sobre economía, si Diosdado Cabello y Ramón Guillermo Aveledo pueden compartir espacios en una mesa de diálogo político, no hay ninguna razón para que los vecinos chavistas, opositores e independientes no podamos instalar en cada barrio una Mesa de Convivencia, que una a todos en la lucha por la calidad de vida. Esa es una forma concreta de diálogo en el barrio, diálogo no para confrontar sino para compartir esfuerzos y construir ciudadanía, para luchar más y mejor, unidos y organizados, por la vida que merecemos
Radar de los BarriosJesús Chuo Torrealba
Twitter: @chuotorrealba