*** Se impone la coexistencia pacífica
Con absoluta sintonía, en cadena nacional de radio y televisión, desde las 8 de la noche del pasado jueves 10 y las 2pm de la madrugada del viernes 11, en el Salón Ayacucho del Palacio de Miraflores, se llevó a efecto el esperado debate entre los voceros de las dos corrientes políticas fundamentales existentes en nuestro país: por un lado, los dirigentes de la oposición y, por otro, los del gobierno, encabezados por el Presidente de la República, Nicolás Maduro Moros.
Con la asistencia, en condición de mediadores, de los cancilleres de Colombia, Brasil y Ecuador y del Nuncio Apostólico del Vaticano, se realizó el evento político, si acaso, el demás trascendencia, de los realizados en Venezuela en muchos años, siendo que lo que está en juego es la paz de los venezolanos y, esa noche, se dio un paso muy importante para conjurar el peligro de una guerra civil, que ha estado gravitando, quiérase o no, en las últimas semanas, en el escenario nacional como desenlace de la confrontación presente en la lucha política del país.
Los violentos
quedaron aislados
Se podrían hacer muchas lecturas de lo acontecido en ese debate, ciertamente, hay mucha tela que cortar, pero, a nuestro entender, en las primeras de cambio, lo más refulgente fue el énfasis puesto en la necesidad de preservar la paz social y el rechazo a la violencia como método para dirimir las diferencias políticas entre los ciudadanos. La paz, la coexistencia pacífica o el reconocimiento del otro se anotaron un punto en ese debate, marcando la pauta para aislar a quienes persisten en los actos violentos como mecanismo para afrontar las diferencias políticas.
Aunque en general, los voceros opositores no fueron enfáticos para desmarcarse, nítidamente, de las conductas violentas que han caracterizado a las guarimbas insurreccionales instaladas en urbanizaciones residenciales de capas medias, de algunos pocos municipios del país, que han generado muerte (ya van 41 fallecidos), alteraciones a la psiquis colectiva, daños al patrimonio público y privado (que ya alcanzan a miles de millones de bolívares), violación de derechos humanos y constitucionales de miles de ciudadanos (libre circulación, a la salud, al trabajo, a la recreación, etc.), depredación al ambiente, etc.; si bien, no tuvieron contundencia para deslindarse de estas desviadas formas de hacer política, ninguno de estos voceros salió en defensa de tan deleznables conductas, la violencia guarimbera e insurreccional no tuvo defensores en el debate; los violentos, que era lo que se buscaba, quedaron aislados ante la gran mayoría del país.
Coexistencia pacífica que en ningún caso niega la protesta social, todo lo contrario, la afirma como derecho constitucional y como rasgo característico de la cultura política venezolana, que se ha venido perfilando durante el proceso bolivariano de la mano del precepto constitucional de la democracia participativa y protagónica. Todo dentro de la Constitución, nada fuera de ella.
Dos modelos
de sociedad
Otra arista determinante del debate histórico que presenciamos los venezolanos fue el delineamiento de las dos concepciones o modelos de sociedad que están en juego en el tapete de la realidad nacional; por un lado, el modelo capitalista, del cual algunos de sus auspiciadores, aún se muestran remolones para aceptarlo públicamente, que tiene implícito una visión excluyente de la sociedad, en tanto, que al favorecer la acumulación capitalista, por la vía de la explotación al trabajador y el uso aprovechado de los recursos del Estado, superpone el interés del capital por encima del conjunto social; la experiencia cuarta republicana o pacto de punto fijo es expresión concreta de ese modelo, el cual, con cierto remozamiento, pretenden presentar como alternativo al modelo socialista de sociedad.
El modelo socialista, concebido por el chavismo, centrado en las raíces específicas de la sociedad venezolana, apunta, como en líneas generales lo manifestaron los voceros del gobierno bolivariano, a una visión incluyente de la sociedad que privilegia al hombre, al hombre trabajador, como creador o generador de la riqueza, la cual ha de ser distribuida atendiendo a los intereses colectivos de la sociedad y, para tal efecto, el Estado, antes que al servicio de una fracción, cumple la función de articulador social propendiendo siempre al bienestar colectivo; la Quinta República, con el gobierno chavista y bolivariano, es la expresión de ese modelo social que se ha venido construyendo en estos últimos 15 años, en la búsqueda de lo que Chávez, inspirado en Bolívar, supo definir como la mayor suma de felicidad posible. En términos concretos, en donde hay se guarinbea no es en los sectores populares, es en los sectores pudientes, en donde, de alguna forma u otra se percibe, que los privilegios a los que se sentían con derecho se les han ido evaporando, es decir, esa protesta social tiene un sello de clase, de clase privilegiada en declive.
En Miraflores
no tembló
Es pertinente, también, destacar de este debate que, a contrapelo de lo anunciado por el excandidato presidencial, Capriles Radonski, en Miraflores “no se movió ni una viga” ante la contundencia de las supuestas verdades que el flaco gobernador mirandino iba a verter en su discurso. Capriles, nos pareció deslucido, manipulador de una verdad que todos conocemos y que difícilmente él podrá tergiversar: no supo manejar con entereza e hidalguía los resultados de abril de 2013 y, por su inconsistencia, el capital político que había logrado acumular se le ha diluido irremediablemente. La ambigüedad de la que ha hecho gala en estos últimos meses lo ha convertido en el gran derrotado de abril de 2014. Ya en la MUD le han salido varios competidores…
Notas paralelas
Miguel Ugas