Lo triste es que nadie les ha legitimado para “negociar” lo innegociable. Sin embargo lo hacen, de espaldas a la verdad, de espaldas a las esperanzas de más de 100 privados de la libertad, al día de hoy, por motivos políticos
Se sentaron. Al poder no le quedaba otra. Tenía al país encendido y de alguna manera había que buscar una forma menos costosa, políticamente hablando, que la de la represión y la violencia para continuar distrayéndonos de los temas que siguen allí y que originalmente dieron lugar a las manifestaciones generalizadas de descontento. Ellos saben, entre otras cosas, que la inflación sigue en escalada, que la escasez está alcanzando proporciones insostenibles y que la inseguridad, ese monstruo oscuro y aterrador que no discrimina y que afecta especialmente a los más jóvenes y humildes, continúa crecida y descontrolada. La ineficiencia a todo nivel es patente y devastadora, pero además, el manejo de la protesta popular reciente los ha puesto aún peor, pues ya no es solo adentro, sino también más allá de nuestras fronteras, que se cuestiona la legitimidad de desempeño del gobierno. Algo había que hacer. Tenían que mostrarse, que no necesariamente “volverse”, demócratas y respetuosos de la disidencia, y para eso necesitaban oxígeno. Estaban en emergencia.
El fin: invisibilizar a los estudiantes
Pero uno no puede brindarse “primeros auxilios” a sí mismo. Necesitaban a otros que les ayudaran en la movida, a otros que no militaran en las filas de la “revolución” y que de alguna forma personificaran al menos a un sector de la oposición, al sector de la “oposición formal”, por llamarlo de alguna manera, para que el parapeto tuviese visos de validez. Los estudiantes son los líderes indiscutibles del movimiento que se había generado en todo el país, éste sí una verdadera revolución de cabo a rabo, pero es imposible controlarlos, engatusarlos o someterlos. Tienen muy claros sus propósitos, y aunque en todos sus líderes se ve clara la vena política, no piensan a corto plazo ni en sí mismos. Han sido valientes y enteros, y a la cobardía no le gusta entenderse con quienes le son moralmente superiores. Con ellos, según el poder, no se “habla”, mucho menos cuando la orden es criminalizarlos y neutralizarlos, sea a través de su enjuiciamiento penal o a través de miedo. Hay que, como tanto gusta decir al oficialismo, “invisibilizarlos”, a costa de lo que sea.
Lo primero que se hace entonces es exigir a quien pretenda “dialogar” que se deslinde de los estudiantes, que pise el peine de sembrar la duda sobre el carácter pacífico de sus manifestaciones, y que caiga en la trampa de aceptar, así sea de manera tácita, que pedirle pacíficamente a un presidente que renuncie, por ejemplo, es un crimen, aunque la Constitución diga que esa es una de las formas válidas de finalización de su mandato. La “alfombra” sobre la que se debe “avanzar” en el “diálogo” debe ser esa, adobada además por la condición indiscutible y no negociable del reconocimiento a ultranza de la legitimidad del poder; de otra manera “no hay nada que discutir”. Esta es la postura del gobierno.
No importa la verdad, el “titular del día” sí…
Así las cosas, algunos, más interesados en retomar o en mantener sus espacios políticos, y en desplazar a los liderazgos ciudadanos que no les son sumisos y que les han quitado el protagonismo, que en solucionar de verdad la crisis que se padece, ceden. Más les importa ser el “titular del día”, más interesante les parece “pisar Miraflores” tras de quince años de sistemática exclusión, que el país y nuestras necesidades reales. Es fácil olvidar que el sacrificio de al menos 1.300 ciudadanos que hoy enfrentan procesos penales por haber alzado en estos dos meses la voz contra la ineficiencia y abusos del poder, fue el que los llevó allí en primera instancia. Ahora ellos “no cuentan”. Su libertad plena no es requisito previo e indiscutible para avanzar en el “diálogo”. Tampoco les importa mucho la verdad, por eso no hablan, ni los unos ni los otros, con quienes han sufrido o manejado directamente las graves violaciones a los DDHH que se han visto en estos días o con quienes ya llevan años sufriendo o luchando contra el oprobio del exilio o de la prisión injusta. Para el “diálogo” esa, por doloroso que sea, es la “verdad inconveniente”. De eso es “mejor” no hablar. Se pondrá, para mantener las apariencias, el tema sobre la mesa, pero ante la primera negativa la capitulación será la regla. Parece que son más importantes entonces uno o dos puestos en el CNE, o algunas magistraturas que no dejarán de ser minoritarias ante el TSJ, que la justicia.
Ellos “negocian” lo innegociable
Es fácil hablar de una “Comisión de la Verdad” cuando está claro que ésta no tendrá más objeto que el de sustraer a quienes nos han violentado de sus responsabilidades. Es fácil hablar de una “Comisión de la Verdad”, integrada además en parte por los propios acusados de violar nuestros DDHH, que verle la cara directamente a un muchacho con el cuerpo destrozado por un perdigonazo a quemarropa. De nada ha servido que se haya hasta logrado que la propia Fiscalía General reconozca que están investigando al día de hoy más de 100 casos de tratos crueles e inhumanos, y hasta de torturas, con ocasión a las protestas recientes. Pareciera que para algunos es mejor quitarnos eso y dejar que la que decida sea una “Comisión de la Verdad”, no la justicia. Es más fácil hablar de una “Comisión de la Verdad” en la comodidad del Palacio Presidencial o de la Casa Amarilla, que darle la cara a las madres y padres de los más de 30 asesinados recientemente por el simple hecho de haber expresado su postura disidente. El que no ha madrugado en tribunales esperando una decisión injusta que se dicta “desde arriba”; el que no ha tenido que decirle a sus padres que su hijo va a seguir preso injustamente por ejercer su ciudadanía, puede darse el lujo irresponsable de hablar de lo que no conoce, de lo que no ha visto, de lo que no ha sentido en carne propia. Lo triste es que nadie les ha legitimado para “negociar” lo innegociable. Sin embargo lo hacen, de espaldas a la verdad, de espaldas a las esperanzas de más de 100 privados de la libertad, al día de hoy, por motivos políticos.
¿Un diálogo para qué?
-Queremos el desarme de los grupos paramilitares que han actuado con la complicidad de los cuerpos de seguridad en la represión de las protestas. Queremos que se les investigue y castigue.
-No. Con ellos no te metas, son “colectivos de paz”.
-Pero así será la cosa de grave que hasta entre ellos mismos se disparan, y al líder de uno de ellos le acaban de dar cuatro “pepazos” que lo mantienen en el hospital.
-Ya te dije que no.
-Queremos que se dicte de inmediato una amnistía general que libere de la prisión y de las persecuciones a los más de 5000 sometidos a procesos penales por manifestar o por pensar distinto desde el 2004 hasta ahora.
-No. No me da la gana.
-Queremos que se condene y se castigue, con todo el peso de la ley, a quienes han encarcelado, torturado, asesinado y maltratado a los ciudadanos que han protestado pacíficamente contra el gobierno.
-Que no. Los criminales son los que protestan. Y punto. En todo caso te “regalo” una “Comisión de la Verdad”, para que vea qué se hace con eso. Después. No ahora.
Así de mal van las cosas.
CONTRAVOZ
Gonzalo Himiob Santomé
Twitter: @himiobsantome