Acá pensar distinto y protestar es el más grave de los delitos. De hecho, si lo haces, incluso pacíficamente, ya no eres un ciudadano ejerciendo válidamente tus derechos constitucionales, sino un criminal
El país corcovea, más bien convulsiona, y además de la división entre los que siguen creyendo en rojos cantos de sirena y los que ansían un cambio, ahora es más evidente otra división, igualmente delicada, y hasta cierto punto mucho más peligrosa: La que existe entre los que los que sólo piensan en sí mismos y en conservar sus cuotas, menudas o no, de poder, y los que tienen claro que aceptar lo que está pasando no puede más que traernos graves consecuencias que a mediano y a largo plazo terminarán destruyendo hasta el último atisbo de libertad que nos quede después de que se haya arrasado con todo.
El “delito” de
pensar distinto
¿Qué es lo que está pasando? El disenso es pecado, pecado mortal, literalmente hablando. Acá pensar distinto y protestar es el más grave de los delitos. De hecho, si lo haces, incluso pacíficamente, ya no eres un ciudadano ejerciendo válidamente tus derechos constitucionales, sino un criminal. Al que alza su voz se le trata como si fuese un “enemigo de guerra”, contra el que “todo vale”, incluso el asesinato o la tortura si así se decide. Quizás eso es lo que entre líneas nos quiso decir la reciente decisión “interpretativa” de la infame Sala Constitucional del TSJ, según la cual el derecho a la manifestación y a la reunión pacífica y pública, sin permiso, que así lo dispone nuestra Carta Magna, “no es absoluto”. Tampoco lo son, al parecer, el derecho a la vida, a la integridad física y psíquica o a la libertad de conciencia y de pensamiento. Todo es “relativo” y “condicionado”, todo depende de si conviene o no al régimen. Todo lo que a Maduro le funcione para ganar tiempo y para atornillarse es “válido”, todo lo que le incomode o ponga en peligro su mandato está “por fuera” de la Constitución. Pronto tendremos que pedir “permiso” hasta para respirar, pero eso no importa, lo que importa es que se mantenga la cosa como está, todo lo demás es “relativo”, secundario, sedicioso.
En nada se volvieron
la ley y la Constitución
La misma Sala Constitucional hace poco usurpó las funciones de los tribunales penales y condenó en juicios sumarísimos y sin garantía alguna del derecho a la defensa a dos alcaldes, sin que hayan cometido en realidad delito alguno, sólo para sacarlos del juego y para que sirvan de ejemplo a los demás. El mensaje que ello deja es aterrador: La ley y la Constitución, que son la última defensa de la ciudadanía contra los abusos del poder, ya son mucho menos que palabras puestas sobre papel, son nada. Pero el gobierno hace y deshace y el tema de fondo queda de lado, mientras a un sector de la oposición lo que le preocupa es ver a quién monta en el coroto en sustitución de los que ahora en prisión son confirmados como prescindibles (todos lo somos, al parecer) sin tomar en cuenta que ello no hace más que legitimar la aberración. Si ha sido legítima o no la condena contra Scarano y Ceballos, eso ya no es el punto; si al pueblo que votó por ellos se le ha robado, literalmente, la expresión de su voluntad, eso no importa ahora; si el CNE ha convocado a nuevas elecciones sobre la base espuria de una decisión judicial que nos devuelve al oscurantismo más absoluto, nada hay que decir sobre eso. Lo importante es participar en la charada, nada más. Si mañana a otros, los que a duras penas ejercen sus mandatos por haber sido válidamente electos por el pueblo, o a quienes resulten ganadores en las írritas contiendas futuras, les hacen lo mismo ¿Cómo nos oponemos, si ya antes hemos validado este criminal método de anulación de la voluntad del pueblo? Dura la pregunta, pero es peor aún, y mucho más costosa, la respuesta evidente.
Leopoldo, María Corina y
Ledezma son “incómodos”
A María Corina se la sacó, manu militari, de la AN. Pero eso tampoco importa. Lo que apremia es ver cómo se hace para que su suplente se “pegue” a la movida. Lo demás es secundario. A Leopoldo López se le mantiene en prisión por delitos que jamás cometió, pero más importante es “sentarse en Miraflores” tras quince años y contando de sistemática sordera. Es una baja más en este parte de guerra, una poco “importante” para algunos además, porque cometió el pecado de no alinearse con la estrategia de dejar que el tiempo siga transcurriendo “pa´ ver qué pasa”. Si el pueblo pasa hambre o no consigue ni lo elemental para subsistir mientras llega el día de las elecciones, a años de distancia, eso no es relevante. No se le perdona que se haya posicionado como líder desplazando a quienes creen, equivocados, que sus pasados méritos son una suerte de cheque en blanco que les permite representarnos, según ellos, siempre y para siempre. Son esclavos de su soberbia, se les ha contagiado de tanto andar arrejuntados con el gobierno. A algunos, a unos pocos, al cogollo, que es tan parte del “régimen” como el gobierno, poco le interesan los que languidecen tras las rejas silenciados bajo toneladas de pruebas forjadas. Leopoldo es incómodo, como María Corina, como Ledezma, como muchos otros que sí le han tomado la vena a la realidad y ven las cosas como son, que no como el poder quiere que se vean. Lo importante es llegar al 2019, aún si eso supone cerrar los ojos a la verdad de la persecución, de la tortura, de los asesinatos. Lo peor es que creen que si permiten hoy lo que están permitiendo, competirán cuando toque en igualdad de términos y con el viento a favor. No ven que si seguimos como vamos ya en ese momento no habrá espacio alguno de maniobra: Será la consecuencia de haber bajado la cerviz cuando lo que tocaba era mantener la voz, y la frente, en alto.
Fastidian los muertos,
los torturados…
Al régimen, ahora claramente integrado por los unos (en el poder) y por un sector mínimo de los otros (los que les siguen el juego amparados en discursos altisonantes pero incoherentes) no le interesa que la verdad de lo que ha pasado en estos ya casi tres meses salga a flote y se muestre a propios y a ajenos. Fastidian los muertos, los torturados, los encarcelados injustamente. Al que se los haga ver se le tilda de “radical”, de “divisionista”, de jugar a la “antipolítica” o de “equivocado”. Se les advierte de frente y públicamente que una “Comisión de la Verdad”, en los términos en que está planteada, mientras el poder no da tregua y mantiene rehenes, no cumple con los parámetros mínimos que deben respetarse en estas instancias ni rendirá fruto alguno, que ésta solo servirá a los victimarios, que no a sus víctimas, y que no existe ni un solo caso exitoso, a nivel mundial, de un experimento como el propuesto, allá en las “bajuras”, con el conflicto vivo y de espaldas a los que han dado la cara y a los perseguidos. La respuesta es el silencio. Lograrán uno que otro caramelito para calmar temporalmente a los “radicales”, a fin de cuentas el juego de la “relegitimación” es bilateral y todos los que lo están jugando necesitan trofeos que mostrar, pero más trascendente que lo que se logre, si es que se algo se logra, será lo que no se logre. Habrá enroques, las celdas que algunos dejen se hacinarán de inmediato con otros, pero en esencia todo quedará igual, y oponerse al poder seguirá siendo el peor de los crímenes.
CONTRAVOZ
Gonzalo Himiob Santomé
Twitter: @himiobsantome