Belén y Matías, para bien, se conocieron cuando los dos pensaban que el amor jamás iba a llegar a sus vidas. A los días, sin importar el poquito tiempo que llevaban saliendo, se dijeron que se amaban
La mayoría sabe que las mujeres se comunican de modo distinto a los hombres. Es un asunto que viene de atrás, en el que la educación está de por medio, la sociedad también tiene mucho que ver. Por lo menos, a los hombres se les ha enseñado que escondan su lado sensible, lo que se traduce en la imposibilidad de llorar o de manifestar sentimientos en público, sobre todo delante de otros hombres. Y, después de tanta contención, inculcada por generaciones, viene la incapacidad de comunicarse con sus mujeres.
Por consiguiente, por algunas razones, conocidas o no, los hombres se expresan de manera distinta a las mujeres. Esto se convierte en una de las causas más frecuentes de discordia en las relaciones de pareja. No obstante, al saber esto, y cuán diferentes pueden ser en el momento de expresar lo que cada uno siente, puede ayudar a evitar muchos desencuentros. Y a medida que mejora la comunicación entre ambos, sin duda, el amor crecerá.
I. Un encuentro que fue para bien
Belén y Matías, para bien, se conocieron cuando los dos pensaban que el amor jamás iba a llegar a sus vidas. A los días, sin importar el poquito tiempo que llevaban saliendo, se dijeron que se amaban, abrieron sus corazones para dar rienda suelta a una emoción compartida que por fin aparecía para llenarlos de regocijo y esperanza.
Ella usaba el cabello largo, hasta debajo de los hombros, tenía los ojos grandes y expresivos, unos labios bien delineados y una sonrisa que iluminaba su rostro. Esto atributos cautivaron a Matías tanto que, en un pestañear, se enamoró de Belén
Él era atractivo, de ojos claros y mirar sincero, de esos que dicen todo con una mirara, haciendo que las palabras, a veces, sobren.
Por consiguiente, se encontraron, y ese encuentro fue para fortuna de los dos, porque así se curaron de heridas pasadas, ocasionadas por amores frustrados que no valían ningún sufrimiento ni lágrimas derramadas. Lo que sí había valido, había sido la presencia de uno en la vida del otro, para vivir la experiencia maravillosa conocida universalmente como amor conyugal.
Hasta ese momento, todo era perfecto, pues el amor hacía de las suyas provocando las más elevadas sensaciones, pero, como todas las relaciones atraviesan por etapas, momentos en que los ánimos se caldean, Belén y Matías discutían de vez en cuando, después se reconciliaban, mientras construían una relación amorosa y procuraban mantenerse juntos a pesar las diferencias que siempre están presentes por ser inherentes a cada género sexual.
II. Pedirle peras al olmo
Era tan apasionado lo que Belén y Matías sentían que decidieron vivir bajo el mismo techo para hacer una vida en común. No obstante, por eso, de que cada uno trae su propia maleta de experiencias y de particulares aprendizajes, aparecieron desacuerdos que necesitaron más que la disposición y buena voluntad de ambos para ser solventarlos.
Cuando llegaba a la casa quejándose de lo que le había hecho un compañero de trabajo, Belén esperaba que Matías la comprendiera y se solidarizara con ella, pero aunque eso ocurría él le aconsejaba que hablara con su jefe para poner en evidencia a aquel que había sido la causa de sus angustias y pesares.
Una vez que Matías daba una solución al problema de Belén, ella no asentaba con la cabeza, o manifestaba aprobación por lo dicho por él, más bien su corazón se llenaba de angustia, pues ella no quería eso, aunque, quizá, para él, fuera lo mejor, sino que deseaba que la escuchara, pero como eso no había ocurrido, aquel comportamiento de Matías dejaba por sentado que, como los hombres son diferentes a las mujeres, también se comunican de manera distinta, y esto les causa algunos problemas.
III. Mejor un acuerdo que un presentimiento
Otro día, cuando Matías era incapaz de leer en la mirada de Belén lo que a ella le molestaba, porque tan sencillo como que no tenía esa habilidad de presentir lo que a su amada le inquietara, ella le recriminaba que debían pasar más tiempo juntos, deseaba salir un rato y para escapar de la monotonía, que puede acabar con la más fuerte de las pasiones, pero quería que fuera él quien se lo propusiera e hiciera parecer que la idea había sido suya.
A pesar del fuerte deseo de Belén, lo anterior no ocurría. Esto la enfurecía y a la vez la paralizaba, hasta que Matías tratando de entender lo que pasaba con ella daba en el blanco. Y después de varios desaciertos, se preguntaba por qué Belén no se lo había manifestado desde un principio para evitar una situación de conflicto entre ambos, que aunque duró poco creó un clima de tensión entre los dos que se habría podido evitar con un acuerdo mutuo o con manifestar sinceramente lo que cada uno esperaba del otro.
Una que vez otra vez, Belén le recriminaba su falta de atención a Matías. Para él, aquello no era de esa manera, tan sólo que estaba pendiente de otros asuntos que a ambos les incumbía, como mejorar la economía familiar, pero ella se desanimaba y hasta lloraba, lo cual él no terminaba de entender, por aquello de que las mujeres son muy diferentes a los hombres, y eso hace que cada uno se comunique a su manera, por lo que aparecerán desencuentros que cederán cuando entiendan que esas diferencias influyen a la hora de expresarse, aunque no se notan tanto como otras, más ligadas a lo femenino o, a su contraparte, lo masculino.
La comunicación depende del género sexual
Hay diferencias que se notan más que otras. El que cada uno se comunique a su manera aunque no se perciba rápidamente pesa, pues causa desencuentros cuando una mujer espera de su compañero sentimental lo que él no está en capacidad de darle, ya sea por su naturaleza o condición.
La educación que el hombre ha tenido lo ha llevado a contenerse, a expresar menos sus emociones que las mujeres, a las que se les ha insistido que por ser el sexo débil pueden manifestar mejor lo que las molesta, les causa temor o angustia; en fin, todo este proceso tiene reversa en pro de preservar la vida en pareja
La voz de la mujer / Isabel Rivero De Armas