Sin manifestación no hay forma de oponerse a aquello que oprime, y oprimen quienes desde el poder limitan, precisamente para no ser confrontados política y socialmente
¿Cuándo ejercer la autoridad?
Si la manifestación se torna violenta, si se sale de los límites de lo posible, ya no es manifestación y es la autoridad quien debe hacerse respetar, sin violar derechos, pero sí mostrando el uso adecuado de sus competencias.
¿Cuándo es justicia y cuando es política?
Las interpretaciones legales, aunque pueden sustentarse con verborrea jurídica válida, pues el derecho sirve para todo, deben tomarse en contextos que no revelen intereses que nos alejan de la justicia y nos acercan a la política
Las sociedades deben avanzar a la par que avanzan sus legislaciones y los actos de sus gobiernos. Épocas pasadas evocan la prohibición y la restricción como una muestra clara de la búsqueda de inhibición constante de conductas ciudadanas para aumentar el control del poder sobre el giro espontáneo de la sociedad.
La revisión de legislaciones de países totalitarios, así como la cultura de la prohibición, permite diferenciar un país de libertades a uno de restricciones. Si hay algo que tiene el socialismo, traducido en una forma de gobierno, es el levantamiento de las prohibiciones y la aprobación de legislaciones que restrinjan cada vez menos el ejercicio de los derechos, precisamente porque el socialismo se vincula con gobiernos y filosofías políticas de las libertades. No hay duda que los socialistas han reivindicado en sus luchas sociales y políticas los derechos de los ciudadanos.
La Revolución Francesa, la Revolución Americana, las luchas por los derechos de los negros, de los trabajadores, de las mujeres, de los excluidos, el aborto, la eutanasia, la igualdad, y un sinfín de acciones reivindicatorias que han cambiado al mundo, las han encabezado los socialistas. Ellos han convertido la queja, la manifestación, y la protesta en un mecanismo claro de rebeldía ante el poder y sus arbitrariedades.
Sin manifestación no hay forma de oponerse a aquello que oprime, y oprimen quienes desde el poder limitan, precisamente para no ser confrontados política y socialmente.
Sorprendente decisión del TSJ
Por el contrario, la derecha es sinónimo de límites, de conservacionismo, de restricción, de condicionamiento de acciones. En pocas palabras los menos permisivos son aquellos que históricamente han reprimido, sancionado, limitado, regulado los derechos sociales para evitar que las minorías o los adversos se conviertan en un peligro visible para el colectivo.
Es así como “sorprende” que una decisión del Tribunal Supremo de Justicia, como respuesta a un derecho de interpretación, pasa a limitar, una vez más, un derecho ciudadano como el derecho a manifestar. Manifestar, quejarse, protestar, es una muestra palpable de la libertad, por eso surge en las democracias y se sanciona y reprime en las dictaduras.
Hábilmente, el TSJ enmarca su interpretación extensiva en el uso de las manifestaciones o reuniones de los partidos políticos. El derecho a manifestar no es inherente sólo a los partidos, por ende mal puede aplicarse a todos los ciudadanos una ley que es propia de aquellos que desde los partidos pueden realizar actos con fines políticos. La señora María de Carapita que amanece sin agua y sin gas en su rancho no necesita de un partido político para salir de su casa con sus vecinas y gritar: “¡quiero agua, quiero gas!”.
Requisito nulo y absurdo
No hay duda que hay derechos que pueden condicionarse a requisitos legales. El hecho de condiciones legales en el ejercicio de todo derecho no puede interpretarse al punto de hacerlo no sólo inútil sino pasar a degradarlo haciéndolo depender del visto bueno de aquél que es objeto de reclamo. ¿Cómo pensar que toda manifestación es planificada y concretada con anticipación? ¿Cómo sabemos que un motorizado va a morir para 24h antes pedir permiso para quejarse públicamente por clamor a las autoridades de que deben garantizar la seguridad? Condicionar el derecho a manifestar a un permiso del poder, de la autoridad, lo hace nulo, inútil, diluido y obviamente absurdo.
Esto no quiere decir que se pueda permitir una manifestación que no sea pacífica y que se pueda apoyar bajo ningún concepto la violencia como mecanismo de protesta y es que obviamente la violencia no es manifestación es un hecho delictivo y por ende debe ser sancionado conforme a lo que establece el Código Penal. Es infantil además pensar que condicionar la manifestación a un permiso previo va a evitar la violencia, pues los violentos lo son y lo seguirán siendo con permiso o sin él.
Decisiones restrictivas reflejan falta de autoridad
El problema permanente de ciertas decisiones judiciales últimamente es que terminan violando los derechos de las mayorías por tratar de controlar desde la prohibición a minorías que con autoridad y fuerza jurídica no han podido controlar. Lejos de lucir fuertes y sólidos, de inspirar respeto y autoridad, decisiones restrictivas sólo reflejan temor, falta de autoridad, debilidad y condicionamiento de liderazgo.
Cuando la misma constitución refiere que no habrá más condiciones que las establecidas legalmente, sobre la manifestación, no puede interpretarse jamás como la permisología de aquel que se considera el violador del derecho por el cual se manifiesta, es como pedir permiso para vivir al verdugo que cortará la cabeza. Esas restricciones tienen que ver con otros derechos humanos que podrían verse afectados por el libre derecho a manifestar, por ejemplo el de libre tránsito, el derecho a la integridad física de los manifestantes, el respeto a la autoridad, el respeto a los bienes públicos.
¿Tendremos que pedir permiso para vivir?
Yo estudié que el derecho a manifestar de los pueblos es una válvula de escape para el poder, quien más bien debe estimularlo, porque la restricción del mismo es una bomba de tiempo que impide drenar a los descontentos que buscarán otros mecanismos, quizá no los más adecuados, produciendo estallidos peligrosos para lo colectivo
Hay decisiones que terminan siendo un boomerang para aquellos que las creen convenientes en una coyuntura social. La posibilidad de dar interpretaciones a los Derechos Humanos, da cabida a muchas cosas peligrosas. Así se aprobó el derecho a la pena de muerte, interpretando que el derecho a la vida de un asesino o un violador tampoco era absoluto. No es admisible que tengamos que pedir permiso para todo, porque en un momento dado tendremos que pensar que para vivir también hay que pedir permiso.
Mónica Fernández / @monifernandez