*** A las mujeres inteligentes no les agrada mucho que su pareja haya tenido un gran repertorio de amoríos, porque eso desdice de él, pues se pone de manifiesto su incapacidad de mantener un vínculo estable
A veces, porque un sentimiento sublime nos hace compartir cuanta cosa nos pasa por la mente o nos acontezca en determinado momento, sentimos la necesidad de contarle todo a nuestra pareja. Sin embargo, aunque es sano mantener la comunicación en un nivel óptimo, hay situaciones en que las que callar es la mejor opción, pues aquello que se dice puede poner en tela de juicio la imagen propia ante el compañero sentimental, hacerlo sentir incómodo o crear algún malestar al vislumbrar intimidades que al cónyuge no le importan o no le interesa saber.
1. Hablar de
experiencias pasadas
Hablar o no de relaciones pasadas se conecta con la educación. A los hombres les enseñaron a hacer gala de sus experiencias sentimentales, de cuántas mujeres tienen o han tenido, de qué han hecho en sus relaciones sexuales heterosexuales. Sin embargo, en el presente, a las mujeres inteligentes no les agrada mucho que su pareja haya tenido un gran repertorio de amoríos, porque eso desdice de él, pues se pone de manifiesto su incapacidad de mantener un vínculo estable, pero aún así se tolera más la conducta promiscua de los hombres que el comportamiento relajado de las mujeres porque aún la sociedad cuestiona al sexo femenino mientras premia al masculino por sus andanzas.
A las mujeres, por el contrario, les enseñan que sólo debe haber un hombre en sus vidas, que si ellas no llegan virgen al matrimonio que, por lo menos, no hayan estado con muchos compañeros sentimentales antes de encontrar con quien casarse.
A pesar de lo anterior, en el presente, como las mujeres han alcanzado la preciada independencia económica, también pueden elegir con quién estar. Por ello, cuando una relación no promete, ellas pueden tomar la decisión de culminarla para darse la oportunidad de cultivar un vínculo que sí les dé señales de ser permanente o satisfacer sus necesidades emocionales.
En definitiva, por las razones que sean, es preferible no hablar de experiencias pasadas; al menos, que exista algo que se debe conversar, porque si se calla, en un futuro, nuestro cónyuge nos pueda acusar de que no le dijimos algo que él debía saber, pero dar detalles pormenorizados de lo que hicimos en el pasado nunca será un buen consejo, pues los celos, las dudas y los malos entendidos pueden hacerse presente empañando lo bonito de la presente relación.
Asimismo, por un asunto de ego humano, a algunos les gusta alardear de las relaciones pasadas. Por lo menos, los hombres, entre más conquistas han tenido, más machos se pueden sentir. Algunas féminas creen que, en el pasado, por tener muchos pretendientes, amores o compañeros sentimentales, son más hermosas o codiciadas.
A pesar de lo anterior, por aquel sentimiento de exclusividad que priva en los hombres, incluso a los más liberales, les cuesta bastante aceptar que una mujer haya tenido muchas relaciones, conquistas, etc., así se trate de experiencias románticas tontas sin trascendencia, piensan que una mujer que haya mantenido muchas relaciones no es seria, y por ende, no merece un compromiso, así que terminan por no tomarla en serio. O, por otro lado, contar detalles de experiencias pasadas, hará que el compañero actual sienta celos de ese viejo amor que ya es historia.
Por consiguiente, contar todo es mal consejo. No tiene sentido hablar de relaciones pasadas, aunque sea de un vínculo que llegó a consolidarse, porque el compañero sentimental puede pensar que lo están comparando con esa pareja pasada, y en esa supuesta comparación él puede estar en desventaja.
2. “Él que
busca encuentra”
Hay un conocido refrán que dice: “El que busca, encuentra”, pero, a veces, sin andar buscando se encuentra también. Un mensaje telefónico que puede parecer comprometedor, una tarjeta con un número sospechoso, una mirada que demuestra interés hacia otra mujer, una llamada a deshora; en fin, algo que puede molestarnos mientras nos preguntamos: ¿Debemos callarlo y olvidarlo porque no merece una discusión o, por el contrario, mejor hablarlo para aclararlo y despejar cualquier duda que nos esté incomodando?
Todo dependerá del grado de confianza que le tengamos a nuestra pareja. No obstante, hay situaciones que se prestan para malos entendidos como también a diferentes interpretaciones, así que si existe una duda y una necesidad imperante de espantarla es mejor conversarlo, pero en calma y haciendo énfasis en que la aclaratoria es para dejar en evidencia que el amor de pareja está antes que nada.
A pesar de lo anterior, si aquello que nos molestó fue algo de momento, confiamos plenamente en el cónyuge, callar es lo adecuado, ya que vamos a ocasionar una molestia innecesaria por algo que no lo merece mientras que nuestro compañero sentimental nos saca en cara que nuestra desconfianza.
En conclusión, si decidimos hablar, debemos mantener la calma, buscando negociar, o dejando por sentado que la intención no es acusar, sino evitar un malentendido que empañe de algún modo el afecto que ambos se devengan en la relación conyugal.
Por todo lo anterior, como la convivencia no es fácil, sino que se trata de un largo período de adaptación que lleva tiempo, incluso años, muchas veces, es mejor callar que hablar; o confiar que dudar, ya que, por un razón de peso, esa persona que elegimos como compañero sentimental se mantiene a nuestro lado.
En boca cerrada…
*** ¿Para qué decir algo que está bien olvidado en el pasado? A nuestra pareja no le interesa detalles de relaciones anteriores, sobre todo si esa información no tiene alguna relevancia en el presente. Sólo lo general, puede importar, si estuvimos casadas o no, o algún temor producto de algún trauma, para curarnos emocionalmente, y así construir un vínculo sano.
*** Por otro lado, cuando algo nos molesta porque estamos dudando del cónyuge, a veces, conviene aclararlo pero sin acusar, más bien sacando a la luz aquello que está incomodándonos para consolidar más el vínculo cuando evitamos que algo lo enturbie con dudas o nos perturbe emocionalmente.
La voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas