*** En la Venezuela contemporánea, en cierto sentido, se han dado dos modelos políticos exitosos pero contrapuestos: por un lado, el modelo betancurista y, por otro, el chavista. Exitosos porque, habiendo conquistado el poder, lograron mantenerse, imponiendo su hegemonía, uno por 40 años, y el otro, anda en 15 años, por ahora
Betancurismo
Pero, evidentemente, son modelos contrapuestos, que responden a concepciones antagónicas del país. El personificado por la impronta de Rómulo Betancourt quien le puso su sello particular al período histórico que abarca desde 1958 hasta1998, conocido como de la democracia representativa o puntofijismo, pero, en términos más precisos, como pacto de élites (políticas, económicas, sindicales, religiosas, culturales, militares) que se combinaron para gobernar bajo la férula de los intereses del imperialismo estadounidense y de la burguesía local financiera-comercial importadora.
Durante esas cuatro décadas, se alternaron en el gobierno las direcciones políticas de Acción Democrática (AD) y del Comité Organizado Para Electores Independientes (Copei), ( aún cuando ya en el último período, Rafael Caldera, en su segunda presidencia gobernó con una alianza variopinta, separado de su cepa copeyana original) no para gobernar en función del pueblo que decían representar sino en función del capital , en la falsa creencia, o espejismo, que el desarrollo capitalista traería aparejado, de por sí, el desarrollo social del país; las cúpulas dirigentes se prodigaron en administrar los ingentes recursos provenientes de la renta petrolera con miras a favorecer, fundamentalmente, la acumulación capitalista transnacional y de grupos empresariales locales, estimulando el fortalecimiento de sectores de las capas medias que le sirvieran progresivamente de base de apoyo social, dejando sólo las migajas del festín para los trabajadores, los sectores más vulnerables y para el funcionamiento cada vez más limitado del Estado.
A medida que transcurrían los años se disminuía la inversión social, concebida como un gasto, y los organismos multilaterales (FMI, BM, BID, etc,) marcaban la pauta para el manejo de los recursos públicos. Particularmente, esto se acentúo en la década de los noventa, cuando el neoliberalismo, reinante en el capitalismo mundial, impuso sus medidas de máxima expoliación, depredación y privatización de las empresas y servicios estratégicos y, en consecuencia, de generación de pobreza y de una inmensa deuda social. Fueron 40 años de debilitamiento progresivo del Estado, de pérdida de soberanía política y económica y de distorsión de la identidad nacional.
La posición política internacional de Venezuela estaba sujeta a lo dictado por Washington y los valores culturales cada vez venían siendo moldeados por la industria cultural estadounidense con miras a imponerle a nuestro pueblo una visión del mundo acomodaticia con los intereses imperialistas y un patrón de consumo acorde con el consumismo de la sociedad capitalista estadounidense. Nuestro norte era el norteamericanismo, divorciado de los pueblos hermanos latinoamericanos y caribeños, totalmente de espaldas al legado libertario e integracionista del Libertador Simón Bolívar.
El betancurismo logró mantenerse y preservar el poder, a expensas de su entrega, al centro imperial; a costa de una implacable represión (fueron miles los muertos y desaparecidos y presos por sus posiciones políticas), con una limitada libertad de expresión y un precario ejercicio de los derechos humanos y de los principios democráticos. De esta manera logró Betancourt y sus continuadores que no los derrocara el imperialismo estadounidense. Fue así como se perpetuó, este modelo político-social, durante cuarenta largos años, prácticamente, dos generaciones de venezolanos.
Modelo chavista
El chavismo, no visto sólo como un movimiento político-social sino como modelo político a través del cual se plantea la transformación revolucionaria de la sociedad venezolana, está inspirado y se nutre, naturalmente, en la praxis teórico-política del Comandante Hugo Chávez Frías, quien, en un esfuerzo de construcción individual y colectivo, supo aprehender la realidad nacional, enmarcada en el contexto histórico y geoestratégico, logrando establecer una estrecha sintonía con el sentir y expectativas del pueblo preterido y excluido por los gobiernos del modelo puntofijista.
El chavismo surge de las entrañas del pueblo venezolano, como respuesta redentora de sus desesperanzas, convirtiéndose en sujeto político para la toma del poder e impulsar la Revolución Bolivariana, sustentada en las ideas y prácticas de Bolívar, Zamora y Simón Rodríguez y en el legado del movimiento socialista nacional, regional y mundial.
Con ese referente, el modelo de país chavista se fundamenta, además, en los principios, valores y articulado de la CRBV, en el Proyecto Nacional Simón Bolívar, concretado en los Planes de la Patria (2007-2013 y 2013-2019) y en otros documentos fundamentales surgidos de la pluma y reflexión del Comandante Chávez.
Modelo de país que está magistralmente expresado en los Grandes Objetivos Históricos: Consolidar la Independencia Nacional; construcción del Socialismo Bolivariano del Siglo XXI, como alternativa al capitalismo salvaje; convertir a Venezuela en un país potencia en el marco de la Patria Grande; contribuir al desarrollo de un mudo multicéntrico y pluripolar y contribuir a preservar la vida en el planeta y a salvar a la especie humana.
La gestión de Chávez en sus 14 años de gobierno estuvo orientada por estos Objetivos Históricos, al igual que, ahora, la gestión del Presidente Maduro. Transformar al país, saldar la deuda social puntofijista, impulsar la integración nuestroamericana y no bajar la guardia ante el imperialismo. Sí, son dos modelos antagónicos de país.
Notas paralelas
Miguel Ugas