Las inversiones y empresas de capital privado, pese a las dificultades que presenta actualmente la economía venezolana, siguen teniendo un margen amplio para que en el mediano y largo plazo, se puedan optimizar sus procesos productivos
Miguel Pérez Abad
Hay una convicción genuina por parte del equipo económico del Gobierno Bolivariano de que la inversión privada de origen nacional e internacional es indispensable para que, junto a la inversión pública, reactive, potencie y relance el aparato productivo apostado en nuestro país.
Para ello, el Ejecutivo Nacional entiende que debe generar incentivos, atractivos y facilidades al capital para que apueste a Venezuela. Comprende que, en cierto modo, debe seducir al capital. Pero, al mismo tiempo el Gobierno del presidente Nicolás Maduro debe preservar las reivindicaciones sociales del pueblo, logradas través de la Revolución Bolivariana. O sea, sí a la inversión privada nacional y trasnacional, pero no a costa de las reivindicaciones sociales del pueblo.
En este sentido, la estrategia de seducción debe trascender aquel remate de los derechos del pueblo que hicieron y aún hacen algunos gobernantes del mundo, para que los grandes capitales internacionales se coloquen en sus naciones, a producir con mano de obra barata y grandes ganancias.
No obstante, es indudable que sí se deben crear algunas condiciones y promover incentivos por parte de los gobiernos. En nuestro país, el Gobierno Bolivariano ha dado y sigue dando señales de que están dispuestos a hacerlo. Dentro de estas acciones es necesario garantizar los niveles de rentabilidad mesurables, las revisiones periódicas de precios (control de precios, más no congelación de precios) y las garantías de cumplimiento de los contratos laborales apegados a las leyes y a la viabilidad económica de las unidades de producción.
Las inversiones y empresas de capital privado, pese a las dificultades que presenta actualmente la economía venezolana, siguen teniendo un margen amplio para que en el mediano y largo plazo, se puedan optimizar sus procesos productivos y por añadidura, sus niveles de rentabilidad vuelvan a la normalidad.
Debemos olvidarnos de las visiones dicotómicas: cero o nada, bueno y malo, sí y no. En el caso de la reactivación de las inversiones en el país, y en especial del retorno de muchos capitales fugados en divisas (dólares), se puede apelar a la astucia de ladrar y mover la cola.
Se ladra cuando sea necesario establecer límites, regular ganancias, garantizar derechos de los trabajadores, de la familia venezolana y los consumidores. Y se mueve la cola, cuando sea necesario reconocer a los productores e inversionistas, sus derechos a ajustar precios de bienes y servicios cuando ocurra el aumento de su estructura de costo; la necesidad de garantizarle los dólares necesarios para importar insumos y materias primas, entre otras acciones.