Charlie Poulter, de Inglaterra, está convencida de que haberse tomado un batido con placenta del tamaño de la palma de su mano, frutos del bosque y cambur le dio la energía que necesitaba justo después del parto.
«Lo tomé bastante rápido porque no quería pensar mucho en ello», confiesa. «Pero se sintió como algo insignificante después de haber pujado un bebé al mundo».
«Pensé que si esto evitaba la depresión postnatal y me daba energía, entonces podía tomarme un vaso», agrega.
La motivación de esta mujer de 30 años es clara; cuando quedó embarazada de su primer hijo, llevaba 18 meses en terapia por depresión, por lo que le preocupaba desarrollar depresión posparto.
«Nunca había oído hablar de encapsulación de placenta, pero descubrí que podría ayudarme a no decaer», cuenta. «Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa y mi esposo me dijo que si sólo se trataba incluso de un efecto placebo, que no importaba porque daño no me haría».
La placenta es responsable de la nutrición, respiración y excreción del feto durante los cerca de nueve meses de su desarrollo. Es por ello que algunos creen que este órgano sangriento no debería desperdiciarse una vez que cumple su función.
En vez, podría ofrecer a la madre lo que necesita para su recuperación del parto y el inicio de lactancia. Esto significa comerla.
Batido de 40 dólares
Laura Devlin, periodista de la BBC, explica que en Reino Unido algunas mujeres están optando por tomarse una parte justo después de dar a luz en un batido de frutas y mandar a congelar el resto para hacer cápsulas que puedan seguir tomando.
«Están convencidas que estas píldoras mágicas suben los niveles de energía, ayuda a mejorar la producción de leche e incluso previene la depresión», señala.
En Inglaterra opera la Red de Encapsulación de Placenta (IPEN, por sus siglas en inglés) que se encarga de recoger el órgano una vez que sale del útero, preparar esa primera bebida y llevarse el resto del producto para secarlo y encapsularlo. Cobra unos US$250 por las cápsulas y US$40 por la bebida.
No obstante, a las autoridades británicas les preocupa que esta práctica genere alguna contaminación bacteriana y la está investigando.
En el caso de Poulter, un especialista de IPEN estuvo presente en el parto en junio de 2011, listo para prepararle el batido. Días después, la madre recibió el resto de la placenta en forma de pastillas.
«Mi hija Lillian es la única que tengo, así que no hay forma de comparar (lo que sentí con otros partos), pero me dio mucha energía, no me sentí completamente muerta. Mi esposo estaba más cansado que yo».
También cuenta que no le dio depresión postnatal y «jura que fue la placenta». Desde entonces se ha hecho una especialista de IPEN.
Si bien no es muy común en humanos, la práctica de la placentofagia está extendida entre los mamíferos. «Con la excepción de los mamíferos marinos y algunos domesticados, todos los demás se la comen tras el parto», explica Devlin.
Tendencia reciente
Por otra parte, la placenta seca se utiliza en la medicina china tradicional por sus propiedades fortalecedoras. Pero en las culturales occidentales, la placentofagia es más reciente.
En Estados Unidos, la actriz y vegetariana Alicia Silverstone publicó recetas de placenta después de haberse comido la suya tras el parto. Y la actriz de la serie Mad Men, January Jones, informó que tomó las cápsulas tras el nacimiento de su hijo Xander.
Este año, en Oregón (noroeste de EE.UU.) entró en vigor una ley que recoge el derecho de las mujeres a que, cumpliendo determinados requisitos, puedan llevarse las placentas del hospital.
Pero, ¿cuál es la ciencia detrás de esta práctica?
Hasta la fecha no existen estudios controlados con placebo sobre placentofagia humana.
El año pasado, la Universidad de Nevada hizo una encuesta entre mujeres que habían tomado placenta, y muchas dijeron haber tenido beneficios para la salud. Pero los investigadores concluyeron que se ha hecho muy pocos estudios como para verdaderamente evaluar esta evidencia anecdótica.
Por su parte, el Colegio Real de Matronas, en Reino Unido, considera que no hay suficientes pruebas como para que la organización «apoye o desapruebe» la placentofagia, pues no hay suficientes investigaciones al respecto.
«Nuestra posición es que si una madre quiere guardar su placenta, es su decisión y debería ser ayudada», comenta Jacque Gerrard, portavoz de la organización.
BBC Mundo