En una Venezuela a la que le han amputado todos su derechos la escasez y la inseguridad golpea inmisericordemente a la ciudadanía hasta reducirla a focos de protestas en todo el país, que mantienen encendida la llama de la esperanza que se debate en dos tendencias, la salida constitucional y la salida violenta.
Por supuesto que los sectores mas racionales apuestan a la primera de esas alternativas, pero cierto es también el artículo 350 de la Constitución la que da un barniz de legalidad a los objetivos de quienes han agotado su paciencia y reclaman un cambio inmediato en las políticas del gobierno venezolano y la restitución del estado de derecho, mediante una autentica separación de poderes.
Este clima de intemperancia que vive el país se alimenta además, por una economía hecha pedazos por la aplicación de recetas socialistas que han fracasado en otras latitudes. La galopante inflación y el desabastecimiento son demostraciones palpables de que el país requiere un viraje de inmediato y lo sensato seria que el gobierno reconociera que se ha equivocado y que el dialogo propuesto sea asumido de una manera sincera y transparente. La filosofía de “A Dios rogando y con el mazo dando” asumida por algunos factores de poder que juegan al desastre, terminarán por destruir la expectativa de que el país se unifique para evitar el caos y nos arrastrará a una situación impredecible que todos vamos a lamentar. Por eso es necesario llamar a la sindéresis y aceptar con paciencia la mediación de la Unasur y el Vaticano, sin renunciar a la protesta pacifica que evidencie el malestar popular, porque la salida violenta solo favorece a quienes pretenden perpetuarse en el poder “por las buenas o por las malas”. La presencia de testigos internacionales en la Mesa de Diálogo servirá para establecer responsabilidades históricas de quienes jugaron para recuperar la nación y quienes apostaron al apocalipsis.
José Materán Tulene
Editor
@jomatul