La muerte del doctor Jacinto Convit, un venezolano de excepción nos ubica en un escenario que deja mucho que desear como sociedad
Puede que uno acepte, entienda y tolere que en medio de la lucha política haya que jugar duro. Lo hace el gobierno para conservar el poder y también la oposición con la finalidad de quebrar esta hegemonía, todo dentro de un país que durante gran parte del siglo pasado fue un ejemplo vibrante de democracia.
Pretender escribir la historia con los desmanes del pasado es una pincelada de demagogia que le funcionó muy bien a Hugo Chávez que supo capitalizar el descontento generalizado de la población, especialmente de las clases populares con el desgaste de un ejercicio político que no interpretó el sentimiento de un país frustrado.
Lo hemos dicho un millón de veces. El remedio resulto peor que la enfermedad con una luna de miel bastante prolongada.
Hoy la sociedad venezolana atraviesa por mayores frustraciones que las del pasado más otros agregados que nos están desfigurando nuestro gentilicio.
15 años lleva este síndrome divisionista que anteriormente solo era comparable con la rivalidad existente en caraquistas y magallaneros. Hoy la crispación no tiene límites y ha terminado en una violencia condenable.
El verbo procaz usado en este proceso revolucionario ha ido propagándose a todos los niveles del partido de gobierno y sus aliados desatando un odio que impide que se pueda compartir por encima de la capacidad de disentir.
Ahora, al calor de un lenguaje agresivo que nos fracturó odiosamente, también sumamos la falta de sensibilidad ante los ciudadanos que han hecho grande a este país del cual todos estamos orgullosos.
Gobierno insensible
La muerte del doctor Jacinto Convit, un venezolano de excepción nos ubica en un escenario que deja mucho que desear como sociedad.
A su partida física se agrega la penosa fuga de talentos que es alentada desde las altas esferas para quitar del medio todo lo que perturbe.
Con la muerte ocurre igual. Parece que hay que ser afecto al Gobierno para tener un velatorio digno y con honores sin importar la grandeza del ser humano.
Toda pérdida humana es lamentable porque la muerte es la oscurana de la vida, pero ello no es ápice para diferenciar a las almas como pretende hacerlo el Gobierno.
Han fallecido dirigentes del PSUV y han sido objeto de grandes honras fúnebres sin tener el antecedente ni la estatura para ello, en cambio esta semana la humanidad, el país y el mundo pierden un científico, un sabio, un humanista, un investigador y casi pasa desapercibida por un Gobierno que hasta la sensibilidad ha perdido.
Un verdadero héroe
El doctor Convit fue un héroe de este tiempo que vivió con entrega, pasión y humildad. Su política era la ciencia, la investigación. Su bata era blanca y no roja. Nos deja un legado inmenso y una experiencia de vida que ejerció hasta el último de sus días, meritos que no fueron suficiente para que los conspicuos líderes del poder tomaran en cuenta para decretar un duelo nacional que al menos sensibilizara a nuestros escolares sobre su grandeza como hombre.
Esta crónica no pretende la crítica inútil con tintes políticos para afectar a nadie en particular, pero sí busca al menos propiciar un minuto de reflexión ante este ejercicio de la sinrazón que nos corroe como sociedad.
No quisiéramos pensar que el doctor Convit no merecía el duelo nacional porque no perteneció a una elite política o porque sus descubrimientos e investigaciones tenían poca conexión con las misiones o con barrio adentro, o porque nunca asistió a los maratónicos “Alo Presidente” ni administró una bodega en el llano ni jugó beisbol con Fidel Castro.
Venezolano de excepción
El hecho de que el doctor Convit no haya sido velado en la Asamblea Nacional no es un hecho que nos debe extrañar ni que tengamos que suplicar porque entendemos que ello debió ser un gesto espontáneo. Sabemos perfectamente que toda esa esencia se ha extraviado en estos tiempos donde valores están distorsionados.
Tampoco debemos mendigar que no se hayan decretado tres días de duelo por su muerte, pero nos lastima sobremanera que se sea tan indiferente e insensible ante la grandeza de quien acumuló durante un siglo suficientes credenciales para ser admirado, respetado y estudiado por todos los venezolanos.
El doctor Convit fue un venezolano de excepción. Un ciudadano del mundo que se nos fue como era, silencioso, sabio, detallista. Probablemente si tuviera la oportunidad de escoger su velatorio habría preferido la discreción ante el exhibicionismo porque así fue su vida, pero es inconcebible que el Gobierno, así como se esmera en alienar las mentes de los escolares a través de las “canaimitas” o los textos, haya borrado de nuestra historia este valioso ser humano cuya magnitud debe ser conocida y ampliamente honrada por las nuevas generaciones.
El contraste es que lamentablemente este eje de pensamiento ha venido degradando nuestros valores y hasta nuestras insignias. Se trata de la única revolución que ejerce el contrasentido en el mundo.
Presente que mutila el futuro
Es probable que muchos líderes del proceso no tengan ningún interés en saber quién fue Jacinto Convit ni tengan previsto hacer un monumento en su memoria porque en este momento es más importante saber que a Bolívar lo amamantó una cubana.
Lo peor es que esta sarta de disparates tiene su audiencia que juega al oportunismo y a la manipulación.
Lamentamos, honrando la memoria del doctor Convit, que su muerte nos recuerde la terrible realidad del presente que mutila el futuro de las nuevas generaciones que luchan con sus ideas frente a las balas asesinas.
Se nos ha ido Convit con su ciencia y su grandeza.
Para quienes no tienen tiempo para estas nimiedades, algún día no muy lejano quizás entenderán la grandeza de este sabio.
Paz a sus restos y respetuosamente le pedimos al honorable científico que perdone tanta falta de ignorancia
Pisoteamos nuestros talentos
La réplica de la espada del libertador se la llevó al infierno un sanguinario como Gadafi. Los más detestables dictadores tienen nuestras máximas distinciones, los poderes públicos se subordinaron de tal manera que la vergüenza pasó a ser un objeto extraviado.
Aquí se ha profanado hasta la tumba del Libertador y se le cambió el rostro, se le ha pasado por encima a la historia, se han modificado los símbolos patrios, en fin se ha pretendido sepultar nuestra idiosincrasia y nuestras raíces incentivando el irrespeto y la indecencia donde no se han salvado la iglesia ni la curia.
Pisoteamos nuestros talentos de la manera más repugnante que existe.
No nos conformamos con la tragedia diaria de no conseguir alimentos, de vivir el país más inseguro de América, con la inflación más alta, sino también tenemos que convivir con un Gobierno indiferente, insensible y mediocre
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Jairo Cuba
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