Nelson José Chitty La Roche / e-mail: nchittylaroche@hotmail.com
Uno de los conceptos más importantes en la historia de las ideas políticas es, sin dudas, el de soberanía que; por cierto, apunta al reconocimiento de características propias del señorío medieval y que será recogido y atribuido por Bodino, para articular la presencia institucional dominante y unificadora, con los rasgos fenotípicos del poder feudal. Para ofrecer entidad y fortaleza al emergente poder secularizado y secularizante se trajo a la organización política, la personería de la fragmentada sociedad en el evanescente actor y señor. Se le sustrajo el alma a todos ellos y así se construyó el monarca absoluto.
Es bueno recordar que el vocablo absoluto es altamente pretencioso y excluyente. Semánticamente solo Dios es absoluto. Solo él nace de sí mismo y en su sustancia yace la potencia. Si el monarca es absoluto significa que no depende de nadie, lo puede todo por su voluntad y sus congéneres son distinguidos para acompañarlo en la empresa del poder y así los privilegiados terratenientes, los miembros del clero, los burócratas y aquellos que suceden a los siervos de la gleba.
La soberanía fue asumida como el poder absoluto y perpetuo. Algo de divino había en ese tránsito que superando el dominio de Dios se trasladaba al de los hombres. No todos por supuesto sino aquellos a los que el poder pertenecía por sangre o por historia. Como un componente de su personalidad el mando, la decisión, la fuerza se mezcló con la institución conciliando lo personal con lo institucional.
En la evolución sin embargo de las comunidades políticas aparecerá luego y en buena medida como resultado de la secularización mencionada un agente poderoso y modelador. El individuo irrumpirá al tiempo que el conjunto en una sorpresiva y armoniosa argumentación que se tradujo en corrientes definitivas en el devenir histórico. El ciudadano y el pueblo. La libertad y la democracia.
Las revoluciones arrancaron al monarca lo que de importante verdaderamente había en él. El poder de decidir, de liderar, de desafiar, de zanjar, de instituir. La política fue y será siempre una perspectiva en la que en lo inmediato se gestiona para la comunidad a través de un proyecto de convicciones. Paralelamente se aprende que es a través del instrumental de naturaleza ideológica y conceptual que se edifica el ensamblado societario. Las bases, las fundaciones tienen que contar para durar de credibilidad y de legitimidad. Para lograrlo es menester al menos convencer aún a los que no creen que es preferible esa certeza que cualquier otra incertidumbre.
Al madurar e irradiar de su talante omnipotente esa criatura que parió el genio humano para sobrevivir de la amenaza que el mismo constituía y que llamamos Estado, se advirtió que la energía de la soberanía nominalmente sólo podría ser de todos pero, a través del Estado y más precisamente por medio de la representación.
Lo que hace sin embargo titubear el ejercicio consiste en la recurrente experiencia de poderes que en manos de los hombres se corrompen, de hombres que a nombre de las clases sociales marginan a otros hombres, de líderes que se apropian de la soberanía.