Una exposición callejera en Praga, República Checa, recuerda al inglés Nicholas Winton, conocido como el «Schindler británico», quien salvó a casi 700 niños checoslovacos, en su gran mayoría judíos, de los campos de exterminio nazis.
Bajo el título «El arca de Noé», que alude el simbolismo del patriarca bíblico que consiguió salvar a la Humanidad del diluvio universal, la muestra se puede visitar en la isla praguense de Kampa hasta el 19 de junio. La exposición reúne 19 testimonios de personas salvadas por Winton, con documentos fotográficos que recorren sus vidas, además de una explicación sobre la situación de Checoslovaquia entonces.
El motivo de la muestra es el 105 cumpleaños de Winton, que este año ha sido distinguido con la máxima condecoración del Estado checo, la orden del León Blanco, pero a cuya ceremonia de entrega no podrá acudir en octubre por su delicado estado de salud.
Winton, entonces un financiero de 29 años en la nómina de un banco anglo-checo, se convirtió en el verano de 1939 en cerebro de una complicada operación administrativa y logística, desde su domicilio londinense, y desde el Grand Hotel Sroubek de Praga.
Aficionado a la esgrima y a pilotar aviones, instalado en una buena posición, decidió organizar una gran operación para salvar a todos los niños posibles antes de la llegada de los nazis.
En 1939 Winton escribía a un amigo suyo, según recuerda uno de los paneles, que «hay una diferencia entre el bien activo y el pasivo», y estriba en que «el bien activo significa dedicar tiempo y energía para mitigar el dolor y el sufrimiento».
«Requiere que uno busque activamente a esos que sufren y están en peligro, y no sólo vivir una ejemplar vida pasiva sin hacer el mal», añadió en la carta.
Con este ideario, Winton lideró uno de los episodios humanitarios más conmovedores de la época, una historia que permaneció en la penumbra y sin publicidad alguna hasta que la mujer del protagonista, haciendo orden en un desván de casa, se encontró con las pruebas documentales de una operación nada común.
Y, poco a poco, se pudo ir reconstruyendo un relato que estuvo minado de obstáculos y sinsabores.
Entre ellos el rechazo de la diplomacia de EEUU, que el 7 de junio de 1939 contestó a una petición realizada por Winton al presidente, y donde se le comunica que «el Gobierno norteamericano es incapaz, en ausencia de legislación específica, de permitir inmigraciones que excedan las previstas por las leyes actuales». Aun así, Washington adjuntó el contacto de organizaciones privadas, por sí podían ayudar.
Winton involucró a su madre, Bárbara, en el Comité Británico de Refugiados de Checoslovaquia por él fundado, y después de muchos esfuerzos, logró fletar ocho trenes desde Praga con destino a Londres entre el 14 de marzo y el 2 de agosto de 1939.
Resulta conmovedor leer las cartas de agradecimiento de los beneficiados, como Martha Frank, que el 15 de agosto de 1939 escribió: «Supe que fue especialmente usted quien ayudó a encontrar un nuevo hogar para nuestro hijo Tomy Frank». Y continúa: «Miles de padres en nuestro país se lo agradecen de todo corazón, como nosotros, y esperan sus noticias, como nosotros». Frank acaba su misiva con un «Nunca olvidaremos lo que ha hecho por nosotros y lo que hará por otros niños».
El último tren, que tenía previsto abandonar la Estación Central de Praga el 3 de septiembre, poco después de la carta de Frank, no pudo iniciar su recorrido al estallar la contienda europea, pero consiguieron salvarse 669 jóvenes.
Con el paso de los años, se ha logrado reunir en torno a Winton a una gran familia que ha pasado a llamarse «la familia de Nicky».
Winton estuvo por última vez en Praga en enero del 2011, con 102 años, para asistir al estreno del documental dramatizado «La familia de Nicky», del realizador eslovaco Matej Minac.
Gustavo Monge (EFE)