Por muchos años los profesionales del derecho evocaron clasismo, elite inalcanzable y dominadora. Esta imagen separó quizá sin quererlo al derecho del pueblo más necesitado de él, precisamente porque la sensibilidad social no los acompañaba
Esta semana recibí, cosa que agradezco, una invitación de un centro de estudiantes de derecho, convocándome a una marcha de togas, donde los abogados harían un acto público para manifestar en contra de algunas acciones de los poderes ejecutivos y judicial. Agradecí públicamente y además agregué que ojalá la convocatoria hubiese sido para hacer labor social y responder a miles de venezolanos que tienen hambre y sed de justicia.
Cada quien manifiesta y se expresa como quiere, no hay duda que es una de las garantías de la democracia, pero si alguien ha estado bastante alejado del giro y la evolución de la sociedad, en los últimos años, como gremio, han sido los abogados. No hablo de excelentes acciones ejercidas, a título particular, por abogados en distintos roles de defensa de derechos humanos, me refiero a la cohesión, agrupación y acciones conjuntas, no precisamente de protesta sino de aporte social y colectivo.
La mala fama de los profesionales del derecho
Un abogado debe ser integral, desde el profesional del derecho, pasando por un psicólogo, terapeuta y hasta un cura porque bastante secreto recibimos, sino casi que en confesión, por lo menos profesional. Siento que hace mucho que las aulas están alejadas de la realidad social, desarticuladas de las necesidades de la gente. Formamos abogados en pirámides que aíslan a los futuros profesionales de unas circunstancias país que son distantes y distintas a las del aula.
El derecho como ciencia social necesita de un laboratorio real, la calle. Los abogados lamentablemente han adquirido una fama, quizá no justa, pero existente en el imaginario popular, de ser interesados, tramposos, cobradores de sumas excesivas, y hay una caracterización hasta ofensiva de eso que muchos piensan sobre el gremio. La realidad tampoco es así, como en toda profesión hay de todo tipo de personas, pero la generalidad más bien responde a patrones vinculados con principios y valores éticos que deberían ser la regla que se imponga en todos los espacios y que permitan a la sociedad impulsar cada acción en el marco de la ley.
Apuntando al deber ser
Los colegios de abogados deberían ser más activos, influyentes, colaboradores y generadores de paz y de cultura jurídica en las comunidades donde se encuentran. El gremio necesita vocería, cohesión, liderazgo, agenda y pertinencia para empezar a generar espacios de discusión con nivel jurídico que se traduzcan en acciones en beneficio del colectivo y no de su propia individualidad.
Cada firma de abogados debería asumir como parte de su gestión la labor social de asistencia y orientación jurídica gratuita a personas necesitadas, convertirse en centros de mediación y conciliación donde ayuden a personas en conflicto a solventar sus casos en un ambiente donde la palabra, el compromiso y el diálogo se conviertan en cultura para la resolución alternativa de los conflictos.
Lo social es lo esencial
La toga no significa nada para un ciudadano, más bien lo aleja, lo distancia, nos divide, yo diría más bien que muchos deben quitarse la toga, la corbata y en algunos casos el antifaz, para ser percibidos como seres humanos entre muchas personas que necesitan mucha ayuda. Siempre he sido reactiva y he protestado por mis derechos desde el aula hasta en cada espacio que he ocupado profesionalmente como abogado.
La estrategia para cambiar no está en una marcha en toga, menos aún en etiquetarse como oposición, porque nos estamos aislando de otros que aún con otra tendencia política seguramente tienen las mismas necesidades que los que en toga marchan. En vez de eso considero que la conquista cuerpo a cuerpo es trascendente. Por muchos años los abogados evocaron clasismo, elite inalcanzable y dominadora. Esta imagen separó quizá sin quererlo al derecho del pueblo más necesitado de él, precisamente porque la sensibilidad social no los acompañaba.
Nuestra época y esta Venezuela son distintas, lo social se ha convertido en lo esencial y los abogados no se han incorporado a los cambios de una manera adecuada, en mi humilde opinión.
En estos tiempos la forma importa
El gremio debe reaccionar y agruparse no desde el oposicionismo clásico y vacío de una marcha que no le hablará sino a los iguales, porque los otros no creen en nada ni en nadie, menos en unos sujetos que con togas salgan a protestar por algo que ellos no conocen: la justicia, porque siempre les ha sido negada.
La única forma de llamar la atención pero sobre todo influir en cambios certeros es metiéndose en los grupos necesitados y resolviendo sus conflictos, orientándolos y acompañándolos a buscar y conseguir esta justicia por la que en toga se pretende marchar. Al final se quiere lo mismo, pero en estos tiempos la forma importa y puede llevar a resultados muy diferentes.
Ojalá que entendamos que ser un gremio conlleva un peso muy importante, que de ser utilizado de una manera inteligente, y con una finalidad altruista pero con objetivos claros puede sembrar la semilla de unos ciudadanos distintos.
Dejemos la toga para esos formalismos procesales que nos etiquetan como unos profesionales con un vestido extraño, propio de otras épocas, y salgamos con la ley en el corazón y en la razón a transformar realidades difíciles de entender que necesitan de esos abogados de corazón y no de clásicos y distantes profesionales. Y a los alumnos, la mejor forma de aprender a ser justos y buenos abogados, es saliendo a vivir con las injusticias y luchando en la calle por transformarlas.
Cuando dejemos de ser una toga y nos transformemos en generadores de cambios culturales con la ley, la paz y la justicia como norte, otros serán los ojos con los que nos miren. Mucho por hacer, poco hecho.
Cuando se trunca el espíritu de la legalidad
Muchas de las cosas que suceden dentro del sistema de justicia responden a la irresponsabilidad o indecencia de algunos abogados. Convalidar actos de corrupción siendo partícipe o cómplice de ellos los convierte en parte de lo que se quiere y necesita cambiar.
Habría que preguntar a cada estudiante de derecho y a cada abogado cuál es la razón por la que han optado por esta carrera. El espíritu de la legalidad como compañía del desarrollo profesional muchas veces se encuentra truncado por una realidad donde la injusticia, la impunidad, y la corrupción se han apoderado de los espacios de las libertades
Mónica Fernández
Twitter: @monifernandez