*** Las primeras dos víctimas del gigante asesinó fueron sus abuelos paternos y luego inició una saga homicida que cobró la vida de varias jóvenes estudiantes en la década de los ´70
Edmund Kemper nació el 18 de diciembre de 1948 en California. Como la mayoría de los asesinos recurrentes, se crió en el seno de una familia conflictiva cuyos padres reñían constantemente y que con el tiempo terminarían divorciándose.
Criado por una madre que no vacilaba en encerrarlo en el sótano de su casa, Edmund Kemper se vuelve tímido y solitario. Sueña con vengarse, imaginando juegos mórbidos en los cuales tienen un papel esencial la muerte y la mutilación. Nadie toma en serio sus fantasías morbosas, ni siquiera cuando a los ocho años juega a la silla eléctrica y a la cámara de gas con su hermana.
Otro de sus macabros juegos consistió en asesinar el gato de la familia. Lo entierra vivo y le corta la cabeza, la cual lleva orgulloso a casa, donde la exhibe en su cuarto como un trofeo. Es incapaz de expresar cualquier sentimiento de afecto y sus compañeros evitan su presencia, pues les asusta la manera en la que Kemper les mira fijamente.
Campaña asesina
Ya cansada del extraño comportamiento de Edmund, en 1963, su madre lo manda a vivir a la granja de sus abuelos paternos en California. Es allí, a los 16 años de edad, cuando dispara contra su abuela con un rifle del calibre 22 y luego la apuñala una y otra vez para desahogar su ira, porque según él, era más estricta y le imponía más castigos que su propia madre.
Después le pegó un tiro a su abuelo y dejó el cadáver tendido en el jardín. Tras estos crímenes, llama a su madre desconcertado para informarla y cuando los policías le interrogan sobre los motivos, responde: “Solo quería saber lo que se sentía matando a mi abuela”.
Las autoridades lo internaron en un hospital de alta seguridad en Atascadero. En 1969, pese a la oposición de los psiquiatras, lo soltaron cuando tenía 21 años, para ponerlo de nuevo al cuidado de su madre. Para aquel entonces, el joven medía 2,05 metros de estatura y pesaba unos 135 kilos.
Trabajó en diversos sitios hasta llegar al Departamento Californiano de Transporte y fue cuando realmente inició su campaña asesina. Entre mayo de 1972 y febrero de 1973, Kemper mató a diversas estudiantes que encontraba en la autopista, a las cuales llevaba a zonas aisladas para acuchillarlas, dispararles o asfixiarlas.
Luego, las trasladaba a su apartamento donde practicaba necrofilia con posterior disecación. Bajo este esquema, asesinó a seis colegialas y curiosamente, el “Gigante Asesino” siempre atacaba después haber discutido con su madre y no elegía sus víctimas al azar, pues las investigaba hasta estar seguro de que fuesen el prototipo que su madre le había prohibido frecuentar.
En mayo de 1972 recogió en su carro a dos chicas de 18 años, las llevó a un sitio apartado y allí las mató a puñaladas. Luego, trasladó los cuerpos a casa de su madre, les sacó fotografías, las descuartizó y les cortó la cabeza, al día siguiente entierra los cadáveres en las montañas cerca de las inmediaciones y arroja las cabezas a un barranco. Cuatro meses después, mata a otra joven de 15 años de una manera similar.
Mientras se entregaba a esta orgía criminal, acudió a una de las evaluaciones psiquiátricas a las que debía someterse con regularidad y fingió tal lucidez que según los peritos que lo examinaron, ya no representaba una amenaza para sí mismo ni para los demás. Ese día, llevaba en el maletero de su carro la cabeza decapitada de su víctima más reciente.
Y siguen los asesinatos
Ed espera otros cuatro meses antes de volver a matar. En febrero de 1973, amenaza a punta de pistola a otra estudiante para que se meta en el maletero, antes de llegar a su casa la ha matado, coloca el cadáver encima de su cama y lo viola. Desmiembra el cuerpo en la bañera y arroja los restos al mar, la cabeza la entierra al pie de la ventana del cuarto de su madre.
En febrero de 1973, otras dos chicas son asesinadas por Kemper, quien amontona los cadáveres en el maletero y regresa a casa de su madre, donde cena tranquilamente y luego decapita los cuerpos.
Finalmente, Ed Kemper mata a su madre a martillazos mientras dormía, antes de decapitarla y de violar su cadáver. Más tarde pone la cabeza de su progenitora sobre la repisa de la chimenea y le lanza flechitas mientras la insulta. Esa misma noche, llama por teléfono a una amiga de su mamá y la invita a cenar, para también asesinarla y decapitarla.
Tras estos crímenes, decide entregarse a la policía. En sus confesiones posteriores reconoce que lo que más deseaba era saborear su propio triunfo sobre la muerte de los demás. El vencía a la muerte y vivía mientras los demás morían. Esto actuaba sobre él como una droga, empujándolo a querer cada día más gloria en su victoria personal a la muerte.
Durante su juicio alegó locura, aunque fue hallado culpable de ocho cargos por asesinato. Pidió la pena capital, pero, al estar suspendida en Estados Unidos en aquel momento, recibió la cadena perpetua. Actualmente es uno de los presos de la Prisión Estatal de Vacaville.
Él mismo se entregó
Edmund Kemper llamó a la policía y dijo que deseaba entregarse por haber matado a varias colegialas y a su propia madre. Era tan sorprendente aquella declaración, que los oficiales no podían creer la historia, pero cuando llegaron a lugar de los hechos pudieron verificar el cruento relato, al sentir el olor a muerto y los cadáveres decapitados de Clarnell Strandberg (madre de Kemper) y de su mejor amiga, Sally Hallett. El dantesco escenario de los crímenes era exacto al descrito por teléfono por el “Gigante Asesino”
Edda Pujadas
Twitter: @epujadas