*** Las violaciones a los derechos humanos por parte de tribunales, cuerpos policiales y militares venezolanos, han sido de conocimiento universal, más allá de nuestras fronteras, lo que ha incidido en cambios de percepción sobre la realidad de nuestro país
El pasado mes de febrero reventó una orquestada represión en contra del estudiantado universitario. Se extendió por todo el país causando más de cuarenta muertos, centenares de heridos y de torturados. Decenas de jóvenes inocentes han sido imputados como delincuentes y encarcelados. Todo por protestar.
Barrios, urbanizaciones y recintos universitarios han padecido la violencia de bandas armadas y de cuerpos policiales y militares. Los abusadores del poder no le han dado tregua al país y en ciudades como San Cristóbal y San Diego encarcelaron y destituyeron a sus alcaldes.
Maduro seguramente pensó que con medidas extremas las protestas en esas ciudades languidecerían en ausencia de quienes el oficialismo consideraba los promotores de las mismas. Se equivocó. Por lo contrario, el pueblo indignado por las tropelías cometidas en su contra, acudió masivamente a votar el pasado domingo 25 de mayo y expresó con el triunfo arrollador de las esposas de los alcaldes presos su repudio a la conducta criminal de las autoridades.
La soberbia de Maduro
Sin haber digerido la sanción política que casi por unanimidad los pueblos de San Cristóbal y San Diego le impusieron, un Maduro soberbio y agresivo regañaba a las alcaldes recién electas y en actitud belicosa advertía que si en esas ciudades continuaban las protestas se repetiría la dosis y habría elecciones cada tres meses de ser necesario. Así como así, porque le daba la gana.
Como su voluntad ha sido acatada dócilmente por quienes hacen de magistrados, se siente envalentonado para anunciar nuevas sentencias de destitución y para gritar a los cuatro vientos que el peso de su voluntad caerá sobre quien ose protestar.
Las violaciones a los derechos humanos por parte de tribunales, cuerpos policiales y militares venezolanos, han sido de conocimiento universal, más allá de nuestras fronteras, lo que ha incidido en cambios de percepción sobre la realidad de nuestro país. Quienes antes veían en Venezuela el funcionamiento de una democracia por el solo hecho de efectuarse elecciones periódicas, ahora se han percatado de que no era sino una mirada cosmética sobre un régimen autoritario y despiadado.
Y así como el propio gobierno de Maduro se vio en necesidad de inventar la llamada Conferencia de Paz y el diálogo con el sector político agrupado en la MUD para aparentar ante el mundo que en Venezuela hay convivencia y civilidad, en otras esferas políticas internacionales también ha habido reacciones.
Es lo que ha ocurrido en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos de América, cuyos diputados debatieron en varias sesiones las continuas violaciones a los derechos humanos en nuestro país. El resultado de esas deliberaciones, acordando por unanimidad la aprobación de sanciones a los funcionarios venezolanos delincuentes, no al país, revela que en el mundo hay plena conciencia de lo que pasa en Venezuela. Ya no se pueden ignorar los atropellos a la dignidad humana, las arbitrariedades, torturas y asesinatos.
La reacción de Maduro ante este hecho no fue la del demócrata que asume la investigación de los hechos para que los culpables de esas violaciones sean llevados ante la justicia. Fue la del autoritario herido y puesto en evidencia. En chocante actitud de retaliación anunció una especie de represión extra-territorial, amenazando con cerrar consulados y otras Oficinas en los Estados Unidos si se producían las sanciones.
El hombre se acostumbró a amenazar, a golpear, a privar de la libertad a unos, de un servicio público a otros. La represión lo posee.
El Gobierno se
hace la víctima
En un momento cuando en los hospitales se han paralizado las intervenciones quirúrgicas por falta de insumos y se pican en dos las pastillas para “que rindan” entre los pacientes hospitalizados, en estos tiempos cuando los talleres mecánicos no aceptan carros a menos que los dueños lleven los repuestos que los mecánicos no consiguen, ahora cuando ya es un hecho que las líneas aéreas huyen del país porque el gobierno no paga y que los boletos aéreos costarán lo mismo que un automóvil, el gobierno en vez de dar la cara y explicar qué decisiones y correctivos tomará para salir de este hoyo en que nos metió, optó por distraer la opinión pública inventando un magnicidio. Resulta que descubrieron un plan (otro más) para asesinar a Maduro. En ese crimen estarían involucrados tres personajes públicos, María Corina Machado entre ellos, quienes lo planificaron todo de manera pública, intercambiando correos electrónicos. ¡Qué payasada!
El Jefe del Estado
Maduro tiene sus modos. Viste camisas con un bordado que lo identifican como Presidente, como para que no haya dudas. Le hacen honores a cada rato, en cada entrada y salida de su Oficina. Y él, quien hace de jefe de gobierno por ser la cabeza del Poder Ejecutivo, en un arresto de franqueza le ha dado por hacerse llamar Jefe del Estado venezolano. Sabe que los magistrados que visten de negro hacen lo que a él se le ocurra. Las últimas decisiones proscribiendo el derecho a manifestar y encarcelando a Ceballos y Scarano lo demuestran. La mayoría de los diputados de la Asamblea Nacional renunció a su facultad de legislar cediéndosela a Maduro. Los jueces reciben órdenes en cadena nacional de cómo deben sentenciar. Alcaldes y Gobernadores lo fastidian a diario para preguntarle qué deben hacer. En fin, es verdad que presume pero no miente cuando vanidosamente se hace llamar Jefe del Estado.
La voz de Claudio
Claudio Fermín
Twitter: @claudioefermin