Muchas veces al encontrarnos en reuniones de familia, los amigos o leyendo el periódico nos hacemos esa pregunta. ¿Qué va a pasar? ¿Cuál será el destino que Venezuela conocerá en los próximos años? ¿Qué será de mí y de mi familia, de mis hijos y nietos?
En realidad; la situación parece comprometida y no reconocerlo nos ubica en el plano de lo sinvergüenza o en el de los irresponsables. En efecto; la economía es una materia en la que el chavismo y ahora el madurismo resultan aplazados o mejor aún desaprobados. A la más alta inflación del mundo se suma una impresionante escasez de los productos que componen la cesta básica. Además el desempleo cunde sin olvidar el crecimiento de la pobreza como resultado de un modelo económico fracasado pero impuesto como signo ideológico por estos mamelucos que gobiernan bajo las instrucciones de los tiranos de Cuba Fidel y Raúl Castro.
Sin ánimo de repetir lo que sabemos es menester agregar el problema de la inseguridad que nos coloca también en las estadísticas mundiales como un estado en manos de criminales, una sociedad a la merced de sus depredadores, un país donde la impunidad campea y se muestra asociada a la relación antisocial con el partido de gobierno.
Un país sin justicia, con una economía quebrada, sin respeto por su soberanía, con unas fuerzas armadas que no cumplen sus tareas constitucionales pero son buenas para agredir y reprimir la disidencia y una clase política, socia de la alta jerarquía militar corrompida hasta los tuétanos, que entiende que cada negociación es una ocasión para medrar, indolente, incompetente, desordenada. Basta leer el informe de gestión recientemente hecho público por la Contraloría General de la República para comprender por qué deambulamos desatinados e ineficientes en todos los escenarios cardinales de la administración pública y si esto fuera poco, lo peor es la testaruda y arrogante presentación del alto liderazgo que se ufana del mando y se niega a reconocer el espantoso fracaso del llamado socialismo del siglo XXI.
¿Hacia dónde vamos? Si esto sigue así; hacia la ruina del país que exhibía los mejores pronósticos macroeconómicos del continente y del que se llegó a decir que estaba irremediablemente condenado al éxito. ¿Tenemos conciencia de esto?
Para responder esta nueva interrogante basta que cada venezolano y venezolana, joven o viejo, profesional o buhonero, plomero, mototaxista, oficinista, empleado público o del gobierno o acaso allí en ese centro de malversación y corrupción que se llama PDVSA, o como los llaman entre risas los favorecidos y enchufados, los matatigres se ofrezcan una sincera reflexión. Tal vez en esa reflexión quepa también una pregunta ¿contribuyo yo con el desastre que está acabando con mi patria, con mi silencio o con mi militancia frívola en esta enajenación que llaman revolución?
La respuesta es importante. Basta de esa habladera de pendejada de que tenemos patria cuando sabemos que se cae a pedazos la institucionalidad en simetría con la economía. Y lo peor es que además perdemos la dignidad y la libertad.
Nelson José Chitty La Roche
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