*** Enriqueta Martí utilizaba a los niños que secuestraba en una explotación doble: como objetos de placer para sus degenerados clientes y como materia prima para elaborar sus cotizados remedios caseros
Edda Pujadas
Twitter: @epujadas
Enriqueta Martí sembró el horror en la Barcelona de 1912. En esta ciudad española, secuestraba, prostituía y asesinaba a niños para extraerles la sangre, las grasas y el tuétano de los huesos y elaborar pócimas que sus clientes consideraban mágicas.
De muy joven, Enriqueta se traslada desde su ciudad natal, San Felíu de Llobregat en España hacia Barcelona, donde trabaja como niñera, pero pronto comienza a ejercer la prostitución. En 1895 se casa con un pintor llamado Joan Pujaló, pero el matrimonio fracasó por la afición de Enriqueta por los hombres y su carácter extraño.
Enriqueta llevaba una doble vida. Durante el día mendigaba, vistiendo harapos y llevando niños que hacía pasar por sus hijos, a los que luego prostituía y asesinaba. De noche se vestía con ropas lujosas y se hacía ver en el Teatre del Liceu, el Casino de la Arrabassada y otros lugares donde acudía la clase acomodada de Barcelona. Es probable que en estos lugares ofreciera sus servicios como proxeneta especializada en criaturas.
En 1909 fue detenida por regentar un burdel donde se ofrecían servicios sexuales de niños entre tres y 14 años. Al mismo tiempo que hacía de proxeneta de niños, ejercía de curandera y los productos que utilizaba para fabricar sus remedios estaban compuestos por restos humanos de las criaturas que mataba.
De esos niños aprovechaba casi todo: grasa, sangre, cabellos y huesos. Enriqueta ofrecía sus pomadas, filtros y pociones, especialmente para curar la tuberculosis, tan temida en aquella época y todo tipo de enfermedades que no tenían cura con la medicina tradicional.
La captura
El 10 de febrero de 1912, Enriqueta Martí secuestró su última víctima: Teresita Guitart Congost. Durante dos semanas todo el mundo la buscó, pero fue una vecina de Enriqueta la que encontraría una pista, al ver una niña con el cabello rapado mirando por una pequeña ventana. La mujer nunca había visto a esa niña, por lo que empezó a pensar que podría tratarse de la pequeña desaparecida.
Ante la duda, la vecina comentó el hecho a la policía local que, con la excusa de una denuncia por tenencia de gallinas, se presentó en la casa de Enriqueta el 27 de febrero de 1912. Ella se mostró sorprendida pero no puso resistencia y cuando entraron los policías, encontraron dos niñas en el piso. Una de ellas era Teresita Guitard Congost y la otra una niña llamada Angelita. Teresita fue devuelta a sus padres, después de haber declarado.
La niña explicó cómo, en un momento en el que se alejó de su madre, Enriqueta se la llevó de la mano prometiéndole caramelos, pero cuando llegaron a casa, Enriqueta le cortó los cabellos y le cambió el nombre por el de Felicidad, diciéndole que no tenía padres, que ella era su madrastra y que así debía llamarla cuando saliesen a la calle.
La mal alimentaba y la pellizcaba. Manifestó también que las solía dejar solas y que un día se aventuraron a mirar en las habitaciones en las que Enriqueta les tenía prohibido entrar. Encontraron un saco con ropa de niño llena de sangre y un cuchillo para deshuesar también ensangrentado.
La declaración de Angelita fue más aterradora. Antes de la llegada de Teresita a la casa había otro niño, de cinco años llamado Pepito. Angelita dijo que vio como Enriqueta lo había matado en la mesa de la cocina. La identidad de Angelita fue más difícil de concretar porque la pequeña no sabía qué apellidos tenía, pero al final Enriqueta confesó que se la había robado a su cuñada, haciendo creer que la niña había muerto al nacer.
En una segunda inspección del apartamento de Enriqueta, se encontró el saco del que hablaban las niñas, con ropa de niños llena de sangre y el cuchillo. También localizaron un salón suntuosamente decorado que contrastaba con el resto del apartamento que era de una gran austeridad y pobreza.
En otra habitación cerrada con llave encontraron el horror que escondía Enriqueta Martí: unas 50 jarras y potes con restos humanos en conservación: grasa hecha manteca, sangre coagulada, cabellos de criatura, esqueletos de manos, polvo de hueso, así como potes con las pociones, pomadas y ungüentos ya listos para su venta.
Se registraron otras viviendas anteriores de Enriqueta y en todas ellas se encontraron falsas paredes y restos humanos en los techos, así como libros con las recetas de sus pociones y una lista con nombres de familias y personalidades muy importantes de Barcelona que, al parecer, eran a los clientes a los que la mujer vendían sus pociones con ingredientes desconocidos
Enriqueta fue encarcelada en la prisión Reina Amalia en espera de juicio. Intentó suicidarse cortándose las venas, lo que hizo estallar la indignación popular porque la gente quería que llegase al juicio y fuese ajusticiada. Las autoridades de la prisión hicieron saber mediante la prensa que se habían tomado medidas para que nunca se quedara sola, pero, igualmente, nunca llegó a juicio, pues sus compañeras de prisión la mataron linchándola en uno de los patios del penal el 12 de mayo de 1913.
¿Culpables adinerados
quedaron impunes?
La lista con los nombres de los clientes de Enriqueta Martí encontrada en una de sus viviendas durante una inspección policial, desató gran polémica entre la población, pues corrió el rumor que en ella había médicos, políticos, empresarios o banqueros y que por eso se ocultaban sus nombres.
Las autoridades hicieron saber que en la famosa lista solo había nombres de personas a quien Enriqueta mendigaba y que estas familias y personalidades habían sido estafadas por las mentiras y ruegos de la asesina, sin embargo, siempre quedó la duda latente sobre la culpabilidad de los acaudalados clientes de Enriqueta, quienes le pagaban por mágicas porciones y por los servicios sexuales de los pequeños niños